Se cumplen nueve meses de la victoria electoral del Partido Conservador británico. Nueves meses donde la realidad doméstica ha tenido una importancia capital y dentro de ésta, combatir la crisis económica (en genérico) y reducir el gasto público (más en particular) han sido sus grandes obsesiones.
Sin embargo, además de este macro-problema, heredado de un pésimo gobierno de Gordon Brown, plagado de recetas intervencionistas y de concesiones a los sindicatos, el panorama interior de Reino Unido contiene otras situaciones problemáticas que exigen decisiones y medidas urgentes. Algunas de ellas pueden parecer impopulares, ya que pertenecen a la esfera de lo social, terreno siempre delicado de abordar.
Durante sus años en la oposición, uno de los conceptos que en mayor número de ocasiones pronunció David Cameron fue el de Broken Society (sociedad rota) con el que denunciaba la ausencia de cohesión y pérdida de valores fundamentales (como la importancia de la familia) que se estaba percibiendo en Reino Unido.
Pero había más: un fracaso flagrante de las estrategias de integración de las diferentes nacionalidades existentes en el país.
Dicho con otras palabras: el multiculturalismo, más allá de ser un concepto mediático, era el gran culpable de la fragmentación que actualmente vive Reino Unido al amparar, bajo una mal entendida tolerancia, su guetización. En las filas del Conservative Party, no había sido un tema analizado con suficiente profundidad y rigor durante los liderazgos anteriores (William Hague, Ian Duncan Smith y Michael Honrad), especialmente por temor a ser etiquetados negativa y peyorativamente, optando, en consecuencia, por seguir las premisas que el Labour Party establecía al respecto.
En Bruselas, el Primer Ministro fue claro cuando afirmó que el multiculturalismo había fracasado allí donde se había empleado. Angela Merkel fue pionera al hacer esta acusación el pasado mes de septiembre en plena Conferencia de su partido y en pleno debate de la sociedad alemana sobre las tesis de Thillo Sarrazin sobre el fenómeno migratorio en Alemania. Le llovieron los reproches y las acusaciones; aun así, no cambió de parecer.
Con Cameron está acaeciendo lo mismo, puesto que se trata de un comentario que genera más críticas, especialmente a nivel mediático, que réditos políticos, todo ello sin perder de vista la reacción que puedan tener sus socios los liberales-demócratas. Esta formación ya mostró tendencia en el pasado a dejarse fagocitar alegre y acríticamente por las garras del buenismo.
Asimismo, el emitido por Cameron en Bruselas no es un mensaje de consumo interno, sino una advertencia lanzada a nivel global que no quedó simplemente en una frase sin contenido, sino que había mucho más. Contenía una denuncia a la dejadez de Occidente a la hora de defender sus valores tradicionales, tales como la libertad o los derechos humanos, todos ellos principios universales y que, en aras de una mal entendida mayor integración-tolerancia, se habían perdido de vista. Este fenómeno, en última instancia, ha servido para que sociedades como la británica hayan dado amparo legal a quienes se oponen, y no precisamente desde un punto de vista teórico, a la civilización occidental.
Precisamente, David Cameron denunció esa "tolerancia pasiva" que ha provocado que los valores tradicionales británicos hayan dejado de promoverse, cuando son precisamente los que motivaron que un buen número de personas procedentes de diferentes países escogieran Reino Unido como centro desde el que desarrollar su vida personal y profesional. Se trata, en consecuencia, de alentarlos, y no de utilizarlos como subterfugio en el cual se amparen quienes desean liquidarlos.
Como era de esperar, las reacciones de sus oponentes políticos no se han hecho esperar. El responsable de los asuntos de justicia del Labour Party, Sadiq Khan, ha tildado al Primer Ministro de "extrema derecha". No es sorprendente. Este es el adjetivo que normalmente se emplea hacia alguien que se sale de los parámetros de la corrección política.
En definitiva, el modelo de integración que defiende David Cameron no es sinónimo de asimilación, como quieren hacer ver algunos, sino de todo lo contrario: de asumir por todos y sin excepción que el Estado de Derecho es un todo homogéneo y que en ningún caso su entramado jurídico debe de servir de excusa para conductas que en última instancia buscan atentar contra él.
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