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El miedo a la libertad (III)

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El proceso de evolución institucional en los países se desarrolla cuando prevalecen las ideas y las acciones de los líderes inclusivos e integradores que, apoyados por ciudadanos con valores y/o por líderes con similares inquietudes, impulsan las instituciones morales responsables del arraigo de una sociedad civilizada, abierta y libre; con respeto por los derechos individuales y por el orden de mercado, constituido por los miles de millones de interacciones e intercambios entre las personas que habitan una nación.

Por el contrario, de acuerdo con la nueva teoría de la evolución institucional, el proceso de involución institucional en los países se produce cuando se impone coactivamente una jaula de hierro, en donde prevalecen la propaganda y el mal uso de los recursos públicos, por parte de oligarquías extractivas y destructivas, que buscan sus propios intereses particulares de dinero y poder; atropellando los derechos civiles de los ciudadanos y, en consecuencia, el orden de mercado.

Sin embargo, las reflexiones anteriores deben ser completadas con el estudio de los factores psicológicos en el proceso de evolución (o involución) sociocultural, porque permiten entender cómo los hombres actúan y modifican su comportamiento en el uso de su libertad de elegir, cuando no existe una protección eficiente del Estado de Derecho frente a la coacción y/o la violencia, ideológica e institucional, de grupos organizados.

Miedo a la Libertad

Analizamos en Miedo a la Libertad I cómo se pueden observar tres mecanismos psicológicos de evasión de la responsabilidad individual que explican el apoyo de parte de la población a oligarquías extractivas y destructivas que, valiéndose de la democracia, atentan contra los derechos individuales y el ordenamiento constitucional del país:

1. Autoritarismo (o colectivismo).

2. Destructividad (o nihilismo).

3. Conformidad Automática (o conformismo).  

También comentamos en Miedo a la Libertad II el origen platónico y hegeliano de las ideologías colectivistas como, entre otras, el comunismo, el nacional-socialismo o el nacional-separatismo y el peligro que suponen para las democracias multipartidistas y para el arraigo de una verdadera sociedad abierta.

El idealismo platónico y la utopía hegeliana conducen hacia sociedades más estatistas y cerradas, tribales o colectivistas, en donde los derechos civiles son intervenidos por el poder político, el orden de mercado es «dirigido», constreñido o suprimido, por la casta política, y la libertad es «guiada» con mandatos coactivos y/o con violencia, hacia los intereses particulares de las oligarquías extractivas y destructivas que controlan un territorio. 

Los mecanismos psicológicos, arriba mencionados, explican las razones por las cuales las personas rehúyen su propia responsabilidad individual en situaciones de grave crisis económica y, sumergidos en entornos de coacción y/o violencia, se echan en brazos de la utopía que vende una casta política formada por oligarquías extractivas y destructivas, en lugar de escuchar a líderes inclusivos que marcan el camino hacia la sociedad civilizada, abierta y libre.

La sociedad se pone a prueba siempre que existe presión grupal, ideológica e institucional, desde grupos organizados que emplean la coacción y/o la violencia para imponer sus ideas sobre el resto de la población. Especialmente, la sociedad sufre en mayor medida el acoso de la coacción organizada, cuando el Estado deja de defender la Ley en algunos pueblos, ciudades y regiones. Sólo las personas con mayor entereza moral tienen valor para enfrentarse a un entorno hostil frente a la permanente coerción de los grupos organizados.

De hecho, una mayoría de personas sometidas a la coerción de un grupo numeroso, si pueden, optan por ponerse de perfil y callan para seguir con su vida habitual. Algunos pocos, aquellos con una moral relativista o, simplemente, sin moral, apoyan la "nueva" situación institucional para intentar medrar a rebufo de las oligarquías que ejercen el poder político sobre el territorio.

Eric Fromm en su obra Miedo a la Libertad, realizó un análisis de la psicología del nacional-socialismo y observó como la población de una democracia como la Alemania de los años 30 en el siglo XX apoyó y quedó supeditada a las tendencias psicológicas sadomasoquistas, de anhelo de poder de dominación y de sumisión a un poder exterior omnipotente como la "raza", el "pueblo", la "lengua", la "cultura" o la "nación", superiores a otras supuestamente más débiles:

Los que no llegaron a ser miembros de la organización partidaria nazi, obtuvieron los empleos quitados a los judíos y a los enemigos políticos; y en cuanto al resto, si bien no consiguió más «pan». Ciertamente logró más «circo». La satisfacción emocional derivada de estos espectáculos sádicos y de una ideología que le otorgaba un sentimiento de superioridad sobre todo el resto de la humanidad, era suficiente para compensar –durante un tiempo por lo menos – el hecho de que sus vidas hubiesen sido cultural y económicamente empobrecidas. (Fromm, E.: 2008 [1941], p. 214).

La "revolución" de Hitler, y a ese respecto también la de Mussolini, se llevaron a cabo bajo la protección de las autoridades existentes, y sus objetivos favoritos fueron los que no estaban en condiciones de defenderse. (Fromm, E.: 2008 [1941], p. 224).

Es importante rescatar el análisis de los mecanismos psicológicos individuales que promueven y desatan las ideologías colectivistas porque, hoy en día, no deja de sorprender cómo se siguen produciendo involuciones institucionales y cómo, ahora mismo, está ocurriendo un desafío institucional en la España de las autonomías, ante la inacción de las autoridades del Gobierno.

De hecho, existe similitud entre la psicología nacional-socialista y la ideología nacional-separatista en Cataluña, Galicia y el País Vasco, que emplean las oligarquías extractivas y destructivas para captar apoyos y perseguir sus propios intereses particulares de dinero y poder absolutos sobre un territorio.

Hay que recordar como, en su obra Camino de Servidumbre, Friedrich A. Hayek señalaba como también las personas más preparadas intelectualmente sucumben ante un aparato mediático omnipresente y ante el empleo del presupuesto público del Estado al servicio de las oligarquías extractivas y destructivas:

Ni las personas más inteligentes e independientes pueden escapar por entero a aquella influencia si quedan por mucho tiempo aisladas de todas las demás fuentes informativas… Todo el aparato [colectivista] para difundir conocimientos: las escuelas y la prensa, la radio y el cine, se usarán exclusivamente para propagar aquellas opiniones que, verdaderas o falsas, refuercen la creencia en la rectitud de las decisiones tomadas por la autoridad; se prohibirá toda la información que pueda engendrar dudas o vacilaciones.

Oligarquías secesionistas

En comentarios previos, hemos analizado como las oligarquías destructivas buscan movilizar los mecanismos psicológicos más primarios, latentes en las personas, para recabar apoyo social, conseguir el poder político y, desde allí, emplear los recursos públicos para intentar cambiar las instituciones por medio de la legislación positiva, los subsidios y ayudas públicas a las organizaciones afines (partidos, sindicatos, patronales, asociaciones, fundaciones…), y la propaganda en los medios de comunicación (periódicos, radios, televisiones…) que promueven su ingeniería social.

Los dirigentes secesionistas son un caso concreto de oligarquías destructivas que pretenden romper el ordenamiento jurídico para crear un Estado "ex Novo" ([1][2][3][4][5][6][7][8][9][10]), hecho a la medida de sus ambiciones personales, intentando maximizar sus intereses particulares de dinero y poder absolutos, y buscando obtener impunidad judicial para sus delitos.

Tan sólo hay que buscar las noticias relacionadas con la corrupción, para darse cuenta de que muchos dirigentes del movimiento secesionista tienen intereses particulares, que les llevan a intentar gestionar las decisiones judiciales en Cataluña ([11][12][13][14][15][16][17][18][19][20][21]).

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