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Desigualdad en dos palabras

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El principal argumento ético socialista es la lucha contra la desigualdad. El fondo de su argumento son dos palabras (mientras que…) que siempre unen dos frases que hacen referencia a la situación de dos grupos sociales o de “unos y otros”. El ejemplo más conocido es la frase “el 20 por ciento de la población tiene el 80 por ciento de la riqueza, mientras que el 80 por ciento restante se tiene que conformar con el otro 20 por ciento”. Esta frase, que se acuñó en 1980, tiene varios problemas, como que los datos sean ahora 20-75 y 80-25, gracias al mayor desarrollo en el sudeste asiático, China e India o, especialmente, que no explica que si un 20 por ciento de la población tiene el 75 por ciento de la riqueza mundial es porque la ha producido.

En primer lugar hay que deshacer esa idea que siempre flota en estos pseudoargumentos socialistas, y que viene a sugerir que las rentas se “reparten” o “van” a unos y otros sin explicar cuál es el mecanismo económico que explica los sueldos y rentas. En una versión extrema de esta concepción, la gente llevaría a cabo ciertas actividades y por otro lado, y sin aparente relación, un ente repartiría rentas y propiedades entre los ciudadanos, que los distribuiría, de ahí la insistencia en la “distribución de la renta y la riqueza”. Nada hay parecido a ello en una sociedad libre. 

En el mercado solo hay producción y formación de precios. Los empresarios tienen la visión de un producto o servicio que puede servir a los intereses y deseos de los consumidores, y cuya venta por tanto le generará un ingreso. Con la idea de este ingreso futuro, busca los factores que más le acerquen al producto deseado y que menos dejen de servir en otras ramas de la producción cuando los contrate o adquiera para comprometerlos en el suyo, lo que determina los costes. Es en ese proceso donde se origina el beneficio. Luego cada factor recibe una renta que es suficientemente atractiva como para descartar otras posibilidades y que tiene como límite la previsión que hace el empresario de la productividad marginal que aportará en ese proceso productivo, descontando de ella el interés.  

En definitiva, la formación de rentas es puramente económica y deriva de la aportación individual a la producción. En función de que esta aportación sea mayor o menor las rentas serán más o menos altas. Pero aún queda la cuestión planteada en esas dos palabras. “Mientras que…” sugiere la idea de que hay alguna relación entre el hecho de que, por ejemplo, A genere una renta X y B otra 10X. Esta concepción sugiere que los dos, A y B están luchando por llevarse lo más posible de una especie de fondo común. Pero, como queda sugerido en el anterior párrafo, la riqueza no está ahí, esperando a que nos acerquemos y la troceemos, sino que tiene que descubrirse y crearse. Un mundo libre es un mundo abierto, en el que gran parte de nuestras opciones las podemos crear nosotros mismos. Ese “mientras que” no atiende al modo en que funciona el proceso productivo y sugiere que hay una especie de fondo común que en realidad no existe.

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