Una de las características fundamentales de las campañas electorales es que los políticos, casta privilegiada que se mueve con sus contaminantes vehículos de gasolina hasta para ir a por el pan, tienen a bien subirse a medios de transporte estatales para mezclarse con nosotros, la plebe que se mueve en dichos medios de transporte por necesidad y no por virtud. Para la posteridad nos ha regalado la candidata comunista de Sumar, en estas elecciones y ministra de trabajo, Yolanda Díaz, un vídeo en el que nos muestra el interior de un tren de Renfe, habiendo alternativas más asequibles. Con un discurso más propio de una maestra que lleva de excursión a sus niños de educación infantil por primera vez, Díaz nos pide el voto con el tradicional “Miradme, soy una pobre muerta de hambre como vosotros. ¡Votadme!”
La extraña muerte del marxismo
Díaz no heredó de Iglesias el partido, sino la parte comunista del gobierno. Sin embargo, sus ansias de poder la llevaron a fundar una plataforma electoral, ahora transformada en una coalición, a la que se han ido sumando sus antiguos compañeros de Unidas Podemos. Ante los constantes fracasos electorales de sus correligionarios desde 2021, elecciones madrileñas las primeras, la posibilidad de perder asiento, y sueldo, ha sido determinante para terminar escondiendo sus rencillas, y a Irene Montero, para concurrir juntos a las elecciones.
Sumar, enésima heredera de los comunistas posteriores a la caída del Muro de Berlín y la constatación definitiva, aunque Mises y Hayek ya lo sabían, del fracaso del comunismo, sigue a pies juntillas el manual del comunismo posmarxista. Por un lado, como nos enseñó Paul Gottfried en La extraña muerte del marxismo (2005), el partido ha tenido que esconder hasta la saciedad que son comunistas.
Un marxismo medio oculto
Aunque lleven al Partido Comunista de España integrado en Izquierda Unida, a la vez integrado en Unidas Podemos y, a su vez, integrado en Sumar, no se puede sacar a relucir los cariñosos discursos que la lideresa sumatoria dedicaba a, entre otros, Fidel Castro o Hugo Chaves en su época de diputada autonómica gallega y sindicalista en Comisiones Obreras.
Por supuesto, Díaz y toda la bancada de Unidas Podemos, miembro del gobierno, ha estado en todo lo que ha provocado que la izquierda vaya a perder poder de forma apabullante: los ilegales estados de alarma, la reforma laboral, la ley trans, la del sí es sí, etc. Por supuesto, Díaz no sólo votó a favor de todo esto, sino que, al frente del ministerio de trabajo, ha participado activamente en el deterioro económico, en la legislatura perdida.
El voto obrero
Otra de las características fundamentales del marxismo actual es su búsqueda del voto. Al menos, los partidos comunistas inmediatamente posteriores al golpe de Estado de los bolcheviques en 1917 y, sobre todo, a partir de la Segunda Guerra Mundial, buscaban el apoyo, tanto electoral como sindical, de la clase trabajadora.
En un Estado industrial, capitalista, con una economía de mercado basada en los servicios, los asalariados somos, por mucho, la mayoría de los votantes. Eso, al menos, hasta que el Estado del Bienestar haya crecido tanto que los funcionarios y pensionistas ya nos han superado.
Del voto obrero al rosario de minorías
Pues bien, en la situación actual, con el voto obrero totalmente perdido para la izquierda, lo que queda es dirigirse a minorías muy estrechas. Ahí tenemos el nombramiento de una transexual lesbiana como portavoz del partido, una estrategia brillante para atraer el voto del albañil que se tira doce horas al día en lo alto de un andamio y que, en cuanto llega a casa, escucha, con una voz más grave que el órgano de la Catedral de Santiago, que se trata de un señoro al que hay que deconstruir por la contaminación a la que la derecha mediática le ha sometido.
Otra minoría a la que el partido parece dirigirse es a la islámica. En un reciente debate, el enviado por los comunistas, un catedrático universitario llamado Francisco Sierra, se dedicó, siguiendo unos postulados muy extendidos en Oriente Medio, a ignorar a la candidata de VOX, Rocío de Meer, cada vez que ésta intervenía.
Romper el país
Por supuesto, dentro de Sumar se ha unido Coalición por Melilla, partido que pide la “devolución” de Melilla a Marruecos; mientras que Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía (Ceuta), cuya líder, Fátima Hamed, estuvo en el mitin de lanzamiento de Sumar en el Magariños (eso está en la calle Serrano, no en Vallecas o Usera) ha declinado integrarse en la coalición de cara a las generales.
Por supuesto, la extrema izquierda siempre estará de lado de los partidos que tengan como fin desmembrar la integridad territorial del país en el que se presenten, algo radicalmente contrario a la época de la Unión Soviética y lo que hacía en Ucrania.
Una amalgama de partidos para llegar al poder
Esta estrategia de comunicación tiene un problema en el largo plazo: se trata de una amalgama de partidos, unidos circunstancialmente ante la más que evidente posibilidad de perder cualquier parcela de poder. Sin presencia como tal en cualquier parlamento autonómico, con la falta de una estructura homogénea de partido, la situación de Sumar puede convertirse en todavía más efímera que la UPyD. El tiempo lo dirá. De momento, el partido, o lo que sea, apenas puede ofrecer unos eslóganes bastante superados y con poco rédito electoral.
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