Skip to content

El domingo no salí a votar

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Otro año más, este domingo no acudí a las urnas. Quien dice urnas dice consulado, ya que la lejanía con mi país natal no me permite acercarme a un colegio electoral. La negativa de ejercer mi derecho al voto ya viene siendo costumbre, año tras año veo cómo las gráficas de las jornadas electorales se tiñen de diferentes colores, cómo los perdedores intentan disimular su derrota y cómo los ganadores sacan pecho ante su electorado. Y yo sigo sin votar. Lo que comenzó como un acto de rebeldía, hoy es un comportamiento reforzado por varios argumentos. En estas ocasiones, me repito y repito a los voceros de la tan aclamada democracia las mismas razones.

Formar parte del latrocinio

A través de las pesquisas que todo sujeto político se hace o se debería hacer, un servidor ha sacado ciertas conclusiones sobre la política y la relación que tiene uno con ella. Una de las ideas principales es que los políticos tienen demasiado poder. Con esto me refiero a la capacidad casi ilimitada que tienen los políticos para engrosar la esfera de lo público en detrimento de la esfera privada.

Es a través de los presupuestos, de las leyes y del BOE que los políticos diezman nuestra libertad, nuestro desempeño empresarial y nuestro patrimonio. Si se trata de darle el poder a un político, y las reglas del juego están hechas para no ponerle límites al electo, yo, por mi parte, no le daré las llaves del gallinero al zorro.

No sabemos lo que votamos

Otro de los argumentos principales que justifican mi pasividad electoral, es lo que llaman los ingleses “accountability”, la capacidad de rendir cuentas sobre un hecho determinado. Si el teatro que nos plantean parte de escoger entre diferentes listas que proponen programas electorales, el sentido común nos diría que si algún partido abogase por la disminución del tamaño del estado, ¿deberíamos votarlo no?

Pero, ¿y si ese programa electoral no fuese más que papel mojado?, ¿y si ninguno de los puntos del programa tuviese carácter vinculante y el mismo político tuviese incentivos para incumplirlos?, no tiene sentido, por ejemplo, que un socialista busque de verdad la erradicación de la pobreza, cuando su principal vivero de votos es la clase baja. Ante todas estas cuestiones no me queda más que decir que mientras que los programas no tengan algún tipo de carácter vinculante, por ahora seguiré apartado de las urnas.

Una pobre oferta electoral

Ya apartándonos de los argumentos más teóricos, una de las razones principales por la cual no voté el domingo es por la pésima cartelera política que se nos presenta. Con un sesgo intervencionista completamente viciado hacia la izquierda, donde la derecha defiende un déficit clamoroso, la izquierda “moderada” coquetea con antiguos terroristas y la nueva izquierda prologa escritos de Marx, la ventana de opciones es ya casi invisible.

La estrategia del mal menor es siempre una estrategia de perdedores, y la simple imagen de un político regocijándose gracias a uno de mis votos, me produce urticaria. Existen multitud de argumentos que defienden la posición que he tomado, como el problema de la preferencia temporal de los electos, el de las redes clientelares que dan forma a la vida política de mi país o la ley de hierro de la oligarquía.

Pero como salvavidas me guardaré el joker del voto anónimo, y si algún día decido deslizar un voto en una urna y cabalgo contradicciones, al menos siempre me quedará la tranquilidad de saber que hasta ahora nunca jamás un voto ha cambiado nada.

1 Comentario

  1. Dice Vd. «Pero como salvavidas me guardaré el joker del voto anónimo, y si algún día decido deslizar un voto en una urna y cabalgo contradicciones, al menos siempre me quedará la tranquilidad de saber que hasta ahora nunca jamás un voto ha cambiado nada.»
    Es completamente falso que un solo voto, o sea el voto marginal no cambie nada, por la sencilla razon de que las utilidades marginales de los individuos son los determinantes de las relaciones de intercambio; cosa distinta es que ese voto marginal o el no voto (abstencion) de un resultado que a Vd. no le gusta; matematicamente siempre se requiere un voto mas para que un grupo politico prevalezca sobre el otro.

    Un cordial saludo


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

Cómo el mundo se hizo rico

La obra de Acemoglu, Robinson y Johnson, por sus trampas y errores, seguramente no merezcan un Premio Nobel.