Desde el primero de abril, día en el que se dio el pistoletazo de salida de la campaña europea, nos encontramos sumergidos en un vaivén de slogans que son soltados al aire como los globos en las fiestas infantiles. Y da la sensación de que los candidatos y demás políticos involucrados en dicha campaña, exactamente igual que los niños de la fiesta se emboban mirando cómo sube el globo, una vez soltada la frase se entretienen mirando el termómetro electoral, para ver cuántas décimas porcentuales ganan al otro.
Explicaba el profesor Luis Díez del Corral en su libro El Rapto de Europa que la palabra “rapto” puede entenderse como secuestro o como lapsus que priva de sentido a quien lo padece. En mi opinión, las elecciones al Parlamento Europeo son una exhibición del nuevo rapto de Europa, una conmemoración del secuestro de una realidad que probablemente no regrese nunca.
El canto difónico de los partidos políticos españoles
Los partidos mayoritarios españoles, en lugar de presentar un programa detallado, elaborado y defenderlo como si se lo creyeran, se muestran los dientes el uno al otro de cara a las futuras elecciones en nuestro país. El resultado es una suerte de canto difónico, en el que se oyen dos voces que salen de la misma persona, separadas normalmente por una variación de un armónico.
De esta forma, las palabras de Cañete, Valenciano y el resto de la pandilla, hablan de la troika, de los ciudadanos europeos y del gran proyecto europeo, y a la vez, nos cuentan las miserias del partido de enfrente, la responsabilidad del contrincante en la crisis, lo bien que lo hacemos, lo bien que lo hicimos y que si no ganamos viene el hombre del saco, así que ¡vótanos!
El ciudadano español, además, ha de soportar el coro de maracas de los medios de comunicación afines a unos y a otros (cada cual tiene uno, como se tiene un cepillo de dientes) que maquillan cifras, informan sesgadamente y sobre todo, marean muchísimo, con el fin último de que su candidato gane para seguir siendo ‘el’ medio de comunicación del partido en el gobierno (presente, pretérito o futuro). Como resultado, al cabo de apenas un mes la sensación generalizada es de confusión total. O bien te aplasta la responsabilidad de dejar que el PP o el PSOE aparezcan renovados tras las elecciones europeas, y votas pensando en la batalla nacional, o bien, te reconoces perdido en el espacio y decides no votar. Porque nadie cuenta la diferencia entre Juncker y Schulz, nadie te dice cómo va a afectar a tu presupuesto familiar, si la unión bancaria y presupuestaria son una meta para ya o es mejor esperar, los motivos que sustentan una u otra opción, y por qué es necesariamente una meta.
La Europa “arrebatada”
Y, volviendo a Díez del Corral, que afirmaba en 1954 que Europa se arrebataba y era arrebatada a un tiempo, lo que está sucediendo es un nuevo rapto.
La Europa que reclaman tanto PP como PSOE, es una unidad de destino en la intervención, diría parafraseando una definición de España de otros tiempos. Una intervención que conduce a un Estado europeo tan totalitario o más que el Estado nacional actual, sancionado por una población a la que se le extrae su riqueza sin preguntar y que se mantiene democráticamente amedrentada. La propaganda que afirma que si no votas todo lo malo que sobrevenga es merecido es de lo más sucio y rastrero que hay. Y de ahí, en adelante: las siete plagas caerán sobre nuestras cabezas si no aceptas mis políticas, si gana la derecha quitan el pan de la boca a tus hijos, si gana la izquierda también pero más socialmente. Pero Europa no es eso aunque traten de secuestrar su significado.
Cuando algún iluso se atreve a presentar un proyecto de Europa más libre, menos centralizada e intervenida, enseguida se recurre a todo tipo de descalificaciones, como antieuropeísta o euroescéptico, como si el escepticismo fuera malo. Más aún si uno se declara abstencionista y aconseja esa opción. Entonces los insultos y las maldiciones traperas son lo normal.
Hace muchas décadas que Mises y Hayek explicaron por qué la economía central planificada era un unicornio, un mito imposible de alcanzar, en cuya persecución se desperdiciaba el esfuerzo, tiempo y dinero de muchos trabajadores. Yo añadiría a la vertiente económica la jurídica y la política. Cuanto mayor sea la unidad de gestión (económica, jurídica y política), mucho peor. Se pueden obtener mejores resultados sin comprometer la libertad de los ciudadanos.
Pero nuestros políticos prefieren, por su propio interés, seguir embaucando a los votantes europeos con cantos de sirena. Eso sí, cantos difónicos.
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