Uno de los numerosos memes que han inspirado el tema de las acciones de GameStop es un gráfico de Nolan donde los cuatro cuadrantes ideológicos aparecen felices mientras el centro llora desconsolado. Es muy divertido, pero bastante injusto con el centro político.
¿Por qué? Pues porque algo que alegra a todos los extremos del cuadrante, por definición, no puede molestar a la mayoría de las personas que se sitúan en el centro. Cuando no entiendes qué está pasando, pero todo el mundo es feliz ¿para qué preocuparte?
Con la polémica sobre los youtubers que van a fijar su residencia en Andorra, la cosa cambia. Aquí hay tres cuadrantes a los que no le hace gracia el asunto, y otro que está feliz de que por fin el tema de los impuestos vuelva a primera fila del debate político.
El centrista moderado random está confuso: los impuestos son buenos; pagan la sanidad y la educación. Pero emigrar de tu país nunca ha sido moralmente reprochable. Además, parece razonable pedir que los servicios que se reciben del Estado sean mejores que lo que son. Aunque chavales que ya son ricos podrían mostrar más solidaridad con sus conciudadanos. ¡Es todo muy confuso!
Cuando tu brújula moral no apunta a ninguna parte todo es fácil si no te tienes que mover. El problema empieza cuando el agua empieza a cubrir tus rodillas y tienes que decidir a dónde ir.
Una parte de esa agua es el teletrabajo. Algo que empieza a permitir a mucha gente deslocalizar sus servicios de allí donde residen. O dicho en cristiano: puedes trabajar para cualquiera sin importar las fronteras.
El éxito del teletrabajo es algo que ha surgido de la tecnología. Poder realizar un trabajo para otra persona que está a miles de kilómetros de ti (sin tener que transportar mercancía alguna) no ha sido fruto de un plan quinquenal o de una campaña de activismo. Simplemente podemos hacerlo con la tecnología actual, y esa misma tecnología lo irá haciendo cada vez más simple.
Lo que sí va a ser fruto de miles de mentes brillantes al servicio del mal es la reformulación del término frontera.
Una frontera es el confín de un Estado. Todos entendemos que se refiere a su territorio físico. Hemos asumido que estas líneas en los mapas son importantes. Los que tenemos la suerte de vivir en occidente podemos cruzarlas, pero siempre consultando antes las leyes peculiares que los distintos burócratas han escrito sobre ellas. ¿Puedo cruzar con mi mascota? ¿Cuánto dinero en efectivo puedo llevar? ¿Qué tipo de comida?¿Cuánto tiempo puedo permanecer al otro lado?
Un incordio, sin duda, pero al menos todo se circunscribe a idea muy sencilla: estás bajo la jurisdicción de un Estado o de otro según el territorio que pises.
El mundo virtual complica mucho las cosas. Un ciudadano español trabajando para una empresa de Texas desde Segovia plantea algunos interrogantes. ¿Dónde cotiza? Porque nos han dicho que la seguridad social la paga el empleador, no el empleado. ¿Tendría derecho a una pensión en Estados Unidos? ¿Y qué pasaría con el ya quebrado sistema de pensiones español? ¿Y el IRPF dónde se pagaría? Nos han dicho que los impuestos son para pagar la sanidad y la educación, así que lo lógico sería que se pagaran en el país donde está la sanidad y educación del trabajador. ¿Eso le parecerá bien al Estado que mantiene la empresa en su territorio? ¿Y si ese Estado tiene a personas desempleadas?
Dos Estados grandes pueden llegar a acuerdos. Yo me quedo con esto y tú con lo otro y todos contentos. Pero hay terceros países que pueden ir por su cuenta. Y lo que es más interesante, hay territorios dentro de los Estados actuales que pueden echar cuentas y pensar que les interesa ir por su cuenta.
Los impuestos, como su nombre indica, dependen de la imposición que un determinado Estado puede realizar. Cualquier límite a esa capacidad va a ir seguido de un monumental esfuerzo intelectual para justificar la ampliación del poder estatal para superar ese límite. El objetivo claro va a ser la libertad individual y la capacidad de pequeños territorios para mantener su autonomía fiscal.
La duda va a ser qué postura va a mantener el centro moderado ante esto. ¿Lo moderado va a ser criticar la emigración? ¿Los temas internos de países pequeños van a ser manejados por los grandes con el visto bueno de lo más ilustrado de nuestra sociedad? ¿Hasta qué punto se podría llegar sin poner el riesgo la moderación? ¿Se podría incomunicar a un país si no cumple con los moderados dictámenes de la mayoría? ¿O sería más moderado invadirlo militarmente?
Lo que hemos visto en 2020 deja bastante claro que el optimismo no está justificado.
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