Emprendedor y emprendimiento son los nuevos términos aceptados y asimilados por el lenguaje políticamente correcto. Curiosamente, el uso de estas palabras no viene necesariamente seguido de «social» para que sea visto con buenos ojos por el pensamiento único. Con la crisis, el emprendedor se ha convertido en un prototipo casi antagónico del empresario común, que continúa siendo sospechoso de ser un agente egoísta, tramposo, explotador y, en definitiva, falto de conciencia social.
Este aparente consenso en torno a las bondades del «emprendimiento» no deja de ser tan falso como tramposo, cuando quienes apelan a las bondades del emprendedor son en realidad los que más obstáculos y dificultades ponen en su camino.
La mitología izquierdista ha creado un nuevo ídolo a partir del ideal randiano, pero muy apartado de sus virtudes y arrojo individualista. El perfil es tan variado como aquel, pero sus objetivos se amoldan perfectamente a los fetiches habituales. El emprendedor nace de la nada. Es universitario con una idea moderna, solidaria, urbanita o ruralizante. Es un currito de los de toda la vida, joven o mujer, ejecutivo cansado del horror financiero, un parado de multinacional reconvertido. Es un visionario con un negocio que vuelve a la esencia, a lo castizo, o lo de antes. Aplicaciones de móvil, comercio «justo», bicicletas, energías renovables, comida orgánica… Los medios de comunicación nos bombardean con ejemplos curiosos, lucidos y exitosos, retro o vanguardistas.
La conclusión es bien sencilla. Con este emprendimiento hipster vamos a salir de la crisis. Nada de grandes inversiones y multinacionales. Nada de juego, macrocomplejos y cosas por el estilo. El pensamiento único lo tiene claro: investigación pública, emprendimiento de guardería y proteccionismo industrial. La cuadratura del círculo. Una baza electoral que PSOE y PP están dispuestos a exprimir hasta sus últimas consecuencias. Visto que el maltrato a pequeños empresarios y autónomos ha dado margen, y parece no movilizar lo suficiente, qué mejor que dictar una Ley de Emprendedores que llene titulares, motive reportajes de Informe Semanal y corrompa el término hasta despojarlo por completo de su esencia estrictamente libertaria. «Emprendedores» a la caza de ayudas, rezando porque el Estado les apoye.
La estrategia es clara: ocultar la única fórmula válida, la única vía con visos de traer resultados positivos para emprendedores, empresarios, currantes y españolitos todos. Menos impuestos y más libertad. Menos Estado y más mercado. Pero de eso nadie habla. Al emprendedor hay que mimarlo, subvencionándolo, protegiéndolo, aupándolo. Nada de simplemente dejarlo en paz.
¿Por qué no prueban a bajarnos los impuestos? A dejar que nos descolguemos del gran fraude que es la seguridad social. ¿Por qué no nos dejan emprender y trabajar sin trabas, sin burocracia, sin cotizaciones, salario mínimo, sin pasar por ventanilla para empezar, permanecer o abandonar?
Esa sería la auténtica novedad. El discurso político que deberían expresar los emprendedores, ahora adulados y reconocidos casi por cualquier cosa. Pero el pensamiento socialdemócrata tiene un don insuperable: tomar como propio aquello que lleva décadas cercenando, casi destruyendo, convirtiéndolo en bandera y alternativa al libre mercado.
Cuando a los socialistas (de todos los partidos) les da por rectificar, aviso a navegantes: van a por vosotros, emprendedores. Así ha sucedido antes, y volverá a suceder de nuevo.
@JCHerran
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