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El marco constitucional y la democracia

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El tema catalán es uno de los que me resultan más antipáticos de la política española desde hace años. Siendo partidaria sobre el papel de la secesión, la competencia fiscal, y de unidades administrativas de un tamaño más adecuado para poner en práctica un verdadero control ciudadano, lo de Cataluña me parece una operetaNo el deseo de independencia, sino el cómo se está llevando a cabo. El problema es mío: es sabido que el papel (como los Excel) aguanta todo. De manera que mis teorías acerca de la secesión, el tamaño óptimo de gestión y todo lo demás han de quedarse en la nube de las ideas. Lo que demanda la situación que vivimos es otro tipo de análisis, más realista y con los principios por guía.

El rey que (probablemente) nunca reinará

Da la sensación de que Artur Mas está decidido a pasar a la historia como el primer presidente de la Cataluña independiente. No importa si hay muchos catalanes que no quieren o que no están tan interesados, o que no se lo toman tan a la tremenda, no importa qué pisotee en su camino, no importa nada de nada. Él va a seguir adelante contra viento y marea. La sospecha más que fundada y compartida es que no es honesto, no quiere lo que dice que quiere para Cataluña y los catalanes, sino que busca alimentar su ego, busca la gloria. Como tantos políticos patrios, eso también es verdad.

El problema es que en ese camino hacia la gloria histórica lo está haciendo fatal. Como si sigue los cauces estipulados se le agota el mandato, necesita ir a más velocidad, pero para ello tiene que buscar atajos. Y en esos atajos Más está cuestionando una de las claves de nuestra democracia, la Constitución, reclamando precisamente más democracia. Así que el lío es fenomenal. Cuando se le recuerda que su procedimiento va en contra de la Constitución señala con el dedo acusando de anti demócratas a los constitucionalistas y proclamándose él a sí mismo como el mega-demócrata. Hay que tener cierta cara y cierto ego para una cosa así. Retar al Gobierno, a la oposición y a los partidos constitucionalistas de semejante forma es mucho retar y ni Rajoy va a flaquear ni la oposición lo va a consentir (por la cuenta que les trae). Porque poner en duda la Constitución tiene consecuencias no previstas que pueden volverse contra todos. También contra Cataluña. Y sea por mantener su tajada, sea por convicción verdadera, son mayoría quienes prefieren salvaguardar la Constitución frente a ceder al reto de Mas.

La responsabilidad de todos frente a la Constitución

Y, sí, claro que la Constitución tiene imperfecciones. Claro que debería reformarse. Y probablemente permitir que hubiera un referéndum acerca de si se debería abrir la mano a la secesión y el federalismo. Pero no así, por mis pistolas. Dicho lo cual, cuando me pregunto qué alimenta el ego de Mas, cuál es su fuerza, me doy cuenta de que somos los españoles, desde Rajoy y muchos otros presidentes del Gobierno hasta la mayoría de la población a lo largo y ancho de nuestro país.

No se puede jugar con fuego, a menos que estés dispuesto a quemarte en condiciones. Y jugar con fuego es cachondearse de la misión y la importancia del Tribunal Constitucional: repartirse sus magistrados, usarlo con intereses políticos de manera obscena. Jugar con fuego es apelar a la ley de leyes para algunas cosas y para otras, no. O estar permanentemente mentando la madre de la Constitución, o reclamar que como yo nací cuando ya estaba votada, no vale, como si fuera una fruta que en pocos días se pocha y hay que tirarla.

Seamos serios: o respetamos o no. Y si no respetamos, esto es lo que hay: un pretendiente a reyezuelo que busca la gloria aporreando el texto que debería ser el marco de convivencia de nuestra democracia. Nuestra ignorancia, blandida como espada de la manera más vergonzosa y paleta que se puede imaginar, nos lleva a no entender que con lo que jugamos no es con un libro, sino con un concepto, el respeto. Un tipo de respeto político que admite cambios pero no de cualquier manera. Convóquese un referéndum nacional. Véase el resultado en Cataluña y en el resto de la geografía española. Tómense las medidas pertinentes.

Pero para reclamar todo eso, hace falta un paso previo: que nuestros políticos respeten con hechos esa Constitución, que se limpie su vigilante Tribunal Constitucional y que dejen de lado (un ratito) su amor a la poltrona todos los involucrados.

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