Después de un invierno de mucho frío y mucha lluvia llega la primavera a los mercados, aunque por desgracia no desde un punto vista metafórico, ya que el cuadro macro de la economía española sigue sin dar motivos para el optimismo. En las últimas semanas, se han empezado a dar los datos macroeconómicos para 2010, que vienen a confirmar lo que ya se sabía: la economía española confirma su tercer ejercicio consecutivo con crecimiento negativo o próximo a cero (para 2010 el dato ha sido de un crecimiento del PIB de entre el 0,1-0,2%). Este dato se convierte en aún más "malo" cuando tenemos a toda la Zona Euro empezando a crecer a tasas medias del 1,7%, con una Alemania que tira del carro creciendo al 3,5%. Nos volvemos a quedar atrás.
Las causas del estancamiento económico son diversas y ya las hemos comentado desde esta tribuna en diversas ocasiones. En primer lugar, los planes de contención fiscal diseñados por el ejecutivo, aun yendo en la buena dirección, se quedan cortos, como lo demuestra la hipersensibilidad de los mercados financieros a cualquier desvío en las cuentas públicas o mala noticia relacionada con nuestra economía. Es necesario aliviar las necesidades de financiación del Estado de forma estructural para que las finanzas públicas sean sostenibles y creíbles, y no estemos sometidos a continuados repuntes del riesgo país, lo que encarece el endeudamiento del sector público y privado de la nación.
Relacionado con este punto, y en el centro del debate político, se encuentra la necesidad de emprender reformas estructurales de calado en el ámbito de las pensiones y los mercados de trabajo. Patronal y sindicatos parece que desde enero han emprendido un diálogo serio con la voluntad firme de llegar a acuerdos que han avanzado en la buena dirección. Sin embargo, como lo acredita nuestro anémico crecimiento y la incapacidad de nuestra economía de generar empleo (que más que generar empleo, lo destruye), se hace perentoria la necesidad de alcanzar acuerdos más agresivos, que descentralicen de forma efectiva la negociación colectiva de manera que los salarios se ajusten a los incrementos de la productividad de cada empresa. Punto fundamental para que nuestra economía recupere parte de la competitividad perdida y vuelva a generar crecimiento y empleo imprescindibles, como decíamos antes, para aliviar de forma sostenida las tensiones existentes en las finanzas públicas del Estado y Gobiernos autonómicos y regionales.
Por último, pero no menos importante, resulta apremiante completar de forma rápida la reestructuración del sistema financiero, condición previa e imprescindible para recuperar la normalización de los flujos de crédito. Se trata de depurar aquellas entidades cuyos procesos de gestión interna sean insalvables y recapitalizar las entidades resultantes. El coste de esta recapitalización recaerá inevitablemente sobre el contribuyente, así que es de esperar que el regulador ponga las salvaguardas necesarias para que dichos fondos vayan destinados a depurar los balances de activos ilíquidos (o tóxicos), dotar las provisiones necesarias, y por último sufragar las pérdidas derivadas de todo ello.
Así pues, nos espera un invierno largo en cuanto a lo económico. La economía española está en una posición de extrema fragilidad. El escenario base para 2011 es la consolidación de un escenario de crecimiento anémico (recuperación en L, que ya anticipamos a principios de 2010), pero el riesgo de una recaída (double dip) es especialmente alto para nuestra economía.
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