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¿Debemos tener miedo a la automatización?

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La robotización y automatización de la economía no son el futuro. Son el presente.

Se han derramado ingentes cantidades de tinta a lo largo de los últimos 10 años tratando de analizar los efectos de la robotización de la economía, que hoy en día afecta a nuestra sociedad. Muchos han sido los que han seguido la senda marcada por los luditas de Manchester y han decidido oponerse firmemente a cualquier tipo de automatización de la economía e, incluso, a un mayor desarrollo de la inteligencia artificial, alegando un sinfín de peligros y desequilibrios socioeconómicos que dichas innovaciones podrían acarrear. Una rama cercana al pensamiento socialdemócrata ha tratado de encontrar un punto de equilibrio para tan enrevesada ecuación, aceptando la irrevocabilidad de las innovaciones tecnológicas ya acaecidas e, incluso, mostrando bastante flexibilidad de cara a innovaciones y desarrollos futuros de la robotización, incluyendo el papel jugado en nuestra sociedad.

Por otro lado, este mismo grupo de economistas, entre los que encontramos a Christopher Pissarides[1], ha puesto sobre la mesa un amplio número de medidas de carácter fiscal, que podrían implementarse con el objetivo de aumentar el peso del estado del bienestar y garantizar un amplio colchón de seguridad a todos aquellos trabajadores que pudieran ver amenazado su rol laboral, con el objetivo final de que el Estado actuase de garante de una fuente de ingresos estable y continuada en el tiempo. Para poder desarrollar dichas políticas sin desestabilizar aún más las finanzas públicas, muchos autores, e incluso genios de la tecnología como Bill Gates, han propuesto introducir un impuesto a los robots. Por otro lado, algunos analistas han estudiado el fenómeno de la automatización de la economía de manera generalizada, en vez de realizar un análisis sectorial o regional, ya que la sustitución de trabajadores por máquinas en ciertos empleos no afecta de la misma manera a todos los sectores productivos de la economía, a la par que su efecto difiere entre los diferentes países e incluso regiones de una misma nación. El análisis sectorial al respecto lo efectúa de manera brillante Luis Garicano en su libro El contrataque liberal[2], donde realiza una extensa comparativa de varios papers y teorías sobre el asunto, incluyendo algunos factores como el efecto de la automatización sobre la pobreza o la desigualdad a lo largo de los años.

En mi humilde opinión, para analizar un tema de tan profunda implicación económica es necesario hacer una reflexión en frío, basada en datos y sin tomar ningún informe presentado como una verdad absoluta. Lo que hemos de hacer es fijarnos en los detalles de los estudios ya realizados e investigar a su vez sobre esos detalles, que, aunque de primeras puedan parecer una nimiedad, son realmente el factor que marca la diferencia a la hora de ejecutar o evaluar políticas publicas relacionadas a la automatización. Eso es lo que trataré de realizar de manera breve a través del presente artículo, con la mayor objetividad posible, analizando algunos papers al respecto que han obtenido un gran reconocimiento por parte de los más reputados economistas, precisamente por su contribución al debate sobre el tema que hoy nos concierne. 

Corría el año 2013 cuando Carl Frey y Michael Osborne publicaron su conocido paper The Future Of Employment[3], en el que concluían que el 47% de los empleos del mercado laboral estadounidense se encontraban en riesgo de automatización a lo largo de los siguientes años. Tras ello, la OCDE, en uno de sus últimos estudios sobre el tema, titulado Employment Outlook 2019: The Future of Work[4], concluye que tan solo un 14% de los trabajadores procedentes de los países miembros se encontrarían actualmente en puestos de trabajo con un alto riesgo de automatización. Que dos informes de tal relevancia muestren resultados tan dispares generó una gran confusión entre los lectores y estudiantes del tema. ¿Quién estaba diciendo la verdad? En economía, la verdad absoluta casi nunca existe. La respuesta a casi cualquier pregunta propia de la ciencia económica comienza usualmente por “depende”. Pues bien, en este caso ocurre igual. Es decir, independientemente de que estudio se muestre más acertado (algo que no podremos corroborar empíricamente hasta dentro de unos años), hemos de resaltar que el hecho de que un trabajo padezca un alto riesgo de automatización no implica de manera directa que esto se traduzca en un mayor desempleo de forma agregada. Nunca ha sido así a lo largo de la Historia. En las diferentes revoluciones industriales se destruyó gran cantidad de puestos de trabajo, pero se crearon miles de nuevas necesidades en el mercado, las cuales a su vez se cubrieron con nueva oferta, que generó miles de nuevos roles laborales y puestos de trabajo, siendo estos cubiertos por trabajadores más jóvenes y por todos aquellos trabajadores que habían sido previamente desplazados del mercado de trabajo, pero que más tarde- a través de la formación- lograron adaptarse al nuevo marco laboral. Asimismo, uno de los mayores efectos que ha tenido a lo largo de la historia la automatización y la innovación tecnológica, ha sido el consecuente aumento de la eficiencia productiva (tal y como explico en este otro artículo) y la reducción de la jornada laboral, pasando de 70 horas semanales en 1860-70 a menos de 40 horas hoy en día.

Para respaldar la teoría del multiplicador laboral, el Foro Económico Mundial publicó hace poco un informe[5] en el que afirmaba que hasta el año 2022 se crearían, en términos netos, más de 50 millones de puestos de trabajo. Algunos expertos incluso llegan a afirmar que actualmente, en términos netos, se crean al año cerca de 30 millones de nuevos empleos. Mientras tanto, las ventas de robots destinados a la industria no para de aumentar en todo el mundo. Según los datos oficiales de la FIR[6] (Federación Internacional de Robótica), en 2018 se vendieron un total de 400.000 robots, mientras para 2022 se estima un crecimiento del 46% en volumen total de unidades vendidas. En relación con esto, y tal y como muestra el economista Manuel Alejandro Hidalgo en su libro El empleo del futuro: un análisis del impacto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral[7], los trabajos que padecen un mayor riesgo de ser sustituidos por robots son aquellos que requieren una cualificación media, aumentando a su vez la productividad de todos los distintos niveles de cualificación, especialmente la de los trabajadores menos formados y dedicados a tareas que requieran un gran esfuerzo físico.

Aun teniendo en cuenta la ingente cantidad de beneficios, que en términos de eficiencia, productividad e incluso empleo trae y traerá la automatización de la economía, muchos de ustedes se estarán preguntando qué deben hacer ante esta situación los trabajadores que se vean negativamente afectados por dichas innovaciones tecnológicas, y qué papel ha de jugar el Estado en esta situación, para prevenir la creación de una nueva clase marginal y olvidada, que más tarde dé lugar a una nueva ola de populismos iliberales y de carácter fuertemente intervencionista. Por lo tanto, sí han de tomarse ciertas medidas, que lejos de intervenir la libertad empresarial y de mercado, facilitarán este proceso de transición tecnológica y garantizarán la estabilidad socioeconómica.

En primer lugar, es necesaria una formación para todos aquellos trabajadores que, al ver amenazado su rol dentro del mercado laboral, deseen reciclarse. No digo que dicha oportunidad de formación haya de ser financiada y gestionada en su totalidad por el Estado, sino que el tema ha de ser puesto encima de la mesa para su estudio y aplicación en un futuro cercano. Mis preferencias respecto al modelo educativo giran en torno a un sistema de colaboración publico-privada que garantice la libertad de elección de los usuarios (de los padres en caso de los menores de edad). Para este “nuevo” sector educativo, el sistema aplicable sería similar, con “cheques educativos” provistos por el Estado para todos aquellos trabajadores que no pudieran afrontar el pago de un curso o título de formación en manejo de nuevas tecnologías o aplicación de estas, y que garantizase la libertad de elección de centro privado. Otra opción es que dicha formación la elija y la financie la propia empresa empleadora del trabajador, que no requiere, por lo tanto, la intervención del Estado en este caso particular. En cualquier caso, el punto más relevante a resaltar aquí es que el reciclaje a través de la formación continua es un elemento clave para lograr una adecuada adaptación al marco laboral del futuro. 

En conclusión, la robotización y automatización de la economía no son el futuro. Son el presente. Son un fenómeno que elevará de manera extraordinaria la eficiencia y la productividad laboral hasta cotas nunca antes alcanzadas. Ello requiere que el Estado no le ponga puertas al campo en este asunto, y permita una correcta innovación y desarrollo de las nuevas tecnologías y su aplicación al modelo productivo actual. La innovación técnica no solo generará más, sino también mejor empleo. Con el tiempo se ha demostrado que los luditas estaban fuertemente equivocados. No cometamos sus mismos errores.


[2]  Garicano, Luis. (2018)- “El contrataque liberal”, Ediciones Península

[3] Fre, Carl B. and Osborne, M. (2013)- “The Future Of Employment”- Oxford University- https://www.oxfordmartin.ox.ac.uk/downloads/academic/future-of-employment.pdf

[4] OECD (2019), OECD Employment Outlook 2019: The Future of Work, OECD Publishing, Paris, https://doi.org/10.1787/9ee00155-en

[5] The Future Of Jobs Report (2018)- WEF- http://www3.weforum.org/docs/WEF_Future_of_Jobs_2018.pdf

[7] Hidalgo, Manuel A. (2018)- El Empleo del Futuro: Un análisis del impacto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral- Ediciones Deusto

 

4 Comentarios

  1. Si, como dices :»En economía,
    Si, como dices :»En economía, la verdad absoluta casi nunca existe. La respuesta a casi cualquier pregunta propia de la ciencia económica comienza usualmente por “depende”.
    ¿Entonces a que viene tanta chachara vacua?

    • En la misma dirección que el
      En la misma dirección que el comentario de Crego, esta acertada crítica de David Gordon sobre la interpretación de la evolución de EE.UU. presentada en el libro de Christopher Caldwell (2020) «The Age of Entitlement: America Since the Sixties»: https://mises.org/es/wire/age-entitlement-el-legado-de-las-leyes-antidiscriminatorias

      Y como conclusión, este comentario de Noah a la versión en inglés:
      «I would think the “old constitution” by which America had been governed was inherently incompatible with the natural progression of ANY nation-state which increasingly sought to become a dominant global empire and military/monetary hegemon.
      The first step would seem to be found in the efforts to become «empire» to start with. Maybe earlier steps would include the 1840s Mexican Cession (and proposal to annex ALL of Mexico) and the later imperialist, empire-seeking policies and actions of Manifest Destiny.
      The further cascade of later steps (including the Civil Rights Act of 1964, or some variation thereof) then become almost inevitable.»

    • … aunque una cosa es teoría
      … aunque una cosa es teoría y otra historia.
      Perdón por introducir confusión al mezclar una cosa (historia -mi comentº.-) con otra (teoría -de lo que se estaba hablando-).

    • Si es que es mas sencillo que
      Si es que es mas sencillo que todo eso; si la economía no es una ciencia porque no hay verdad , si todo es relativismo, entonces callate; los experimentos con gaseosa; ¡Joder que tropa! ¿de donde salen todos estos diletantes?


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