¿Qué opción nos queda si entrar en partidos políticos no funciona? Trabajar de forma individual o mediante organizaciones para tratar de influir en la opinión pública.
Durante las últimas décadas no han faltado liberales que se han afiliado a grandes partidos políticos, sobre todo de derechas y de centro-derecha. En el caso español, lo más habitual ha sido el Partido Popular, pero tampoco han faltado en Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), PNV, la socialdemócrata UPyD y Ciudadanos. En algunos casos, quienes han actuado de esta manera, lo han hecho con el convencimiento de que sus ideas tienen cabida en esas formaciones. Las percibían como grandes coaliciones de personas con pensamientos políticos diferentes, pero con puntos en común.
En otros casos lo que ha movido a algunos liberales a entrar en esos partidos ha sido la creencia de que desde dentro podrían influir para que esos partidos adoptaran posturas más próximas al liberalismo. En definitiva, han sido intentos individuales de practicar el entrismo (estrategia política consistente en infiltrarse en organizaciones políticas, o de otro tipo, con el fin de modificar sus planteamientos ideológicos o utilizarlas a favor de los objetivos de los infiltrados).
Esta técnica fue creada por los trotskistas, con el fin de intentar conducir hacia posturas revolucionarias a los partidos socialdemócratas. También la utilizó, con mucho éxito, CCOO durante el tardofranquismo, introduciendo a sus militantes en el sindicato vertical y ganando prácticamente todas las elecciones de esta organización falangista. También la han usado el PSOE, copando desde hace décadas todo tipo de asociaciones civiles para convertirlas en correas de transmisión de sus posturas, y Podemos. Esta formación ha logrado así prácticamente dinamitar IU y utilizar en beneficio propio a muchos de los llamados “movimientos sociales”.
El entrismo individual practicado por liberales, sin embargo, casi siempre ha terminado en fracaso. El PP ha demostrado bajo la batuta de Rajoy que se sitúa en las antípodas del liberalismo en todos los terrenos, tanto en el económico como en materias de libertades civiles. En CDC ha primado en todo momento el componente nacionalista, antiliberal por su propia naturaleza, hasta el punto de echarse en brazos de la izquierdista ERC y las ultraizquierdistas CUP. Con el PNV pasa lo mismo, y UPyD nunca dejó de ser una formación socialdemócrata. Está por ver qué pasará con Ciudadanos.
Este fracaso no tiene nada de sorprendente. Es el único resultado posible en España, donde los partidos son organizaciones fuertemente jerarquizadas. En ellos prima la lealtad al de arriba, o las conspiraciones para desplazarle y poner a otro, y no caben debates ideológicos o intelectuales de fondo. En ese ambiente, el liberal casi siempre termina eligiendo entre dos opciones. Una es mantener sus ideas en el plano intelectual, pero no en los hechos, sobre todo si llega a ocupar un cargo. La otra es marcharse desencantado. No faltan casos en los que se opta por la segunda de estas opciones tras un periodo en el que se ha puesto en práctica la primera.
El único modo de que el entrismo tenga éxito no es practicable para los liberales. Debe ser una estrategia coordinada con decenas o cientos de disciplinados militantes trabajando de forma conjunta para copar un partido determinado. Y nuestro modo de entender el mundo es el contrario de ese, apreciamos demasiado la libertad como para convertirnos en agentes de una “cabeza pensante” que nos dirija cual soldados fanatizados dispuestos a pagar cualquier precio.
¿Qué opción nos queda entonces? Trabajar, de forma individual o mediante organizaciones como el Instituto Juan de Mariana y otras, desde fuera de los partidos, para tratar de influir tanto en ellos como en la opinión pública. Debemos difundir nuestras ideas al público a través de medios de comunicación y otras vías, como libros. De ese modo hemos de tratar de conseguir que lo que defendemos vaya calando en la sociedad de forma que al menos parte de nuestro pensamiento se convierta en “sentido común” (algo compartido por la mayor parte de la sociedad) y que nuestras posturas ganen puestos en la agenda pública.
También tenemos que acercarnos a dirigentes políticos y todo tipo de opinionmakers (desde periodistas a profesores y otros creadores de opinión, como escritores, actores y personas influyentes en redes sociales). Nuestra relación con ellos ha de ser amable y sincera, no ofensiva, para que comprendan nuestros puntos de vista y terminen aceptando al menos una parte de ellos. Si lo hacen, influirán sobre muchos otros.
El entrismo liberal está abocado al fracaso, pero la acción desde fuera no tanto. Si se consigue que las ideas de la libertad, o al menos una parte de ellas, se vayan extendiendo en la sociedad, los partidos (tanto de derechas como de izquierdas, al menos los no radicales en uno y otro caso) las tendrán en cuenta a la hora de elaborar sus programas y poner en prácticas sus políticas.
8 Comentarios
No crees que en tu
No crees que en tu disertación cabria un simple párrafo para el partido de la libertad individual – partido libertario. Tan pocos y tan mal avenidos…… y eso sí teóricos «DE LAS MIL Y UNA LIBERTADES» a punta pala……
Hola Eugenio. El artículo
Hola Eugenio. El artículo está dedicado a la opción del ‘entrismo’ frente a la acción desde fuera de la política organizada tradicional (aquí incluyo a los partidos de la autodenominada «nueva política». No me meto a analizar la conveniencia de crear o afiliarse en un partido liberal, el P-lib, o cualquier otro.
Bajo esta óptica, también
Bajo esta óptica, también habría que hacer un artículo titulado «el fracaso del no entrismo liberal».
Un libertario, contrario a
Un libertario, contrario a imposiciones coercitivas, no es ni siquiera demócrata, pues la democracia es un sistema impositivo por el que debes acatar leyes sectarias dictadas pos supuestos representantes bajo amenaza de cárcel.
Un liberal, que acepta cierto grado de coacción-planificación, podría aceptar la que se ejerce en un partido, pero con mesura. El problema es que los partidos están diseñados para que no los lideren los tibios.
Gramsci diría: controlar los medios de comunicación y la educación, y en una generación el pueblo demandará liberalismo a los políticos.
Si Pepa Pig intercambiara parte de su merienda por algunas canicas en vez de regalar el bocadillo por indicación de su madre y entre alegría de todos, otro gallo cantaría.
De todos modos, creo que no se trata de cambiar un mundo que no nos gusta, sino de vivir con lucidez su complejidad.
No hace falta una estrategia
No hace falta una estrategia de «entrismo» cuando existe un partido ideológicamente liberal hacia el cual podría gravitar de forma natural cualquiera que tenga la voluntad de actuar políticamente y ese partido es el P-LIB.
El IJM se define como un think-tank. Yo personalmente valoro muchísimo las opiniones de los verdaderos liberales que hay en el IJM, como Rallo. Incluso tengo amistad con algunos miembros. El problema es que la sociedad española no es un lienzo en blanco donde podamos esbozar ideas puras. Para transformar el sistema político hay que hacerlo DESDE DENTRO (como un virus inoculado en el sistema, diría Huerta de Soto) y para ENTRAR en el sistema político NO BASTA con dar unas charlas y escribir unos artículos en unos libros, HAY QUE ACTUAR POLÍTICAMENTE.
No me malinterprete, Chinchetru. Ustedes en el IJM están haciendo un trabajo loable, pero NO BASTA. Hay que actuar. Una cosa no es incompatible con la otra: se puede trabajar en la promoción y difusión del liberalismo desde un think tank y al mismo tiempo afiliarse y hacer trabajo en la calle, buscar votos y promover políticamente el liberalismo desde el P-LIB.
Yo voté al P-LIB en alguna
Yo voté al P-LIB en alguna que otra de las innumerables citas electorales de este mismo año. Voté de buena fe, pero… seamos sinceros, a la gente el P-LIB le suena tanto como el PCPE o el Partido Humanista (que, de hecho, suelen sacar más votos). Incluso un partido mucho más publicitado como Vox, que tenía un programa económico bastante atractivo, no se ha comido una rosca y ya lo doy por condenado a ser un partido extraparlamentario de por vida, muy a pesar mío.
Padecemos una maquinaria estatal que, vía CIS y vía duopolio mediático, ha llevado del ronzal a la sociedad española por cuatro sendas que, realmente, no andan muy distantes entre sí: PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos. Un partido que no sea del agrado del «mainstream» lo tiene realmente crudo para darse a conocer. Pero hay más: décadas de adoctrinamiento en las ideas del igualitarismo izquierdista (esa «enfermedad infantil» que en su día definiera Lenin) que copa escuelas, universidades y hasta series de televisión han acabado por eclosionar en lo que tenemos hoy. Y así, cuando al ciudadano común se le invita a leer el programa del P-LIB y esto de la provisión privada de sanidad, educación y pensiones, sale corriendo como la gacela cuando ve aparecer al león. Así que al final creo que la única vía útil (en su limitada medida) es la labor divulgativa a través de los «think tank».
Veo una larga travesía por el desierto a la luz de los resultados del pasado 20 de diciembre, y la mentalidad de cuantas personas conozco no me lleva a ser optimista.
Solo he pedido un párrafo
Solo he pedido un párrafo del entrismo de liberales en el P-Lib Partido Libertario. No estoy afiliado al P-Lib partido libertario y te agradezco la gentileza en contestarme.
No me parece Antonio que sea
No me parece Antonio que sea un fracaso lo que defines como «entrismo liberal». El ejemplo de Rajoy no es bueno. En realidad, él siempre fue un conservador, pero los liberales españoles lo apoyaron porque era la alternativa a Zapatero. El ejemplo español ilustra algo más. En España existen muchos think tanks e intelectuales liberales que no influyen desde afuera en lo más mínimo (precisamente por eso tuvieron que contentarse con un Rajoy, en su momento). Por otro lado, en países con menos consolidación del sistema de partidos (caso de varios latinoamericanos) la penetración liberal hace mucho más que la supuesta acción desde afuera. La acción política desde un parlamento o desde un ministerio es mucho más potente que mil columnas de opinión o igual número de charlas de café con botanas. La tribuna que ofrecen esos cargos permiten que las ideas liberales se propaguen mejor (aunque se prescinda a veces de ponerles el rótulo). La consolidación de partidos liberales, se confrontan con una realidad: desde el momento en que los individuos conforman un partido político necesariamente tienen que actuar con mentalidad e inteligencia colectivista. No hay más. Y los liberales somos campeones para llevar el individualismo a las estratosféricas alturas de la imposibilidad organizativa que sostenga mínimamente una propuesta liberal de gobierno. Ojo, de gobierno, no de discusión académica. Saludos desde Perú.