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Elogio a los que dan la cara

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“Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido”, Gramsci.

Vivir en libertad no sale nunca gratis. Es cierto que el estado, como decimos los liberales, “nos sale muy caro”, pero aunque los beneficios de un estado mínimo son claros para muchos, mantener esa situación (y mucho más alcanzarla) exige un esfuerzo pedagógico constante, a través de cualesquiera medios disponibles: educación, medios de comunicación o tertulias de sobremesa o de café; un conste del que no todos somos conscientes.

Los antiliberales siempre han tenido claro, como advertía Gramsci, que para conquistar (y, por supuesto, mantener) el poder político es necesario conquistar antes el poder cultural, y esto último debían lograrlo, según el marxista italiano, “mediante la acción concertada de los intelectuales llamados ‘orgánicos’ infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”, algo que la izquierda ha sabido hacer desde sus orígenes.

Quizás porque los liberales, aunque recelosos del poder, hemos tenido siempre una infinitamente mayor confianza en el ser humano que los socialistas, no hemos dado igual batalla en estos campos, confiando siempre en el sentido común y la inteligencia de la gente para advertir lo que nos parece obvio y evidente. Quizás, también, porque entre nosotros no abundan los “políticos profesionales”, con lo que los incentivos para destinar recursos individuales a esa labor pedagógica se diluían y resultaban, por tanto, menores, sin que tengamos al estado para realizar tales tareas (por razones de coherencia evidentes). Quizás simplemente porque estábamos preocupados de otras cosas más inmediatas y que creíamos más urgentes.

Pero tenemos que ser muy conscientes de que, por mucho sentido común que pueda tener la gente, los humanos nos relacionamos con el mundo desde conceptos y concepciones de los que, en la mayor parte de los casos, no somos ni conscientes; y que esos conceptos se pueden ir cambiando (que es lo que pretendía Gramsci), por lo que con ellos cambiaría también la forma de vivir o de pensar. Y es que, como decía Huxley en Las puertas de la percepción, es nuestro cerebro quien nos ayuda a seleccionar, de la abrumadora y confusa masa de información que percibimos, “la muy reducida y especial selección que tiene probabilidades de sernos útil”, siendo los prejuicios inconscientemente adquiridos los encargados de hacer esa selección (“la realidad está definida con palabras. Por tanto, el que controla las palabras, controla la realidad”, que decía, en un sentido parecido, también Gramsci).

Hace unas horas apelaba Abascal a los españoles, pidiéndoles que “den el paso” y financien una televisión “que plante cara” a las televisiones entregadas a la izquierda para dar la batalla cultural. Desconozco si la solución es una gran televisión, o miles de pequeños canales independientes en las redes. Lo que tengo claro es que en cualquier momento de nuestra historia, presente, pasado o futuro, esa batalla cultural, incesante y omnipresente, es esencial y no darla lleva al desastre; algo que no nos podemos permitir.

Cuenta Roberto de Mattei, en su Historia del Vaticano II, lo que uno de los Padres conciliares escribió a Roma, en las fases previas al Concilio. Evidentemente iba dirigido contra los “modernistas” que querían atacar la sana doctrina y el Magisterio milenario de la Iglesia, pero es perfectamente aplicable a lo que estamos comentando:

“(…) a) La condena de las doctrinas perversas, aunque absolutamente necesaria, no es suficiente. b) Es necesaria una batalla organizada contra los errores y contra los que promueven y propagan los errores. Una batalla así, organizada como por un ejército ordenado y metódico, hoy resulta fácil por el progreso de las comunicaciones con la Santa Sede. A pesar de ello, el Clero, las Órdenes Religiosas, nuestras escuelas, el laicado, no se movilizan para dar batalla. Falta una resistencia organizada contra las ideas y contra las personas. c) Una batalla organizada debe dirigirse también contra las formas larvadas de Revolución, sus errores y su espíritu, que la propagan junto con su espíritu. Estas formas en general tienen dos (sic) características: 1. Son consecuencias lógicas de errores o expresiones psicológicas de un falso principio, aplicadas a un campo muy concreto. 2. Los contenidos son presentados de tal manera que un fiel menos informado no capta la malicia de la doctrina. 3. Aunque no perciba la malicia de la doctrina, el fiel conserva de modo latente y activo el principio perverso en el alma, y de manera insensible, sin darse cuenta, se impregna de este principio y del espíritu de la Revolución” (Roberto de Mattei: Concilio Vaticano II: Una historia nunca escrita. Homo Legens. 2018).

No sé si Monseñor Proença Sigaud (el obispo brasileño autor de esas líneas), había leído a Gramsci… pero más nos valdría a nosotros, en los que nos atañe, tenerlas presentes. Lenin decía, y Gramsci repetía, que la mentira es un arma revolucionaria. Nosotros tenemos la ventaja de que podemos ir con la Verdad… pero hay que “ir”, como están empezando a hacer algunos, aunque todavía insuficientes; los resultados de esa batalla, por ahora, no pintan demasiado bien.

3 Comentarios

  1. Es difícil «dar la cara» cuando directamente te la parten… como está ocurriendo
    tras el cambio de régimen (a nivel pluri-estatal) asociado a la supuesta peste epidémica del Covid-19.

    La mejor manera de estar informado y tener una opinión propia sobre un tema concreto es intentar «leer» las gráficas
    y los datos por uno mismo (otra cosa es si se puede o no hacer pública esa opinión). Por ejemplo, sobre la incidencia real
    del Covid-19, son clave estas dos gráficas:
    – La Figura 1 y Tabla 1 de los Informes MoMo del Instituto de Salud Carlos III: https://www.isciii.es/QueHacemos/Servicios/VigilanciaSaludPublicaRENAVE/EnfermedadesTransmisibles/MoMo/Paginas/-MoMo—INFORMES-2021.aspx
    – La Figura 15 (pág. 23) del Informe de Vigilancia de la Gripe en España 2019-20 (la línea roja, y el área bajo la curva… y la comparativa de unos años con otros): https://vgripe.isciii.es/documentos/20192020/InformesAnuales/Informe_Vigilancia_GRIPE_2019-2020_03092020.pdf

    Un saludo

    • Y recordar que el temor a una saturación del sistema sanitario, como las colas, es un fenómeno típico de los sistemas socialistas (esto es, de los monopolios coactivos). Ver la presentación de Benito Cadenas Noreña en el boque V del XIV Congreso de Economía Austriaca mostrando como el sistema de Suecia, pese a estar también altamente intervenido, «da soluciones» y evita esas eventuales saturaciones.

  2. Estoy aprendiendo sobre la libertad y la relación con la economía en el pensamiento austriaco


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