El conocimiento es una dimensión importante y compleja de la estructura productiva o de capital de la economía. La relación fundamental del conocimiento y la producción –de bienes y servicios- es que el primero está plasmado en los bienes de capital. Por ejemplo, una máquina construida para inyectar plástico a un molde y conseguir una pieza de dicho material encierra el conocimiento combinado de aquellos que diseñaron y materializaron esa estructura física –la máquina- con la capacidad de acometer esa función y propósito -inyectar plástico aun molde-.
Puede decirse que los bienes de capital expresan un conocimiento sobre el proceso productivo y cómo este debe ser llevado a cabo; de tal modo que son capaces de multiplicar la productividad de quien use dicha máquina que no necesita poseer el conocimiento requerido para construirla, solamente su funcionamiento básico. Por ejemplo, un operario que haya decidido no dedicar su vida a la ingeniería industrial o al diseño de máquinas que inyectan plástico puede, con pasos relativamente sencillos, ser capaz de crear piezas de plástico a través de la adecuada máquina.
Además, el propio conocimiento encerrado en los bienes de capital vuelve a combinarse gracias al proceso productivo ordenado por el juicio discerniente del empresario, que organiza los recursos productivos conforme a sus planes de producción. En consecuencia, la economía está basada en el conocimiento porque se vale de los bienes de capital (incluyendo las técnicas y modos de usarlos y combinarlos).
Esa combinación de conocimiento y bienes de capital tiene un orden, un sentido, que se conoce como estructura productiva o de capital de una economía. Esta estructura es un aspecto esencial de lo que Hayek denominó el orden extenso de la cooperación humana, pues es el resultado de la tremenda y rica interacción social a través de la cual el conocimiento de muchas personas se combina. Un tipo de esta interacción social es el que se produce en el seno de la institución llamada empresa.
Dentro de esa interacción social del conocimiento encaminada a la producción, hay un tipo de actividad esencial para las economías, y es el esfuerzo creativo por aprender cómo hacer cosas y la plasmación de ese aprendizaje en el diseño de herramientas y productos que puedan ser usados por otros.
Dicho proceso de diseño de las herramientas y productos, que es la plasmación de la especialización del conocimiento, facilita un ahorro de tiempo y costes. Así, los componentes, o módulos, que han de combinarse en el diseño de los bienes de capital son cada vez más especializados y valiosos, de modo que se evitan costosas y prolongadas iteraciones hasta dar con las características apropiadas de los nuevos componentes de los bienes de capital que han de diseñarse –véase la teoría de la modularidad en el diseño de productos-. De hecho, en los procesos de producción modernos no es sencillo separar claramente lo que es producción y lo que es diseño. Los productos evolucionan rápidamente en distintas versiones (los smartphones) conforme los productores van introduciendo continuas mejoras.
Ese conocimiento especializado en el diseño de bienes de capital que serán usados por otras personas va extendiéndose a lo largo de la economía, de la estructura de capital, haciéndola más y más compleja. Una complejidad que ha de entenderse en su sentido intuitivo, es decir, un sistema (la estructura) en el que se incrementan el número de componentes y el número de interconexiones entre ellos. Esta complejidad hace cada vez más difícil aprehender o concebir –o imaginar- la economía, pero guarda un sentido, un patrón, un orden, una estructura.
La reciente literatura especializada en diseños de producto (Baldwin y Clark, 2000) ha desarrollado lo que la teoría austriaca del capital destaca, de un modo más abstracto, como las conexiones inseparables entre la acumulación del capital y el conocimiento tecnológico (Lachmann, 1956 y Lewin, 1999) o el incremento de la productividad de los métodos indirectos de producción (Böhm-Bawerk, 1888) o, como se ha dicho, el incremento de la complejidad de la estructura del capital (Lachmann, 1956).
En resumen, detrás de los medios físicos y humanos de la producción, encontramos toda una intrincada estructura de conocimiento plasmada en los bienes de capital y complementada por el conocimiento en cómo éstos deben usarse. Cuanta más especialización del conocimiento a través de la combinación de dichos bienes así como el desarrollo de nuevos productos –su diseño-, más complejidad alcanza una estructura productiva (o como dice Peter Lewin: «the complexification of production»). Y cuanto más compleja es una economía, mayor es su desarrollo y crecimiento, y más intensamente se plasmará el conocimiento en la estructura productiva o de capital.
Este comentario está basado en el excelente y muy recomendable trabajo de Peter Lewin «The capital-based view of the firm».
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