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El difícil camino hacia la autonomía universitaria 

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Cualquier universidad pública que carezca de autonomía se convierte en una burocracia; sin cerebro, sin interés por innovar, ni tomar decisiones propias. El personal que la conforma no necesita pensar, sino solamente cumplir las órdenes del jefe o cumplir los programas diseñados por alguna oficina gubernamental. Se le denomina “universidad pública” a las instituciones educativas creadas por el gobierno con recursos del erario. El gobierno determina el lugar, expropia o compra los terrenos, decide la arquitectura de los edificios, contrata al personal docente, decide los sueldos y salarios y diseña los planes y programas de estudio. Es una práctica estatal impulsada por el dictador austriaco Otto von Bismarck desde mediados del siglo XIX con el fin de tener el control del pensamiento de los individuos. 

Las universidades públicas, creadas de esta manera, naturalmente se transforman en instituciones burocráticas propicias para el despilfarro de recursos, robo y saqueo donde los más beneficiados son los que alcanzan los altos puestos directivos y las mafias sindicales; florece el nepotismo, pues hay la facilidad de colocar a los parientes, amantes, amigos, etc.

Los recursos que recibe la autoridad universitaria se desperdician en gastos inútiles o innecesarios. Los alumnos se convierten en el pretexto para seguir recibiendo recursos “ad infinitum”; los sindicatos aprovechan la oportunidad de inflar la plantilla con personal innecesario.  

La rentabilidad, que la trabajen otros

Las universidades públicas no sienten la necesidad de preocuparse por la rentabilidad, pues se jactan de no ser negocios, y, por tanto, no se preocupan por las pérdidas. Otro fenómeno notable es que se convierten en nido propicio para las corrientes de izquierda. Se difunde extensamente la línea marxista como pensamiento único, rechazando u hostilizando al pensamiento liberal, casi nadie conoce a los pensadores de la Escuela Austriaca de Economía, a pesar de tener grandes académicos de Premio Nobel.

También se puede observar los altos niveles de deserción. De cada 100 alumnos que ingresan, solo llegan a titularse el 10 o 15% a pesar de que en varias se ha abolido el requisito de hacer una tesis y se les otorga el título con solo aprobar todas sus asignaturas.

Si estos fenómenos solo se observaran en una determinada universidad pública, bastaría, quizás, cambiar a los directivos, despedir a algunos o a todos los profesores, aumentarles el salario al doble para que se preocuparan por hacer bien su trabajo, pero nada de esto funciona. Además, el fenómeno es bastante generalizado. De hecho, no se conoce de una sola universidad pública que esté “libre de pecado”.

¿Autonomía?

Ante esta realidad, las universidades prometen cumplir bien si se les da la autonomía para autogobernarse. De hecho, a varias se les ha concedido el privilegio de la autonomía. Pueden elegir a sus autoridades, seleccionar a sus docentes, establecer sus sueldos, determinar prestaciones y servicios, etc. Pero el gobierno las sigue subsidiando. Les entrega su presupuesto anual y prácticamente sin supervisión ni entrega de cuentas, pero tampoco ha servido, y quizás ha sido peor. 

Realmente se necesita analizar a fondo el modelo de universidad pública que se aplica desde décadas atrás. 

Hace 200 años o más, el gobierno no se metía en el campo educativo. Eran los particulares, es decir, los que no pertenecían al aparato estatal, quienes educaban a los niños y jóvenes. El comerciante contrataba a un letrado para educar a sus hijos, o bien, alguna orden religiosa se disponía a fundar escuelas y universidades. 

La idea de Bismarck: el control de la educación

Si el canciller Otto von Bismarck realmente se hubiera preocupado por construir un buen sistema educativo, solo tenía que invitar a los agentes privados a fundar escuelas y universidades. Y a la banca u otros organismos con recursos podría incentivarlos para que otorgaran créditos a largo plazo para personas o asociaciones que tuvieran interés en crear instituciones educativas de todo tipo. Así se habría formado un mercado competitivo de educación en todos los niveles. Las instituciones capaces de satisfacer los gustos, necesidades o anhelos de los alumnos sobrevivirían y desaparecerían las incompetentes.

Bismarck pudo haber influido para la creación de instituciones que otorgarán financiamiento a todo joven o ciudadano que quisiera instruirse. Así es como nadie tendría la excusa de no estudiar por falta de recursos. El banco le prestaría lo suficiente para pagar la colegiatura, sus gastos de alimentación, viajes, habitación, etc. Y cuando ya estuviera ejerciendo su profesión, empezaría a regresar el crédito. 

Pero Bismarck estaba más preocupado por construir un gobierno estatista que tuviera el control total de la sociedad. Ni por asomo pensaba el dictador que el mercado podía resolver el tema educativo.

No solo Bismarck adoptó el modelo de control estatal de la educación. También lo hicieron Adolfo Hitler, Lenin, Stalin, Fidel Castro. E hicieron desaparecer las escuelas privadas. Pero, aun en la Alemania de hoy día, casi todas las escuelas y universidades están en manos del Estado, con directivos de izquierda, como en los viejos tiempos del Führer. La tarea es transformar el sistema estatista de educación en un sistema educativo liberal. 

Cambiar la financiación

El primer paso es cambiar su sistema de financiamiento. En lugar de que el gobierno le envíe los recursos monetarios a la institución, eso se debe cortar de tajo. En su lugar, la idea es que el subsidio se envíe a la demanda, es decir, al alumno. Se hace mediante un cheque o voucher a nombre del alumno, intransferible y que únicamente sirve para pagar la colegiatura en la escuela o universidad que el alumno elija para recibir instrucción. No se estaría gastando más dinero. El presupuesto que está destinado a una escuela se divide entre el número de alumnos y luego entre doce. Así se determina el monto de cada voucher que el alumno recibe cada mes. Es importante que sea la mano del alumno quien coloca el cheque en la escuela donde está matriculado. Y debe ser con periodicidad mensual, pues de otra manera no funciona. 

El fundamento de esta propuesta radica en que se introduce la disciplina del mercado en el sistema educativo. En efecto, desde el momento en que las escuelas viven de las colegiaturas, es decir, del cliente, se empiezan a preocupar por dar un buen servicio con la esperanza de que ese cliente esté dispuesto a seguir pagando, mes a mes. Es decir, se introduce la variable RIESGO, que es el motor que obliga a una empresa o institución a dar un buen servicio al cliente. Además, las otras escuelas también están deseosas de recibir vouchers, luego, tendrán que competir, tratar de dar mejores planes de estudio, tener mejores profesores, etc. Por supuesto, aquellas instituciones que no sean capaces de dar buenos servicios desaparecerán por su propia incompetencia. Lo cual es perfectamente sano para la población estudiantil.

Y cambiar el punto de vista de las instituciones

Nótese que no estamos hablando de eliminar la gratuidad de la educación ni de privatizar las instituciones, temas que deberán discutirse posteriormente. Introducir el sistema de subsidio a la demanda para eliminar el sistema de subsidio a la oferta es el primer paso necesario para lograr la autonomía de escuelas y universidades. 

Los profesores, investigadores, administradores y trabajadores de la institución podrán reunirse para decidir libremente, es decir, sin intervención del gobierno, cómo distribuir el dinero ingresado por los vouchers. Determinarán el salario de cada docente, de cada trabajador, del rector y lo suficiente para mantenimiento o ampliación del plantel. Aprenderán así a administrar su propia institución.

Con toda seguridad, las escuelas empezarán a cambiar su visión de futuro, su filosofía, para volverse más afines a un mundo de libertad donde el individuo sea el centro del universo. En otras palabras, con el subsidio a la demanda es más probable que abandonen esa visión izquierdista que anula el valor del individuo.

Aunque el cambio en el sistema de financiamiento es un gran paso, no es suficiente para lograr la autonomía universitaria tan anhelada. Es necesario un punto más; se requiere sacar las manos del gobierno. Quiere decir que es necesario eliminar todo tipo de control por parte del Estado. Esto incluye evitar el control o supervisión del gobierno mediante alguna institución burocrática. Al final, los títulos o grados académicos deben ser otorgados por la institución educativa y no por el gobierno. 

En resumen, cambiar el flujo de financiamiento es el primer paso para reformar el sistema educativo. No es suficiente, pero es la base para darle verdadera autonomía a las universidades y así quitarles la camisa de fuerza que les impide aplicar y desarrollar el talento de sus académicos e investigadores. FIN. 22 de febrero de 2024.

Ver también

Un modelo diferente (y más justo) de financiar la universidad pública. (Domingo Soriano).

El origen perverso de las universidades públicas. (Santos Mercado).

1 Comentario

  1. La pura verdad, el Dr. Mercado ha puesto el dedo en la llaga. En el caso peruano este concepto esta latente y la universidad publica que además recibe canon minero, como en Arequipa Perú, nunca rinde cuentas y no sabe que hacen con se dinero disfrazado y justificado bajo el tapete de la investigación.


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