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Distorsión y depredación

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Muy interesante, si bien triste, el Estudio Internacional Values and Worldviews, publicado por la Fundación BBVA, y brillante el análisis que de él ha hecho Domingo Soriano. Y es que si el Estado distorsiona siempre, a los habitantes del sur de Europa, y manifiestamente a los españoles, nos desorienta aún más.

La preferencia temporal de los ciudadanos es la primera víctima del crecimiento estatal cuya presencia omnipotente induce a exponer recursos públicos ante aquellos, que se excitan por la posibilidad de una captura inmediata. Queremos bienes y servicios rápidamente, y el único mérito que pretendemos atribuirnos es el de gritar y acosar para obtenerlos. En un argot decimonónico, reactivado en el tardofranquismo y nunca desaparecido en democracia, la lucha callejera, desaforada y acosadora, guarda en sí el germen de la validez. "Merezco algo gratis porque lloro, porque insulto, porque envidio, porque sufro". Protestar puede ser la reacción obligada ante un derecho legítimo pisoteado o, por el contrario, constituir la expresión del más primitivo instinto depredador. Mediante lo primero se reclama lo ganado; por lo segundo se accede a lo inmerecido. ¿Dónde podemos encontrar el criterio que nos ayude a distinguirlo?

La sabiduría empírica y racional de muchos individuos, pioneros que fueron imaginando pequeñas mejoras en las costumbres, y la difusión de estas bien por imitación, bien por respeto a la auctoritas o por cualquier otro mecanismo de influencia social, acabó decantando la mejor y más exitosa de aquellas: la propiedad privada. La solución ante bienes naturales cada vez más escasos es la apropiación particular extensa y dispersa de ellos. Creerse dueño de algo: una tierra, una vasija o una espada, objetos que se sentían como la prolongación de uno mismo, pudo suponer el comienzo intuitivo de una institución. Sea cual sea el cómo inicial del proceso, lo cierto es que, de percepciones subjetivas se fue pasando a un sistema de respeto de lo privativo y, con ello, a regular con objetividad los modos lícitos de apropiarse de un bien y a asegurar la inviolabilidad de lo que es legítimamente de uno. Nada hay de innato en la propiedad privada y nada de definitivo en su forma actual, pero tampoco existe algo más eficaz y justo a día de hoy. Por último, tampoco se atisba en el horizonte algún modelo social que lo vaya a sustituir.

Frente a ello se alza el pensamiento, místico en el fondo, racional en su ropaje y falsario en la intención, por el que quien no gana algo con su trabajo y talento o viola un contrato no engañoso, pretende obtener el premio. Este modo de enfocar el ineludible obstáculo de ganarse la vida es místico porque extrae de la nada el "derecho a", simuladamente racional porque cubre con términos cultos y globales su aspiración, y es, asimismo, malintencionado porque persigue, simplemente, regresar al estado salvaje de la apropiación coactiva.

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