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El Gobierno odia la medicina natural

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¿Por qué tu médico no sabe mucho de nutrición, vitaminas, minerales, tipos de grasas…? ¿Es porque no es demasiado relevante para la salud y sólo lo son los medicamentos? Como ya habrás advertido, ésa no es la razón. El origen de todo se remonta bastante tiempo atrás.

Si uno decidía ser médico en el siglo XIX o con anterioridad, aparte de las escuelas médicas en funcionamiento, no era infrecuente lograr la titulación médica gracias a recibir parte de la instrucción por medio de correo. Lo cual es entendible en una época donde las distancias eran mucho mayores. Además, había mucha mayor diversidad de materias y disciplinas que estudiar como médico. Dicho de otro modo, tampoco existía una rígida homogeneidad en los programas. Así, por ejemplo, a diferencia de hoy en día, un médico antiguamente solía tener sólidos conocimientos de fitoterapia, botánica o nutrición.

Precisamente por aquel entonces, a finales del XIX, la ya entonces prestigiosa Asociación Americana de Medicina (AMA) decidió que aquella heterogeneidad y libertad académica debían acabar, siempre, claro, ‘por el bien público’. Con tal propósito creó su Council on Medical Education. Sin embargo, sus miembros no fueron capaces de ponerse de acuerdo en los estándares obligatorios para ser médico.

A comienzos del siglo XX, Andrew Carnegie y John D. Rockefeller comenzaron a interesarse por las farmacéuticas. Así, Rockefeller estableció en 1901 el Instituto para la Investigación Médica, dirigido, entre otros, por Simon Flexner, cuyo hermano era del equipo de la conocida fundación Carnegie. En 1908, Henry Pritchett, presidente de la fundación Carnegie, junto con Abraham Flexner –el citado hermano de Simon– tuvieron una decisiva reunión con la AMA para discutir sobre la pretensión de estandarizar académicamente la profesión médica. La AMA aceptó ser aconsejada por la visión del Carnegie. Una visión focalizada de modo casi monopolístico en la farmacología y que despreciaba todo lo que supusiera oposición o competencia a esa visión.

Y aunque la AMA no es exactamente lo mismo que el Gobierno, de facto lo es. Actualmente se estima que la AMA es la segunda mayor organización estadounidense en presupuesto para hacer lobby, según la página de análisis Opensecrets.org.

Esa batalla por acabar con la competencia a la medicina farmacológica en EEUU tuvo, por ejemplo, una figura destaca en Morris Fishbein, secretario de la Asociación Americana de Medicina entre 1924 y 1949, que dirigió una intensa campaña contra la quiropráctica. En 1982, el Tribunal Supremo de EEUU sentenció que la Federal Trade Comission podía aplicar medidas antimonopolio a asociaciones médicas como la AMA. Esa sentencia y otra anterior de 1975 dieron pie a que cinco quiroprácticos estadounidenses demandaran a la Asociación Americana de Medicina y otras agencias oficiales. Fue el llamado caso Wilkes, resuelto en 1987, hallándose a la AMA culpable de conspiración ilegal contra la quiropráctica y de practicar un monopolio en la medicina junto con otras asociaciones médicas. La revista oficial de la AMA, el Journal of American Medical Association, fue obligado a publicar la sentencia.

A pesar de reveses como los del caso Wilkes, la AMA no obstante no ha cejado en su empeño de liquidar toda competencia a la medicina farmacológica. En aquella sentencia de 1987, el juez encontró culpable al AMA además de prácticas como difamación de profesionales de la medicina alternativa, distribución de propaganda para arruinar la reputación de competidores, obligar a los médicos a rechazar colaboración alguna con naturópatas, quiroprácticos, etc., y negar la entrada en hospitales como profesionales a cualquiera de éstos.

En 2006, la AMA publicó sin rubor su campaña de oposición a que los naturópatas y semejantes fueran considerados médicos. El objetivo de la medicina oficial, respaldada por el Gobierno, ha sido y es acabar en lo posible con la competencia.

Ya se sabe, el Gobierno odia la competencia. 

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