En esta semana el juez Andreu escuchará las palabras de una lista de declarantes en el caso de Bankia, denunciado por el partido UPyD. Las pérdidas para los ahorradores afectados, para los ciudadanos que rescatamos la mutación originada en Caja Madrid y las consecuencias no evidentes, pecuniarias o no, de la mala gestión y de los líos políticos, no deberían quedar en el olvido y disolverse en el tiempo como lágrimas en la lluvia, que diría el replicante Roy Blatt en la película Blade Runner.
Las sorpresas increíbles
El ex director general de Supervisión del Banco de España, Jerónimo Martínez Tello, enarca las cejas sorprendido todavía por el desarrollo de los acontecimientos. Reconoce que empezó a dudar “a título personal” en octubre del 2011 una vez que Bankia había salido a Bolsa y se dio cuenta de que aquello no era fiable definitivamente en primavera del 2012, cuando la auditora Deloitte puso en cuestión las cuentas de Bankia.
Increíble. Increíble que Martínez Tello se sorprenda tanto cuando una agrupación de inspectores del Banco de España elevaron informes acerca de lo sospechoso del tema, en concreto, "deficiencias en la gestión del riesgo de crédito y control interno" de Bankia, y que no hubiera una política de refinanciación “documentada y aprobada al nivel adecuado". Y lo hicieron un año antes de que el máximo responsable de la supervisión del Banco de España empezara a sospechar, ni más ni menos que en diciembre del 2010. Pero, al parecer los informes elevados se quedaron en las nubes, o no llegaron al completo, o no a la persona adecuada.
Pero ahí no acaba la sorpresa. Aún reconociendo que la segunda ayuda que Rodrigo Rato solicitó era insuficiente, y que Deloitte pidió una evaluación externa que nunca se presentó, Martínez Tello considera extrañísimo y sorpresivo el informe del FMI de abril del 2012 en el que consideraba a Bankia “vulnerable”. Increíble también esta segunda sorpresa, ¿no?
El caso Bankia, el musical
Si no fuera por lo que duelen los 19 mil millones de euros “inyectados” a Bankia, sería para contratar a alguien con luces suficientes para hacer un buen guión, un Alex de la Iglesia, por ejemplo, y decirle: “Hala, ahí tienes material para hacer una película de éxito, una mini-serie y hasta un musical”.
Porque, como en la magnífica película El Golpe (The Sting) de 1973, dirigida por George Roy Hill, y protagonizada por Paul Newman y Robert Redford en el papel de estafadores, al final se van a fingir muertos y nadie pagará los platos rotos. Una vergüenza por diferentes razones. En primer lugar, porque en una sociedad supuestamente civilizada y justa, el que la hace, la paga. En segundo lugar, porque hay ahorros afectados de clientes pero también de quienes han aportado esos miles de millones de euros para el rescate. Tercero, porque el informe de los inspectores señalaba la politización del consejo y que se antepuso el interés de los consejeros al de la entidad y ese es un hilo del que hay que tirar, caiga quien caiga, si de verdad queremos regenerar el sistema. Y cuarto, porque es un referente, es un caso ejemplar que debería mostrar a todos, ciudadanos y políticos, que hay algo de luz en medio de tanto barro.
Y si no tenemos unas leyes, unos tribunales y unos jueces con coraje suficiente como para que salgan a la palestra los responsables y que haya penas de cárcel y castigo aleccionador para todos, los de arriba y los de abajo, entonces estamos condenados. Estamos condenados a que aparezca un tipo con coleta y convenza a la gente de bien pero hastiada de todo de que estos tipos son el mal encarnado y que es mucho mejor una redistribución de la propiedad, la nacionalización de las empresas y la autarquía. Menos con Cuba y Venezuela, claro.
A diferencia de las películas de Hollywood, cualquier parecido con la realidad, no es pura coincidencia.
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