Aunque seguramente encuentren en esta web varios artículos con un título semejante, he querido reproducir también ahora el mismo cabecero con motivo de un reciente seminario celebrado en la Universidad Eclesiástica San Dámaso, con la colaboración del Centro Diego de Covarrubias. Se trataba de una Jornada de Economía en torno a las implicaciones éticas de la crisis actual, como en seguida plantearía el catedrático de Teología Juan Pérez-Soba, director del curso. Discurrió en una sesión de mañana, con los miembros del CDC Antonio Pancorbo y Juan Ramón Rallo (que hablaron sobre la crisis desde varias perspectivas) y una sesión de tarde con los profesores Velarde y Rubio de Urquía discurriendo sobre el presente y el futuro de la situación española.
Voy a contarles las sesiones matutinas (no pude asistir a las demás), que abrió el profesor Pérez-Soba planteando una aproximación a la economía desde la teología moral: situar el amor en todos los ámbitos de la acción humana, también en el mundo financiero y mercantil. Partía de un análisis sobre la esquizofrenia de nuestra sociedad que no quiere oír de moral, pero que continuamente se queja por la falta de comportamientos éticos. O del fracaso de una ingeniería social, muy patente después de la caída del socialismo. Su propuesta hablaba de una ética amiga de la persona; de una ética de bienes y no solo de "procedimientos correctos: y es que el amor sí que tiene un interés, pero es un interés no utilitario. Porque defendía la idea de bienes que no son útiles, criticando el soporte emotivo/utilitarista del paradigma smithiano. Del mismo modo que la justicia no es solamente una distribución equitativa, no es la suma de los bienes privados: debe aspirar a más, a erigirse como un bien para la comunidad, puesto que en esta perspectiva los hombres deberán reconstruir las relaciones sociales desde un nuevo fundamento, el de la caridad y la comunión.
Antonio Pancorbo, economista del Banco de España, indicó que la falta de moral no es suficiente para explicar una crisis financiera como la que estamos teniendo. En su opinión, las actuales instituciones monetarias y financieras han servido de «catalizador» de los comportamientos inmorales que normalmente se denuncian y sin las cuales estos comportamientos inmorales globalmente no se hubieran producido. La teología moral debería, entonces, tener un papel activo en la valoración moral de instituciones como el actual dinero inflacionario y crédito inflacionario, e invitó a la Facultad de Teología de la Universidad San Dámaso a tomar un liderazgo en este campo.
A partir de un análisis crítico de esta situación, planteaba algunas conclusiones que bien nos recuerdan la lucidez de Juan de Mariana en su De monetae mutatione. A saber: que la inflación envilece la moneda; introduce un impuesto inicuo y silencioso; redistribuye injustamente la riqueza; favorece la centralización del poder político y económico; obliga a la especulación financiera; posibilita ingresos ilegítimos; e incluso debilita el pensamiento económico. Por todo ello, animaba a las instituciones educativas de la Iglesia, como era el caso de esta Universidad San Dámaso, a discurrir en torno a tales cuestiones siguiendo la indicación del Catecismo que presentó en 1992 el entonces cardenal Ratzinger: hay que garantizar un sistema monetario estable y unos servicios públicos eficientes.
Termino con una brevísima alusión a la conferencia de Juan Ramón Rallo, bien conocido por todos ustedes y flamante premio Julián Marías de la CAM. Explicó algunos puntos de ese certero análisis Una crisis y cinco errores, escrito junto a Carlos Rodríguez Braun: el intolerable peso del Estado y de las Administraciones Públicas; el aumento de la regulación; el excesivo endeudamiento de los ciudadanos, que han vivido por encima de sus posibilidades gracias a la política monetaria y crediticia de gobiernos y bancos centrales; o la conducta codiciosa de muchos intermediarios financieros que se lucraron de comisiones y beneficios extraordinarios.
Desde un punto de vista más técnico, nos recordaba cómo el sistema financiero se mueve permanentemente en los umbrales de la insolvencia: los bancos se han endeudado a muy corto plazo, con inversiones solo recuperables a largo. Como señalan en el libro citado, "si un día los clientes decidieran retirar más del 2% de los fondos que tienen depositados", la entidad financiera en cuestión "sería incapaz de pagarles" y entraría en suspensión de pagos. Pero todo ello, bendecido por los bancos centrales, que inyectan periódicamente dinero (de nuestros impuestos!) para que estas entidades puedan seguir atendiendo sus múltiples obligaciones a corto plazo.
Ya he comentado que no pude asistir a la clausura de la Jornada, a cargo del profesor Rubio de Urquía; pero seguramente no me equivoque en el cariz transcribiendo ahora una intervención suya nada más terminar la conferencia de Rallo: es necesario reconstruir el Estado si queremos cambiar la economía.
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