Durante los últimos tres meses de este 2014 que agoniza ya se ha jugado la suerte de lo que va a suceder durante el año que viene. Y, salvo que concurra algún tipo de cisne negro inusitado ajeno a las zonas calientes de conflicto geopolítico o económico del planeta, las cartas con las que España tiene que jugar la partida de la recuperación ya están sobre el tapiz.
Como cualquier gran crisis que el sistema económico moderno ha soportado durante los dos últimos siglos, la crisis actual ha tenido que lidiar con un problema de iliquidez sin parangón. Hasta el punto de secar el mercado interbancario y prácticamente bloquear las operaciones corporativas y la financiación durante trimestres.
España y la Unión Europea decidieron apostar al riesgo moral en 2012. Esto es, decidieron lavar los errores de descalce de una gran parte de los bancos con dinero del contribuyente. Solucionar los desajustes que estos errores habían generado en la economía productiva (y, sobre todo, en el mercado inmobiliario) pasándole la patata caliente al ciudadano. Esta arriesgada apuesta, que anula la posibilidad de aprendizaje de aquellas asociaciones que metieron la pata, nos ha llevado a la situación actual.
Y la situación actual española es la de un sistema financiero saneado gracias a los colchones que ha ido colocando la Hacienda pública, con una liquidez artificialmente infinita emanando de los bancos centrales y con una oferta inmobiliaria artificialmente reducida gracias al papel que ha jugado Sareb.
Sin embargo, una vez tomada la decisión políticamente sencilla (trasladar el coste al votante), toca ahora ejecutar la decisión compleja: el cambio de modelo productivo. Y esta decisión es la que se ha ido tomando, poco a poco, durante los últimos meses en los órganos de dirección de aquellos con facultad real de tomarla. Es decir, todos aquellos que tienen ahora la financiación necesaria para posibilitar el cambio.
Los bancos españoles, que precisamente tienen que jugar este papel, llevan en desempeñando una actitud binaria durante los últimos meses en lo que a financiación se refiere. Disfrutamos los mismos tipos en el mercado de deuda que en Alemania (hablo ahora de deuda privada) y nuestros bancos, al igual que los alemanes, no saben qué hacer con esta financiación. Y digo actitud binaria porque se topan con activos muy valiosos a los que claramente quieren prestar financiación y activos totalmente distressed a los que no se atreven a prestar. El problema es que estos valiosos activos no están acudiendo a la ventanilla bancaria (o simplemente acuden para refinanciar su deuda, alterando los términos y condiciones pero sin demandar crédito nuevo) mientras que los que sí acuden son aquellas empresas (y personas) que aún no han solucionado sus desajustes.
Ha sido el momento, por tanto, de adoptar una nueva posición estratégica en la financiación española bancaria. El modelo hipotecario, pese a la importante reducción del stock de vivienda y la recuperación esperada de volumen y precio, no es la palanca de crecimiento a futuro de las entidades financieras. Y no lo es no porque estemos ante el final del ladrillo en España. Si no porque es un modelo que no permite construir una fuente de ingresos sostenible ad aeternum. Y menos aún con el invierno demográfico que se aproxima.
Por todo, y como decíamos al principio, en los órganos de dirección de los grandes bancos se ha tomado la decisión de qué hacer con toda esa liquidez que no están logrando colocar y que tienen que colocar. Tienen que colocarla porque les penaliza tenerla en su balance de cara a Basilea III y si la quieren depositar en el BCE tienen que pagar unos tipos de interés negativos por los servicios.
¿Dónde va a dirigir la banca todo este exceso de recursos? Pues mientras siguen con su problema binomial parece que va dibujándose una tendencia a nivel operativo: la apuesta por el crédito al consumo y por la financiación a pequeñas y medianas empresas.
Por un lado, la financiación al crédito al consumo ha estado creciendo a tasas interanuales de dos dígitos durante todos los meses de 2014 (a excepción de agosto) según datos del Banco de España. Y es un dato especialmente relevante habida cuenta que no viene de una depresión anterior acuciante. Por ejemplo, la financiación de la vivienda a los hogares se ha disparado a tasas más elevadas que el crédito al consumo sin embargo venimos de una sequía.
Por contra, el mercado de crédito al consumo en España aún está por construir y diseñar. No se ha hundido porque no se ha podido hundir y la apuesta por el mismo desde los bancos es palpable (no hay más que ver los esfuerzos del Banco Santander por adquirir la financiera de El Corte Inglés, el giro estratégico de Banco Popular, las líneas de crédito a matrimonios de Bankinter o las líneas revolving de hasta 12.000€ de Bankia a menores de 30 años).
La otra pata sobre la que se construye el retorno de la financiación son los préstamos a pequeñas y medianas empresas. Volviendo a los datos del Banco de España, los préstamos de nominales inferiores a 1 M€ a PYMES han crecido a tasas superiores al 6% interanual durante 2014, cada mes. Intensificándose el crecimiento desde junio.
Parece, por tanto, que la orden que se ha ido trasladando a los comités de riesgos de los bancos españoles es la de apuntar al consumo y a las PYMES. Y, en concreto, a estas últimas con todo tipo de productos (factoring, cartas de crédito, líneas revolving de tipo RCF, pólizas, confirmings, deuda amortizable, deuda bullet, unitranche, etc.). En parte acuciados por el final del carry trade que disfrutaban por los bajos tipos del BCE frente a los altos tipos de la deuda pública de 2012 y del primer semestre de 2013 y en parte empujados por el cambio de paradigma de un modelo de bancarización español que pudo tocar su fin en 2012.
El cambio estratégico, que ha logrado que muchos bancos se construyan casi de cero una cuenta nueva de resultados, como se dice en el sector y cuyos paradigmas han sido Bankia y Banco Popular, ya ha empezado a ejecutarse. Y sólo nos queda por ver si la apuesta ha sido sensata y permitirá construir, también, una cuenta sostenible de pérdidas y ganancias a nivel macro. O si, por el contrario, volverá a generar un modelo insostenible adicto al crédito bancario. Alea iacta est.
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