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El mercado de capitales en libertad condicional

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La antigua Comunidad Económica Europea se ha transformado en una Unión Europea donde ha primado la centralización y la homogeneización interna de las políticas.

Recuerda José Andrés Rojo en su reseña sobre el libro Cartas a Milena de Kafka en Babelia, que la primera frase de Anna Karenina dice que “todas las familias dichosas se parecen”, pero que “las infelices lo son cada una a su manera”. Algo así sucede también con la economía de los países: cuando van bien todos se parecen, pero los problemas económicos azotan a cada cual de un modo diferente. No es una sorpresa, cuando baja la marea aparece lo que hay más abajo del cuello hasta dejar a la vista de todos la realidad de cada uno, lo bello y lo feo. Así también, en época de inestabilidad, los rigores económicos no se dan de la misma manera en todos los lugares. Unos países están mejor dotados de recursos naturales, otros menos, otros disfrutan de una situación geoestratégica preferente, otros han desarrollado una población muy bien formada, otros una tecnología puntera. Por eso, las medidas generalistas acaban por no funcionar bien. Parece que no todo el mundo quiere darse por enterado.

La política multibanda de la UE

A medida que han pasado los años, la antigua Comunidad Económica Europea se ha transformado en una Unión Europea donde ha primado la centralización de las políticas y la homogeneización interna de las políticas para hacer frente a la competencia del bloque estadounidense primero, y ahora, también chino. Parece que se ha dejado atrás la idea de que la libertad económica va de la mano del crecimiento económico y de la responsabilidad de los agentes económicos que participan como oferentes y demandantes.

El foco se ha trasladado de la energía y la economía, pasando por la moneda, a la educación, la seguridad, y otros temas de diferente índole. Esta ampliación de las miras iniciales ha traído consigo un aumento considerable de la burocracia europea, del gasto y de las necesidades de financiación de la propia organización. Y si bien en algunos casos la armonización de las normas europeas ha supuesto una cobertura frente al riesgo de que algún político local inepto tomara decisiones catastróficas, en otros no se ha podido evitar (como en Grecia), y en todo caso, también ha conferido una mayor rigidez  a la estructura económica de los países miembros, que ya no son 15 sino 28. Así, cuando ha sobrevenido la crisis financiara, aquellos países menos fuertes han tenido problemas para adaptarse. No es una cuestión menor el que en 10 años el número de miembros casi se haya doblado. A la hora de encontrar soluciones homogéneas este tema es de suma importancia y las diferencias a las que se refería Tolstoi en el comienzo de su gran obra adquiere una relevancia singular: las economías sufren en distintas partes y de diferente manera, no hay medicina universal que valga.

La financiación de las empresas: la leche materna de la economía

Aunque yo soy de esas personas que valoro más la imaginación que la plena disponibilidad de recursos y me divierte más cocinar con cuatro cosas que seguir el recetario, entiendo que en temas empresariales es imprescindible que haya un sistema de financiación variopinto, amplio, accesible a todas las empresas independientemente de su tamaño o actividad, de manera que la empresarialidad, entendida como la capacidad para descubrir nuevas oportunidades) pueda desarrollarse adecuadamente y el empresario, además de beneficiarse y sin querer, favorezca a la sociedad incrementando el empleo y la actividad económica. Todo esto parece obvio. Y sin embargo, ayer mismo Jonathan Hill, comisario de Servicios Financieros de la UE, presentó en rueda de prensa una propuesta para rebajar los costes a la PYME para que puedan salir a bolsa, ampliar capital o emitir títulos de deuda. En concreto se trata de simplificar el lanzamiento de los folletos de emisión. Según explicaba Miquel Roig en Expansión: “La propuesta forma parte de la batería de medidas que la Comisión Europea está implementando para crear una Unión de Mercado de Capitales, cuyo objetivo es independizar la economía de los créditos bancarios, potenciando la financiación de las empresas a través de los mercados de capitales”.

¿Independizar la economía del crédito bancario mediante una legislación centralista en lugar de eliminar las restricciones potenciando la libertad en el mercado de capitales? Ya sé que la propuesta de Hill, que ha de ser aprobada por los 28, suena bien porque se trata de abaratar costes, de facilitar fuentes de financiación para la PYME, etc. Pero a mí me suena a conceder el tercer grado o la libertad condicional a lo que debería ser el flujo de leche materna que permitiera crecer a las empresas, fortalecer el tejido empresarial europeo, especialmente en aquellos países donde la propia sociedad mira mal al empresario y la cosa se agrava cuando la empresa es más grande. Es decir, en España. Pues nada, brindemos por una bola de presidiario menos pesada.

 

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