La decisión del Comité de Selección de la Capital Europea de la Cultura 2016 de otorgar la sede a San Sebastián ha provocado un fuerte descontento en el resto de sedes, en buena parte de la ciudadanía española y otro problema político más para el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
La polémica radica en el cambio político que se ha producido en la alcaldía de la capital vasca después de las últimas elecciones municipales. La nueva marca de la banda terrorista ETA, Bildu (después de su polémica legalización por el Tribunal Constitucional), ha tenido un éxito sin precedentes, éxito que ha pillado al propio Gobierno central, valedor en la sombra de la decisión judicial, por sorpresa. No tengo muy claro que este resultado haya sido del agrado del presidente Zapatero y del candidato a las Generales, Rubalcaba, ministro del Interior. Todo hace pensar que esperaban un resultado mucho más modesto. Pero Bildu ha triunfado donde ETA tiene fuerte apoyo social, hasta el punto de que la Diputación de Guipúzcoa y la alcaldía de San Sebastián están dirigidos por la coalición proetarra.
La pérdida de la alcaldía por parte del PSOE -Odón Elorza era alcalde desde 1991- y la ascensión de Juan Carlos Izaguirre hacían pensar que San Sebastián no iba a ser elegida y lo sería alguna de las otras cinco ciudades españolas candidatas: Segovia, Burgos, Las Palmas de Gran Canaria, Córdoba o Zaragoza. Era tan seguro que los responsables de la candidatura cordobesa estaban convencidos de su triunfo unas horas antes del fallo.
Los alcaldes de Burgos y Córdoba dudan ahora de la objetividad de los argumentos y piensan que se trata de una decisión política apresurada. El alcalde de Zaragoza ha amenazado con acudir a los tribunales. Las dudas sobre la imparcialidad del jurado internacional, la presencia de la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde y pasados favores del PNV al Gobierno de Zapatero hacen sospechar de una decisión dirigida.
Sin embargo, se pueden aparcar ciertas diferencias si los ingresos son lo suficientemente jugosos. Todos los partidos vascos del gobierno municipal, Bildu, PNV, PSE y PP, se han apresurado a defender la candidatura y a asegurar que es colectiva. Y es que no hay que olvidar que estos eventos suponen una fuerte inyección de inversiones públicas que «transforman» la ciudad y «ayudan» en su desarrollo. Al menos, el de los comisionistas y las empresas cercanas al poder.
Sin embargo, lo más preocupante radica en el carácter totalitario de Bildu-ETA, porque esta decisión le ha dado una ventana internacional al terrorismo y su proyecto político. Juan Carlos Izaguirre ha sido muy claro:
«Se impulsará nuestra lengua y cultura y un periodo de normalización, en el marco del respeto democrático a todas las personas y pueblos».
Lo que Bildu busca y probablemente pueda conseguir con la capitalidad cultural es la mejora de su imagen internacional, incluso una legitimación de su proyecto, incluyendo su violencia y terror. No sería la primera vez que un grupo totalitario recurre a las expresiones culturales para conseguirlo. Probablemente, el caso más espectacular sea el de la Alemania nazi y las Olimpiadas de Berlín de 1936. Para la ocasión, el régimen recurrió a la mejor escenografía y a todo su arsenal de triquiñuelas propagandísticas para ofrecer al mundo una imagen muy distinta de lo que era. Por una parte, transmitió un reflejo de su poderío y organización y, por otra, cierta tolerancia frente a judíos y otros grupos étnicos, evitando altercados y suspendiendo temporalmente las persecuciones que, tras el evento y como no podía ser de otra forma una vez logrado su objetivo, intensificó.
Bildu puede utilizar la capitalidad para lograr estos objetivos. Transmitir la imagen de una «rica y ancestral» cultura oprimida, con lo que lograría despertar penas y simpatías entre los visitantes y ofrecer, a la vez, una imagen de falsa tolerancia, donde, al contrario de lo que suelen decir los «maquetos», se puede vivir sin problemas. La organización lograría esta legitimación exterior a través un acto cultural. La propaganda es una herramienta muy poderosa y, una vez más, la cultura puede servir a un movimiento totalitario.
La situación no es fácil para el gobierno socialista, ya que cualquier medida que suponga arrebatar a San Sebastián la recién estrenada capitalidad sería presentada desde un punto de vista victimista y ayudaría a transmitir una imagen de intolerancia y de opresión de los «españolistas». Además, Bildu-ETA tiene muy claros sus objetivos, mientras que los partidos no saben lo que quieren y, ni mucho menos, cómo. Hay que reconocer que la capacidad del Gobierno de Zapatero para meterse en charcos está cada vez más desarrollada.
Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!