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Correspondencia entre Miguel Anxo Bastos y Álvaro D. María

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El texto reproducido a continuación es fruto de una serie de correos enviados entre los dos entre el 24 y el 27 de agosto de 2018, editado para su mejor comprensión.

Álvaro D. María: La pregunta que le planteé era que cómo conjugaba sus creencias católicas, en concreto el dogma de la Trinidad, con su nominalismo ontológico. El origen de esta pregunta está en la condena por triteísmo a Juan Roscelino de Compiègne, considerado el padre del nominalismo, puesto que si sólo existe lo individual no se puede decir que Dios es uno y trino, sino que estaríamos ante tres dioses. Cuestión, la del dogma de la Trinidad, que también llevó a la confusión a los moros cuando se referían a los católicos como los politeístas.

Pues bien, lo que quería «denunciar» con esta pregunta es un supuesto error a la hora de hablar de la inexistencia «ontológica» del Estado. Esta afirmación sostiene, implícitamente, un error principal a mi juicio, que sería dar el salto del individualismo metodológico al individualismo ontológico. Un error similar a considerar que la duda cartesiana era una duda ontológica, cuando Descartes en ningún momento duda de la existencia, por ejemplo, del mundo que percibe, simplemente hace una ficción metodológica.

Puesto que considero que la afirmación en origen está basada en los planteamientos de Mises, creo que él mismo deja esa cuestión clara en La acción humana, Primera parte, Capítulo II, Epígrafe 4. El principio del individualismo metodológico:

«No menos infundada, por lo que respecta a nuestro tema, es la oposición entre el realismo y el nominalismo, según el significado que a tales vocablos dio la escolástica medieval. Nadie pone en duda que las entidades y agrupaciones sociales que aparecen en el mundo de la acción humana tengan existencia real. Nadie niega que las naciones, los estados, los municipios, los partidos y las comunidades religiosas constituyan realidades de indudable influjo en la evolución humana. El individualismo metodológico, lejos de cuestionar la importancia de tales entes colectivos, entiende que le compete describir y analizar la formación y disolución de los mismos, las mutaciones que experimentan y su mecánica, en fin. Por ello, porque aspira a resolver tales cuestiones de un método satisfactorio, recurre al único método realmente idóneo». (von Mises, L., La acción humana, tratado de economía, Undécima edición, Unión Editorial, p. 51)

Pues bien, lo que pretendo señalar es que hay una ontología subyacente en su afirmación, que estaría por explicitar, puesto que decir que el Estado no tiene existencia ontológica depende de qué coordenadas ontológicas se den. Por ejemplo, en el materialismo filosófico de Gustavo Bueno no se pondría en cuestión tal existencia ontológica puesto que se consideran tres géneros de materialidad. Y esta ontología subyacente resultaría incompatible con los dogmas católicos, y, además, considero que va contra los principios filosóficos de la Escuela Austríaca por hacer de lo que sólo es un método una ontología.

Aprovechando que me pongo en contacto con usted para aclarar este tema, quisiera plantearle otra cuestión —que me consta que está también en debate por sus tierras— que es el hablar del Estado como lo político. Siguiendo corrientes de «derecha dura», como Dalmacio Negro, o el tradicionalismo hispano —o incluso Carl Schmitt—, el Estado no es lo político, sino una de las formas de lo político. Si se es antiestatista —como es mi caso— habrá que señalar por qué se está en contra de esa forma política, y no multiplicar los Estados sin necesidad, aunque sea en muchos pequeñitos.

Muchas gracias de antemano por su atención.

Reciba un cordial saludo,

Álvaro D. María

Miguel Anxo Bastos: Estimado Alvaro: en primer muchas gracias por tomarse la molestia de discutir estos puntos. Es así como avanza el conocimiento. No soy filósofo y lo agradezco doblemente pues así me obliga a tener en cuenta estos aspectos. Probablemente mi manejo de los conceptos filosóficos sea muy primitivo y no haya matizado bien los distintos conceptos de ontología. Creo que Mises se contradice pues es también en la acción humana donde dice aquello de que no es el estado el que ejecuta, sino el verdugo, etc. La idea de estado sí que influye en la vida y la evolución humana, pero no es más que una idea al servicio de personas concretas, que son las que tienen existencia, intereses y voluntad. Pero influye a unas personas y no a otras (por ejemplo, a los pigmeos, pueblo sin estado, no), por lo tanto, no deja de ser a mi entender una idea, eso sí muy sofisticada, compartido por muchas personas. Para estas personas es un ente ontológicamente real y como tal opera, pero eso no quiere decir que usted me lo pueda presentar e irnos a cenar con él. Pero el estado no es más que un ente imaginario y si rastrea bien se puede descubrir quienes expresaron y racionalizaron tal contexto. Le adjunto un libro que me ha influido mucho y que igual es de su interés. [Imagining The State, Mark Neocleous]

En cuanto a lo de la Santísima Trinidad, entenderá que es cuestión de fe, y ahí está la gracia del asunto. Si fuese racional sería una evidencia y no tendría mérito, de ahí lo de creo porque es absurdo de Tertuliano.

En cuanto a su afirmación occaniana de no multiplicar los estados sin necesidad supongo que me refería a que la escala de esa organización política importa. Entiendo que la capacidad de hacer daño de una organización de ese tipo es menor cuanto más pequeña (p.e las Alemania del tiempo de Goethe y la de Bismarck no fueron exactamente las mismas en sus consecuencias). Y es cierto que el estado no es la única fuente de violencia.

Espero tener el honor de conocerlo en persona pronto.

Álvaro D. María: Estimado Miguel:

Muchas gracias por su amable respuesta y por el libro que me recomienda.

A mi juicio el Estado no es solamente una idea, también es una forma de organización política. Tampoco le puedo presentar a un campo electromagnético para irnos a cenar con él (no son ni corpóreos), lo que no implica que no existan.

Asimismo, no me parece que Mises se contradiga. Efectivamente, es el verdugo el que ejecuta, y no el Estado. De igual forma, son los futbolistas individuales los que marcan goles, pero reducir los clubs de fútbol a éstos, o negar la existencia de los clubs precisamente como organizaciones, es el salto que considero erróneo, justamente por considerar que se parte de una ontología nominalista que niega la existencia de las relaciones, pues sólo considera como realmente existente lo individual (lo que le comentaba en el anterior correo de un salto de la metodología a la ontología). Así, desde su punto de vista, habría que cargar contra las «sociedades» de responsabilidad limitada, puesto que serían una coartada por parte de los empresarios individuales para evadir ciertas responsabilidades.

Pero es que las morfologías también son operatorias, por supuesto, vinculadas a elementos físicos. Un paraguas sólo cumple su función con una determinada forma, si la manera de componer sus elementos dejase espacios entre las partes dejaría de cumplir su función y, por tanto, de ser un paraguas. Es más, la forma está tan presente a la hora de actuar que al hablar de individuos no decimos que el individuo es meramente una idea que carece de existencia real porque sólo existen órganos y tejidos conectados, y a su vez que éstos son ficciones porque sólo existen células, que a su vez sólo son ficciones… así hasta qué se yo. Precisamente, es por la incapacidad de dar cuenta de las funciones que cumplen los individuos a partir de los elementos que la componen por lo que se consideran como existentes.

Respecto a la cuestión del tamaño en las organizaciones políticas creo que parte usted directamente de considerar que son organizaciones para «hacer daño». Yo prefiero a los EEUU antes que a Venezuela, y el tamaño ahí no es el problema. Es más, sabiendo que el poder está en el fusil, despedazar una potencia militar como EEUU en fragmentos chiquititos dejaría vía libre a otras potencias. Que sea capitalista y respete las tradiciones/instituciones (jurídicas, culturales, etc.) reducirá más la violencia que el tamaño, pienso yo. Pero tampoco considero que la violencia sea mala en todo caso, precisamente porque puede ser la salvaguarda de ambas (sin ser necesariamente estatal).

Muchas gracias de nuevo por su atención y un placer hablar con usted.

Espero poder ir a las Xuntanzas y conocerle, el honor sería mío.

Un abrazo

Miguel Anxo Bastos: Muy interesante debate señor D. María. Razona usted muy bien.

No niego la importancia de las relaciones, sólo digo que estas tienen que ser interiorizadas (por experiencia, educación aprendizaje…) por los individuos. Un pigmeo no entendería el significado del fútbol, como nosotros el de sus ritos ni le daría la misma importancia. Claro que estamos aculturados y compartimos valores. Uno de ellos es el de la pertenencia a un estado, pero si dejamos de creer en él desparece. Igual que antes existía el oráculo de Delfos, o el culto a Moloch (con sus cuerpos sacerdotales). Dejamos de creer en ellos y se desintegraron. Las personas que componen el estado también creen en él, pero se coordinan por valores, ritos o por intereses monetarios. En cuanto aparece una organización nueva en la que creer la vieja desaparece. Desaparecieron muchos estados en Europa e incluso hubo históricamente procesos de reversión del estado a la anarquía, y por siglos.

Es interesante lo de las sociedades limitadas (Neocleous les dedica un capítulo en el libro que le di). El estado se configuró históricamente como una corporación, para pretender ser inmortal y diferenciarse, al menos como ficción jurídica, de las personas que lo componen. Y después intentó moldear parte de la sociedad civil a su imagen y semejanza. Las sociedades anónimas o limitadas son creaciones jurídicas del estado, y cuando aparecieron fueron resistidas, hasta que se impusieron.

Estaría por ver si es más fácil derrotar a los estados unidos o fragmentados en partes. Keeley en War before Civilization explica que los pueblos anárquicos son más difíciles de conquistar que los árquicos, como probaría el caso de incas y aztecas (conquistados en semanas) o los apaches que no sólo no fueron conquistados por los españoles sino que llegaron a ganar terreno. ¿Si Hernán Cortés en vez de luchar con un imperio luchase contra 400 miniestados, ¿le sería más fácil o más difícil, que cree usted?

Ya tengo ganas de conocerlo. A ver si puede venir. Un abrazo y gracias

Álvaro D. María: Estimado Miguel:

Tengo que empezar dándole la razón, las relaciones tienen que ser «interiorizadas». Sin embargo, es precisamente eso lo que hace que no sean meramente subjetivas, y si es necesario se «interiorizan» a base de porrazos. Si desaparecen las formas políticas no es porque se deje de creer (al modo en que se podría dejar de creer en un dios antiguo) en ellas, sino porque son destruidas o transformadas (insisto en limitar el término Estado a una forma de lo político concreta). ¿Acaso a fuerza de dejar de creer los venezolanos en el Estado desaparecerá éste? ¿Es el Estado una ilusión o son las relaciones que lo componen tan objetivas como pueden serlo las relaciones materno-filiales?

En cuanto a la cuestión militar, plantea usted, como posible tesis, que «los pueblos anárquicos son más difíciles de conquistar que los árquicos», cuestión sobre la que carezco de conocimientos históricos y militares como para poder emitir un juicio. No obstante, lo que yo planteaba no era qué clase de pueblos son más difíciles de conquistar, sino que son los imperios los que imponen su orden y conquistan, y que renunciar a ser uno supone, ya de partida, adoptar una posición sobre «cómo es mejor defenderse»: «Imperium, quod inane est, nec datur umquam» (pretender el mando, que no es nada, sin conseguirlo nunca) Lucrecio, De rerum natura, III, 998). Si el comunismo ha sido desterrado, prácticamente, del mapa político no ha sido gracias a Luxemburgo o Liechtenstein, o a dejar de creer en él. Ha sido el imperialismo de EEUU el que lo ha puesto contra las cuerdas.

Estado e Imperio son categorías políticas, a mi juicio, distintas. El Imperio español carecía de Estado porque no había decisiones soberanas, jurídico-políticas, (la idea de soberanía es ajena a la hispanidad, como decía el propio Gaspar de Añastro Isunza al traducir Los seis libros de la República de Bodino) por parte de la monarquía, entre otras cosas. El propio Dalmacio Negro, en su Historia de las formas del Estado contrapone a las formas estatales la Monarquía Hispánica, los Gobiernos de Rule of Law y La República Federal Norteamericana. Si mal no recuerdo, d’Ors tiene un artículo, o algo parecido, sobre el no-estatismo de Roma. Sobre la idea de Imperio el mismo Dalmacio y Gustavo Bueno tienen aportaciones interesantes.

Interesantísimo debate. Espero que nos veamos en octubre y continuemos estos debates con una buena mesa.

Un abrazo,

Álvaro

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