En anteriores artículos, hemos analizado la ley de hierro de las oligarquías [1], la existencia de oligarquías "extractivas" [2] y "destructivas" [3], junto con una nueva teoría de la evolución institucional [4] que requiere de líderes "inclusivos" [5].
Observamos también la importancia de que se produzcan tres procesos institucionales imprescindibles para el avance y la conquista de una sociedad civilizada o abierta: la recuperación del ethos colectivo [6], la regeneración de la democracia [7] y, especialmente, la reducción del Estado-Administración [8], al haber involucionado hacia un Estado Minotauro [9].
Sin embargo, hoy veremos cómo los ciudadanos no pueden permanecer de brazos cruzados y deben ser proactivos para impulsar los cambios éticos, jurídicos y políticos que permiten evolucionar las instituciones.
1. Instituciones morales frente a la oligarquía
Los ciudadanos deben interiorizar las instituciones morales que son responsables de la sociedad abierta o civilizada como, inter alia, el respeto por los derechos individuales a la vida, la libertad, la propiedad y la igualdad de trato ante la Ley, o el respeto por la familia, el lenguaje, los contratos, el comercio, la empresa, el dinero, la banca… porque son las instituciones propias de la acción humana ejercida en libertad en el orden espontáneo, extenso, complejo y abierto que constituye el orden de mercado y que, por tanto, deben ejercerse libremente, con nula coacción por parte del orden político u oligárquico.
Se requieren ciudadanos con valores frente a la "nuda vida" de la sociedad oligarquizada entorno a un Estado Minotauro que, hipertrofiado, sirve para la apropiación violenta de los derechos individuales, la exacción de fruto del trabajo de la población y la re-distribución de la riqueza entre las oligarquías "extractivas" y "destructivas" y sus redes clientelares.
Resulta bastante obvio comprobar como las oligarquías prefieren ciudadanos sin valores y sin ideas propias, perdidos en una vida vacía espiritual y cognitivamente y, por tanto, manejables y dependientes de las consignas ideológicas, siguiendo el rumbo que marquen los políticos y los medios de comunicación que les sirven de altavoz.
El proceso de oligarquización de la sociedad se produce cuando la política invade todos los ámbitos y rincones de la vida (nacimiento, familia, educación, sanidad, vivienda, jubilación…) desde la cuna y hasta la tumba, vampirizando los derechos individuales mediante las diversas ideologías cientistas y las pseudo-ideologías que reeditan las fórmulas intervencionistas del pasado y que pueden identificarse siempre por tres instrumentos cientistas:
a) La destrucción de los valores "inclusivos" (fijos e individuales) como la vida, la libertad y las propiedades privadas de los ciudadanos, en favor de los valores "extractivos" (relativos y "sociales") que imponen las políticas de educación en ideología de género, eutanasia, eugenesia, ecologismo…
b) La imposición de la religión secular de culto al Estado como solución milagrosa que proporcionaría el paraíso en la Tierra y, por tanto, las imposturas de la ciencia y la técnica "oficiales" que sirven de soporte a las medidas políticas y jurídicas de intervención sobre los ciudadanos a los que se les considera sujetos de la ingeniería social de la clase dirigente.
c) El crecimiento constante del tamaño del Estado por medio de las soluciones estatistas que, como bálsamo de fierabrás, se aplican a todos los problemas de la sociedad.
El proceso de oligarquización impone diferentes fórmulas de religión secular, que sirven siempre a los intereses de las supuestas élites extractivas y destructivas y requieren ciudadanos-sin-valores para mantenerse en el poder, sujetos pasivos ante las políticas intervencionistas, personas maleables por los medios de comunicación, trabajadores orientados hacia el rendimiento y la productividad máxima pero, sin embargo, privados de derechos individuales y de capacidad de pensar críticamente al objeto de extraer (robar) el fruto de su trabajo, mediante impuestos y endeudamientos siempre crecientes.
El proceso de oligarquización trata de dirigir la sociedad civil como un laboratorio cientista legislando y experimentando las políticas de ingeniería social sobre el resto de la población; que se encuentra inmersa en la "carrera del hámster", dentro de una jaula de hierro estatista donde la vida está estabulada y el raciocinio es mínimo, y en movimiento en una rueda infinita donde el fruto del trabajo es captado por la casta política —impuestos, endeudamiento y dinero fiduciario— a cambio de un mínimo sustento y del subsidio del Estado-Administración.
De un modo más taimado, suave y sibilino, el consenso socialdemócrata es también empleado por las oligarquías "extractivas" y "destructivas" para seguir defendiendo (o accediendo a) los privilegios y los propios intereses bajo excusas como el "interés general" o el "bien común". Se pueden identificar porque se caracterizan por el aumento del intervencionismo, el crecimiento del tamaño del Estado, y el sometimiento de los ciudadanos al totalitarismo democrático en el que los hombres de "nuda vida", despojados de derechos individuales y de criterio propio, son explotados y dominados por el orden político y, sin embargo, creen ser libres, como señalaba Alexis de Tocqueville.
2. Valores morales frente a la religión secular
Sin embargo, merece la pena destacar el libro El Mito del Hombre Nuevo (2009) del catedrático Dalmacio Negro, puesto que explica los "cientismos" creados entorno al mito del hombre "nuevo" que, durante los siglos XIX y XX, han dado lugar a múltiples movimientos y religiones de la política. Finaliza con una gran reflexión sobre el resultado obtenido por los "cientismos":
La Gran Revolución [francesa] confiaba en el hombre moralizado por el poder racional del Estado-Nación (…) Que se sepa, a pesar de los esfuerzos de los siglos XIX y XX por crear el hombre nuevo, en puridad, hasta ahora sólo se conocen —aparte del último hombre de Nietzsche—, el hombre masa de Ortega, el hombre elemental de Gómez Dávila, el hombre sin atributos de Musil, el hombre hueco de Eliot, el hombre sin contenido de Agamben, el hombre animalizado de Skinner, el hombre sin retorno de Sloterdijk, el hombre aborregado u hombre oveja de quienes describen el conformismo de las politizadas sociedades democráticas, o figuras parecidas. Formas de hombre sin otro horizonte que el fracaso de la individualidad personal.
Atrapados en el Estado-Iglesia de la religión secular, viven vagabundos conscientes de la inutilidad de mirar al pasado, al futuro o al más allá, limitándose a beneficiarse del presente que se les da, puesto que no tienen otra posibilidad ni la esperan. Malraux hablaba de «la muerte del hombre» (…) El auge de la religión secular, consecuencia de la divinización del conocimiento, amenaza con dividir la cultura de las sociedades en dos partes incompatibles aunque estén mezcladas: aquella en la que siguen vigentes las pautas que se atienen a la religión tradicional, y la adepta a las de la religión del hombre nuevo.
(Negro, 2011), p. 418.
Como consecuencia de ello, la única esperanza de evitar nuevos experimentos cientistas radica en la férrea oposición de la mayoría de los ciudadanos y, si acaso existen, de los líderes inclusivos, promoviendo la libertad en el orden de mercado hacia una sociedad abierta o civilizada, y oponiéndose con contundencia a los procesos de involución institucional del orden político u oligárquico que "guían" hacia una sociedad cerrada, tribal o colectivista.
Los ciudadanos deben hacer frente a los intelectuales y dirigentes políticos intervencionistas, que viven obsesionados con la búsqueda del "paraíso en la tierra" por medio del "cientismo" o cientifismo constructivista, las utopías y los experimentos de ingeniería social, intentando imponer una nueva moral y"guiando" al resto de la población hacia: las ideologías colectivistas (fascismo, nacional-socialismo, comunismo, socialismo, socialdemocracia…), las bio-ideologías (eugenesia, eutanasia, ecologismo, feminismo del género, humanitarismo, animalismo…), o las pseudo-ideologías (laicismo radical, gnosis, New Age…).
Por ello, la única opción de regenerar la democracia pasa, primero de todo, por una evolución institucional previa de los ciudadanos hacia los patrones de comportamiento, valores o instituciones morales de una sociedad civilizada o abierta frente al relativismo moral, la corrección política, el consenso socialdemócrata y las utopías que intentan imponer las oligarquías extractivas y destructivas para seguir medrando del presupuesto público.
Los ciudadanos que promueven las instituciones morales fijas y absolutas frente a la «nuda vida» (sin derechos ni valores más allá del plano físico), son los únicos que pueden impulsar las reformas escalonadas o hayekianas que necesita la Constitución y las leyes para garantizar los derechos individuales (vida, propiedad y libertad), la separación de poderes, la independencia judicial, el cumplimiento de la Ley o una organización territorial racional en España.
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