La única salida sería la introducción de una nueva moneda y con una devaluación de hasta un 30-40% para hacer frente al déficit estatal.
En el anterior artículo señalábamos algunas de las consecuencias negativas que tendría una independencia unilateral en Cataluña: Inseguridad jurídica, salida de empresas, aumento de gasto público, disminución notable de ingresos y déficit estructural.
En este artículo vamos a explicar las consecuencias financieras que derivan de la salida de la Unión Monetaria Europea.
Salida del BCE, introducción de nueva moneda y devaluación
La salida de Cataluña de la Unión Europea, y por tanto de la Unión Monetaria Europea, plantearía la cuestión de la moneda a utilizar en el territorio catalán. Se podría, como argumentan medios y economistas independentistas, seguir utilizando el euro. Esta es la opción elegida por Montenegro y Kosovo, que utilizan el euro como moneda nacional sin pertenecer a la zona euro. Esto, si bien es posible, convertiría al euro en una moneda extranjera, por lo que encarecería las exportaciones y perjudicaría seriamente la competitividad catalana.
Por otro lado, Cataluña estaría desvinculada del Banco Central Europeo (BCE), que es la entidad europea que garantiza la liquidez del sistema bancario de la zona euro. Los bancos con domicilio social en Cataluña perderían automáticamente las líneas de apoyo del BCE. No tendrían acceso al sistema de pagos TARGET 2, por lo que el funcionamiento bancario en el nuevo Estado sería menos ágil y más ineficiente. También perderían la supervisión bancaria, lo cual no sólo afectaría al sistema bancario, sino también al nuevo Estado catalán por el impacto en sus finanzas.
Debido a esta circunstancia, la utilización del euro podría hacer que los bancos tuvieran problemas para hacer frente a sus reembolsos, por lo que habría que introducir una nueva moneda para redenominar los pasivos bancarios y evitar así las restricciones de capitales. Esto significaría una quita automática a los acreedores bancarios. Hay que señalar que la posibilidad de un corralito bancario se reduce notablemente si los bancos trasladan su sede a un país de la Unión Monetaria, como ha sucedido con La Caixa y Banco de Sabadell.
Hay, si cabe, un motivo más sólido que lleva a pensar que finalmente se acabaría introduciendo una nueva moneda catalana: la imposibilidad del Govern de la Generalitat de financiar el déficit estatal.
Y es que de salir de la zona euro, Cataluña no tendría influencia sobre los tipos de interés ni sobre el tipo de cambio, ni tampoco podría utilizar al BCE para colocar sus bonos (de forma indirecta, carry trade, LTRO). Asimismo, la colocación de deuda en los mercados internacionales se vería gravemente dificultada al elevarse notablemente la prima de riesgo y disminuir la calificación del bono catalán a bono basura.
Teniendo en cuenta el descenso previsible de ingresos que supondría la independencia unilateral que explicamos en el anterior artículo, al Govern sólo le quedaría una opción para intentar cuadrar las balanzas estatales: efectuar una bajada del gasto monumental. Esto supondría el colapso de todo el sistema social de bienestar catalán, por lo que es una opción imposible de contemplar. La única salida que existiría sería la introducción de una nueva moneda y devaluación de hasta un 30-40% para hacer frente al déficit estatal.
De esta manera se sufragarían los déficits vía inflación, que no deja de ser un impuesto camuflado. Todos los tenedores de la nueva moneda catalana sufrirían una quita del 30-40%. Este nuevo control de la política monetaria significaría un saqueo al patrimonio de ahorradores, trabajadores (por la caída de los salarios reales) y acreedores. Y si no se efectuasen las reformas estructurales necesarias para salir del déficit crónico, otra ronda de devaluaciones no tardaría en llegar con total seguridad.
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