Skip to content

Ciudadanos de segunda y proteccionismo lingüístico

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

El reportaje Ciudadanos de Segunda emitido por Telemadrid el pasado mes de abril relata la discriminación de que son objeto los castellano-hablantes en Cataluña por parte de la administración autonómica, desde padres que no pueden escolarizar a sus hijos en castellano a comerciantes multados por rotular solo en ese idioma. En su denuncia de las injusticias el documental es muy acertado, pero su tono excesivamente dramático y su desconexión con las verdaderas inquietudes de quienes apoyan esta discriminación no lo hacen apto para una audiencia catalana.

En Cataluña no se vive un conflicto lingüístico en la calle, la gente practica el bilingüismo con naturalidad. La insinuación de que existe un tenso conflicto social entre castellano-hablantes y catalano-parlantes sería interpretada por una audiencia catalana como una distorsión de la realidad y vendría a alimentar las suspicacias sobre las intenciones de "los de Madrid". Como señala Antonio Robles: "[El documental] expone una realidad que es incontestable (menos para los nacionalistas), pero deja de exponer otra que falsifica el conjunto. La exclusión de los derechos de los ciudadanos castellanohablantes se circunscribe a los organismos oficiales de la administración de la Generalitat de Cataluña (…) pero la sociedad civil en general no vive estos avatares con exclusión y mucho menos con angustia."

Por otro lado, la mayoría de partidarios de la normalización lingüística no quiere desterrar el castellano ni finiquitar el bilingüismo, sino proteger una lengua y una cultura que perciben amenazada. Sin duda algunos albergarán el deseo oculto (o no tan oculto) de catalanizarlo todo, pero por lo común las políticas lingüísticas son vistas como una ayuda a la lengua débil, una lengua que sin la protección del Estado temen que podría desaparecer. Si se tiene por finalidad convencer a los catalanes que no están convencidos es preciso dar respuesta a sus argumentos y a sus temores, en lugar de pasarlos por alto o atribuirles razones e intenciones que les son ajenas.

La idea de que el catalán compite en inferioridad de condiciones con el castellano está arraigada en Cataluña, y en mi opinión no es ningún disparate. La mitad de la población catalana es castellano-hablante, en los medios predomina el castellano con diferencia, en el cine, en la empresa, en la literatura o entre la comunidad inmigrante. Los catalano-hablantes suelen adoptar de forma automática el castellano cuando se dirigen a desconocidos o cuando algún miembro del grupo es castellano-hablante. Pocas veces sucede lo contrario, aunque los catalano-hablantes sean mayoría en el grupo, y esta situación tiende a multiplicar las interacciones en castellano. Yo mismo soy catalano-hablante y hablo en castellano con gente catalano-hablante porque cuando nos conocimos nos dirigimos mutuamente en castellano. Es raro encontrar ejemplos de castellano-hablantes que hablan entre ellos en catalán. En última instancia el castellano tiene una ventaja evidente sobre el catalán: es más útil.

El lenguaje posee lo que se denomina "efectos red": la utilidad que asigna un individuo a una determinada lengua depende del número de individuos que hacen uso de ella, y la incorporación de nuevos hablantes añade valor a la misma. De este modo, cuanto más individuos hablan una lengua, más atractivo resulta para los demás sumarse a ésta, y en la medida en que se incorporan nuevos hablantes, aún más atractivo es para el resto adherirse, y así sucesivamente en un flujo de retroalimentaciones positivas que a menudo fortalecen la posición de las lenguas más extendidas y debilitan la posición de las que lo están menos.

Es en este contexto en el que se enmarca la defensa de la discriminación positiva en favor del catalán. Albert Bastardas, por ejemplo, sostiene en su artículo De la normalització a la diversitat lingüística que "la tentación de los grandes grupos lingüísticos de ocupar el máximo de funciones y de dificultar el uso de las lenguas de los grupos menores o medios (…) crecerá y aumentará con fuerza. Es aquí donde el papel de los Estados (…) deviene crucial. En lugar de tener una relación de ignorancia o bien de hostilidad, deberán pasar a una de solidaridad y manifiesta ayuda (…) [Es necesaria] una actuación de carácter compensatorio y equilibrador favorable a los grupos lingüísticos proporcionalmente más débiles".

El problema es que Bastardas se refiere a estas fluctuaciones como si sucedieran al margen de las acciones y las preferencias de los individuos. Alude a la "tentación" de los grandes grupos lingüísticos de ocupar más funciones y dificultar el uso de las otras lenguas, pero son los individuos de las otras lenguas los que realmente se ven tentados, en razón de los efectos red mencionados, a incorporarse a los grandes grupos lingüísticos. En un escenario no-intervenido, el grupo lingüístico mayor sólo desplaza a las otras lenguas porque los hablantes de éstas últimas se trasladan voluntariamente al primero para beneficiarse de su mayor alcance. Bastardas y el resto de proponentes de las políticas lingüísticas, al invocar una actuación compensatoria y equilibradora por parte del Estado, están abogando por "compensar" y "equilibrar" las elecciones de los individuos. Están, y ese es el problema, apelando al Estado para imponer sus preferencias a todos.

La lengua debe emanciparse del Estado para que evolucione espontáneamente, hacia donde quieran llevarla sus hablantes. Para ello no basta con que el Estado sea "neutral" dentro de la Administración y los servicios públicos. Lo mismo que la religión sólo puede separarse del Estado si las iglesias son privadas, el Estado sólo puede separarse completamente de la cultura y la lengua si devuelve los espacios y servicios públicos a la sociedad civil. En el ínterin lo mejor será permitir la diversidad y libertad de elección en los espacios públicos (por ejemplo en la enseñanza), ajustándose al máximo a las preferencias de los contribuyentes intentando reproducir así el resultado que tendría lugar en el mercado.

Sinceramente, no sé si el catalán, sin la "protección" del Estado, tenderá a quedar arrinconado y acabará por extinguirse en el largo plazo. Es posible, y no es una visión que me agrade, pero si ocurriera sería porque sus hablantes no lo han promovido con el ímpetu necesario y han preferido adherirse a otras lenguas. Nada de esto justifica convertir a los hablantes de una u otra lengua en ciudadanos de segunda.

1 Comentario

  1. Se lo que es sentirse
    Se lo que es sentirse ciudadano de segunda, lo vivo día a día.


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos