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El principio del fin de la Policía Nacional

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En España, la opinión pública tiene tres posiciones diferentes respecto a la institución de la policía: la ama, la odia o la acepta como un monopolio de la violencia más o menos neutral. Las dos primeras se basan en argumentos bastantes simplistas: el típico la policía nos protege frente a son los perros del sistema. Pero mantienen su popularidad por servir como señalización de pertenencia al grupo. A la derecha le gusta dorarle la píldora a la policía (parches y camisetas incluidos), mientras que en la izquierda siempre ha funcionado desconfiar o ser abiertamente hostil a esta institución.

Luego tenemos a los propios miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (FCS), alrededor de 200.000 en activo en España, que son un grupo heterogéneo de personas, que en su conjunto pueden tender ideológicamente a la derecha y los que, por la naturaleza de su profesión, muestran un corporativismo bastante elevado.

Policía y Guardia Civil

En España tenemos dos grandes cuerpos estatales de policía: la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía (CNP). El primero tiene casi dos siglos de historia y sus funciones son principalmente de policía rural, mientras que el segundo es mucho más reciente (1986), pero desciende de otros cuerpos policiales nacionales cuya función siempre ha sido la seguridad en los núcleos urbanos.

Precisamente por encargarse de las ciudades, los diferentes cuerpos de policía nacional se han ido desgastando progresivamente y han tenido que cambiar de nombre muy a menudo. El CNP presume actualmente de tener 200 años de historia. En realidad, han sido dos siglos de ir cambiando el nombre y disgregando y fusionando cuerpos policiales para ir dejando atrás el lastre social que habían ido acarreando.

No es una crítica a la institución, es una simple realidad. Tenemos la historia que tenemos como país, y a los diferentes cuerpos policiales les ha tocado jugar su parte. Pero sería bueno no hacer cherry picking y aceptar que, si se quiere presumir de antigüedad, hay que apechugar con la herencia, y eso no se quiso hacer en su día.

Información sobre la policía

Aclarado esto, podemos definir al CNP como un cuerpo policial moderno, ligado al régimen del 78 y rediseñado en buena medida por el PSOE de las mayorías absolutas de Felipe González. Pese a ello, nunca ha gustado mucho en la parte zurda del espectro político. La calle siempre ha sido terreno de la izquierda. Así que es más que lógico que el CNP no fuera a ser su institución más querida, al ser su antagonista. El resto lo ha completado la estúpida fascinación por el lumpen del progresismo, más un par de bandas terroristas de extrema izquierda operando en democracia. Esta realidad ha confundido a mucha gente en la derecha. Con las consecuencias que vamos a ver más adelante.

Pero el conjunto de la población tampoco puede tener una visión muy objetiva del CNP. La información de esta institución llega por cuatro vías:

  • Su gabinete de información al que recurren todos los medios. Aquí se informa de lo que le interesa y de la forma que interesa (pseudodocumentales incluidos) a la institución. Pero es la preferida precisamente por eso.
  • Filtraciones de agentes anónimos a periodistas que cubren a las FCS. Se hace muy puntualmente y normalmente solo dan información que pueda hacer quedar mal a políticos y altos cargos del CNP. El corporativismo se encarga de que estas informaciones siempre vengan con las matizaciones necesarias que dejen claro en el CNP, y sus miembros, debe quedar libre de sospecha o crítica.
  • Conversaciones con amigos y familiares del CNP. Como en todas partes, quien de verdad sabe cómo funciona algo son sus insiders. Así que es la única forma de conocer las tripas de una institución. El alcance de esta vía de información es muy limitado.
  • Interactuar directamente con el CNP por tener un oficio dado (abogado, fiscal, etc.) o que tu actividad o círculo social te hagan estar en su punto de mira profesional.

Vivir con el monopolio de la violencia

Por lo tanto, la impresión que la población tiene sobre el CNP es limitada siempre y cuando no interactúen en su vida diaria con sus miembros. Y hasta 2020, eso pasaba cada diez años cuando nos tocaba ir a renovar el DNI. Pero ese año todo cambió. Con la pandemia pasamos de tener un CNP centrado en combatir el delito, a centrarse en controlar una serie de normas administrativas (y arbitrarias) que se aplicaban a toda la población. Y lo peor es que se mantuvo ese control durante demasiado tiempo.

Como explicamos hace poco, el monopolio de la violencia de un pequeño grupo es algo antinatural para el ser humano. Algo que ayuda a aceptarlo es tener unos límites claros y objetivos que una vez cumplidos te hacen invisible al radar policial, lo que implica que no vas a tener que pasar por el trago de ver tus acciones supervisadas o controladas por un agente armado. O, lo que es peor, verte bajo su custodia. De hecho, según nuestras sociedades han incrementado el control administrativo sobre la población, se han ido dotando de agentes no armados para hacerlas cumplir (agentes de movilidad, forestales, inspectores laborales, etc.), dejando al señor con pistola al cinto para aquellas situaciones que sí lo requieren.

Experimento con la pandemia

Pero el COVID fue algo repentino y se utilizó lo que había. Y lo que había eran las FCS. Así que el monopolio de la violencia se hizo mucho más presente para todos, y las consecuencias las estamos viviendo ahora mismo. Muchas personas no olvidan las cien veces que tuvieron que enseñar un salvoconducto para ir a trabajar, cuando le miraron el maletero por si llevaba sus pertenencias de una casa a otra, o cuando le llamaban la atención por llevar bajada la dichosa mascarilla. A esto hay que sumar el desastroso trabajo de los departamentos de comunicación de las FCS, publicitando intervenciones surrealistas con helicópteros para sancionar a un solitario bañista, o las persecuciones a runners por entrar, redoble de tambores, en un parque.

En este experimento social participaron todas las policías de occidente, y el CNP no tuvo un papel especialmente peor que el resto (o peor que la sociedad en su conjunto). Pero eso no lo va a librar de sus consecuencias. Uno de los síntomas de la infantilización de la sociedad actual es pensar que una vez superado una situación su huella desaparece. No hay nada más lejos de la realidad. Es el yo soy yo y mi circunstancia de Ortega. Y cualquier análisis de la sociedad actual que no tenga en cuenta lo ocurrido en la pandemia es incompleto.

Concentraciones en Ferraz

Así llegamos al pasado 6 de noviembre. Fecha que no se va a olvidar fácilmente en los próximos años. El día que a alguien de la Unidad de Intervención Policial (UIP) del CNP se le ocurrió usar gases lacrimógenos para disolver una concentración de protesta contra la sede del PSOE en Ferraz, donde la inmensa mayoría de asistentes no eran violentos.

Mucha gente, ya sea por ignorancia o por conveniencia política, no ha entendido bien este suceso. En España no existe precedente en los últimos 20 años (y han sido años muy movidos) donde se hayan tirado botes de lacrimógenos a la fila 40 de una concentración pacífica. Fue algo tan anormal que ninguno de los que sabemos cómo funciona la UIP dimos crédito al testimonio de los testigos durante los primeros minutos. El propio gobierno se ha quitado del medio de la decisión, y en este caso concreto me creo su versión de los hechos. Voy a explicar por qué.

Las concentraciones de Ferraz no comenzaron el día 6, sino tres días antes. Su convocatoria fue espontánea (todo lo que pueden ser este tipo de cosas) y a ellas acudieron un variopinto grupo de personas de derechas con el denominador común de estar muy enfadados con el PSOE. Este tipo de manifestaciones no le gustan a ningún grupo de antidisturbios por dos razones: sin organización no saben a qué atenerse, y al ser grupos heterogéneos donde lo que más abunda es gente enfadada, pero sin apenas capacidad de violencia, se entra en una zona gris donde la actuación es complicada.

Los eventos del 6 de noviembre

La situación se vio agravada por varias cosas:

  • La línea policial se situó absurdamente lejos de la sede del PSOE. En sintonía con la sobreprotección que el CNP da al gobierno (especialmente a Sánchez) desde 2018.
  • Las personas entendieron muy mal que el CNP, y especialmente la UIP, tuvieran una actitud tan hostil contra un grupo que, al fin y al cabo, estaban protestando contra la impunidad de personas que se enfrentaron a esa misma unidad de forma muy dura en 2017 y 2019.
  • La experiencia de la pandemia de muchos de los manifestantes les hizo ser mucho más hostiles de lo que ha sido nunca la derecha social con el CNP, cosa que claramente se ha digerido muy mal por sus integrantes.

Con este caldo de cultivo se llegó al día 6. Ese día la afluencia fue superior a lo habitual por el propio avance en las negociaciones entre PSOE y ERC/Junts, pero también influyó el aumento de la tensión con la UIP de los días previos (con algún post crítico de Ayuso en X).

Cómo se filtra la política en la policía

La influencia política en las FCS no se hace dando órdenes directas a los funcionarios, sino colocando en lo alto de la jerarquía a gente de confianza y dando a entender que se va a premiar la lealtad al gobierno. Esto se trasmite hacía abajo y al final tienen a muchos funcionarios que van a hacer méritos intentando meterse en los menores líos legales posibles. Pero es una zona gris peligrosa, y los juzgados en los últimos años pueden dar buena cuenta de ello.

Teniendo claro esta forma de actuar, la manifestación del día 6 era un objetivo muy apetitoso para unos comisarios que tienen por delante cuatro años más del PSOE en la Moncloa. Además, aunque hubiera algún apoyo tímido del PP a los manifestantes, al no tener una estructura social y política clara, la amenaza de consecuencias legales por emplear exceso de dureza no estaba demasiado presente.

Ahí nace la decisión de emplear un medio tan contundente con el gas lacrimógeno contra los manifestantes. Y ese momento, con una acción tan sencilla como apretar el gatillo de una escopeta, cambiaron muchas cosas que tienen difícil vuelta atrás.

Desafección de la derecha

Para centrarnos solo en lo que nos toca: se ha roto el apoyo incondicional de la derecha social al CNP. Yo estuve en Cibeles el día 18 de noviembre y cuando, de forma muy torpe, los organizadores pidieron un aplauso para la UIP (después de proyectar un vídeo sobre los disturbios del independentismo), lo que se oyó fue un fuerte enfrentamiento entre una minoría que seguía el relato y una mayoría que pensaba que le estaban tomando el pelo. Minutos más tarde, una parte de esa gente estaba cortando una autovía camino de la Moncloa. Creo que es muestra suficiente de que estamos en un escenario desconocido hasta ahora en la derecha social española.

Ignorar esto es un factor que ha jugado un papel nefasto en todo lo que rodea a la actuación policial en Ferraz. La ilusión de que el PP y su entorno intelectual pueden seguir pastoreando a la derecha como si las redes sociales no existieran. Actuar como si subiendo el volumen de los altavoces en las manifestaciones fuera suficiente para controlar la situación.

Una hostilidad real

Toda la actuación de la UIP desde ese día parece que nace de esa premisa errónea. Una vez se superó la resaca post día 6, y los pocos grupos ultras se fueron retirando, la UIP ha seguido una táctica muy sencilla: intimidar a los manifestantes aprovechando que los medios tradicionales estaban de su lado, e ignorando la repercusión de la difusión de su comportamiento por redes sociales. Gracias a ello llevamos camino de cuarenta días de protestas.

Las excusas para rechazar el fenómeno Ferraz, a las que torpemente se han unido los sindicatos policiales, han ido virando a cosas cada vez más absurdas. Desde la legitimidad de no tolerar lanzamiento de objetos a los agentes, hemos terminado hablando de permisos administrativos a la hora de rezar un Rosario en las escaleras de una Iglesia. Como a veces es difícil juzgar algo desde casa, pese a que las redes sociales cada vez lo hacen más fácil, he ido en persona varias veces a Ferraz y puedo asegurar que la hostilidad entre la policía y los manifestantes es algo real y palpable. Lo que era totalmente impensable hace unos años.

«Nacional»

Yo mismo he sido embolsado por la UIP mientras circulaba por la acera sin haber sobrepasado ningún horario límite o haber sido advertido. No lo dramatizo, son cosas que pueden pasar en este tipo de manifestación, pero desde luego no es algo habitual. Aunque lo que más llama la atención es la mirada de hostilidad de unos y otros en esos escenarios. Eso no nace de ninguna orden política, ni se va a evaporar por arte de magia, aunque las cosas se calmen (lo que es improbable).

Dicho todo esto, el CNP no se va a ver debilitado a corto plazo porque la gente a la derecha del PP empiece a aborrecer al cuerpo. Hasta es posible que el efecto sea el contrario. Es este cortoplacismo el que está impidiendo ver a sus integrantes lo que se acaba de desencadenar. Y es que la ene de CNP es por nacional. No quedan muchas instituciones estatales en España que lleven ya esa denominación. Por ejemplo, todos recordamos aún que la actual AEMET antes se llamaba Instituto Nacional de Meteorología (INM). El PSOE ha apostado claramente porque seamos un estado multinacional, donde la nacionalidad española, que debería incluir al resto, en la práctica no lo hace.

¿Una mutación de la Policía?

Así que todo indica que vamos a ver una mutación del CNP a una policía estatal que opera plenamente en Madrid, pero no lo hace en Cataluña, y que está claramente al servicio del actual gobierno en su plan de penalizar a los territorios que no votan PSOE. Y eso va a crear muchos problemas sociales, en vez de resolverlos. A esto hay que sumar el incremento de la inseguridad que estamos viviendo, y que va a terminar poniendo este asunto como algo central en el debate político en muy pocos años.

En un escenario así, hasta un partido como el PP va a sumar dos más dos y van a empezar a reclamar sus propias policías autonómicas (va a ser curioso ver cómo digiere VOX esto). No va a ser mañana, ni el año que viene, pero la cadena de eventos que van a llevar a esa situación solo tenía como freno el vínculo entre la derecha y el CNP, y al romperse todo ha empezado a rodar.

Descentralización

En algunos aspectos creo que es una buena noticia. Por ejemplo, Madrid tiene una población urbana (entre capital y zona metropolitana) de 7 millones. Es totalmente ineficiente que no tenga un cuerpo policial propio que esté adaptado a su realidad. Mantener a los cuerpos policiales lo más locales posible no es una panacea, pero sí limita su impacto en nuestra libertad, y permite fiscalizar mejor su funcionamiento por parte de los ciudadanos que están bajo su autoridad.

Además, el CNP tiene demasiadas funciones solapadas con la Guardia Civil. Por no decir claramente que se las lleva usurpando desde hace décadas. Y también podemos mencionar aquellas que son incomprensibles, como la gestión de los DNI y pasaportes. (Debería depender de funcionarios del Ministerio del Interior y dar el servicio desde todas las dependencias públicas disponibles como se hace con los certificados de la FNMT). O la seguridad de las embajadas, responsabilidad del Ministerio de exteriores y Fuerzas Armadas.

El problema es que este cambio no va a proceder de la lógica que estoy intentando plasmar aquí. Va a venir por un choque de trenes institucional. Y en estos eventos las cosas no son lógicas ni lineales. Pero entre tanta confusión, es bueno dejar negro sobre blanco lo que está pasando. Si finalmente el CNP desaparece en unos lustros, podremos ponerle fecha al evento que inició todo el proceso. Incluso, es posible llegar a ponerle nombre al funcionario que apretó el gatillo que hizo que el primer bote de gas lacrimógeno cayera entre la gente. No todos los días destruyes una institución estatal de 70 mil agentes y “200 años de historia” moviendo un dedo.

Ver también

Estado: ¿monopolio o gestión de la defensa común? (Francisco Capella).

Policía y sociedad: de ovejas, lobos y perros pastores. (Fernando Parrilla).

‘Quis custodiet ipsos custodies? (José Antonio Baona Díaz).

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