Elon Musk puso el foco hace pocos días en un problema que lleva años siendo ignorado por occidente: la violencia sobre los boer, la población blanca en Sudáfrica.
Mata al bóer es el grito de guerra de los movimientos populistas de este país. Las consecuencias de este clima racista están perfectamente documentadas y detalladas en el libro Kill the Boer: Government Complicity in South Africa’s Brutal Farm Murders, de Ernst Roets. En español es posible conocer este problema por medio de los artículos de Marcel Gascón en Libertad Digital, los que dan suficiente información para entender que estamos ante un problema muy serio que puede degenerar a algo mucho peor, lo que podría ser fácilmente atenuado si la prensa occidental no hubiera decidido mirar para otro lado.
La denuncia de Elon Musk
Y ha sido precisamente la denuncia de Musk la que ha sacado el problema del fondo del cajón y lo ha puesto sobre la mesa. La reacción de la prensa de izquierda no ha sorprendido a nadie: quitar hierro al asunto o incluso llamar racista al propio Musk. Una parte de la derecha está vinculando este comportamiento de la prensa a una consecuencia del pensamiento woke. Un efecto secundario del Black Lives Matter. Lo woke, como evolución de la izquierda de los últimos lustros, tienen su impacto en todo, pero me temo que se está perdiendo la perspectiva al relacionar problemas muy viejos con tendencias muy nuevas.
Y aquí retomamos la defensa de los análisis que grandes liberales hicieron antes de la caída del Muro de Berlín. Jean-François Revel le dedicó dos capítulos de su libro El conocimiento inútil a este tema: Función política del racismo y Función internacional del antirracismo. En ellos se explica el mecanismo que ha permitido a la izquierda conseguir utilizar el racismo como una cabeza de playa para atacar a las democracias liberales, y la forma en que el movimiento antirracista internacional (en ese momento con el apartheid sudafricano como su principal leitmotiv) estaba eclipsando al resto de desmanes de otros regímenes (casi todos socialistas y comunistas).
La ceguera voluntaria
Revel documenta de forma muy detallada los crímenes que gobiernos africanos cometieron sobre su propia población (dirigentes negros masacrando y condenando al hambre a población negra). La prensa occidental actuó del mismo modo entonces que ahora: ignoró el asunto y, cuando le obligó a prestar atención, quitó hierro al componente racial. Como explica Revel:
¿Por qué esta ceguera voluntaria? Porque es preciso que en ningún caso se pueda reprochar a africanos haber hecho morir deliberadamente a otros africanos.
Jean François Revel
En el caso sudafricano actual este sesgo se agrava considerablemente. No solo estamos ante un gobierno africano dejando morir deliberadamente a otros africanos, sino que estas víctimas africanas son de raza blanca, y herederos de quienes protagonizaron un régimen repulsivo cuya caída fue uno de los mayores éxitos internacional de la izquierda mundial.
Criterio racista sobre lo que es, o no es, racismo
Ante un panorama así existen serias dudas de que esta viñeta no pueda convertirse en realidad. Para muchos, aquí entra en juego lo woke. El racismo solo puede ser de blancos a negros, y nunca al revés. Pero Revel ya nos previno sobre esta trampa:
Y, para decirlo todo completamente, el racismo blanco no es reprensible más que si procede de una sociedad capitalista y democrática. La matanza de asiáticos o de africanos por socialistas europeos está autorizada, igual que la discriminación contra los negros en Cuba. En definitiva, el único racismo es el racismo blanco capitalista.
Jean François Revel
Esto es clave para entender la época que estamos viviendo. La izquierda actual es heredera de la que Revel estudió con tanto empeño. Décadas de intelectuales generando chatarra ideológica con un único fin: atacar a las democracias liberales para favorecer a los totalitarismos socialistas.
Los monos y la escalera
A mucha gente este razonamiento le parece caduco. Ya no existe el telón de acero, ahora tenemos al Foro de Davos y la Agenda 2030 como enemigos de nuestras libertades.
Se pasa por alto un mecanismo humano (y animal) muy básico que se describe en la fábula del experimento de los monos y la escalera. Es posible que la mayor parte de los intelectuales de la actual izquierda hayan olvidado con qué fin siguen escandalizando frente a un racismo muy concreto, mientras que el resto les deja indiferentes, pero su comportamiento no deja lugar a dudas. Y es exactamente el mismo que tenían aquellos intelectuales que eran fieles a la URSS.
La autocondena
Entendiendo esto se puede ir más allá de culpar al globalismo o a una URSS que ya no existe. La propaganda anticapitalista del siglo XX se construyó sobre las debilidades de la civilización occidental. Nuestra propensión a criticarnos a nosotros mismos de forma constante. Esto creó un relato en el que los malos siempre éramos nosotros, y donde nuestras víctimas nunca podrían ser culpadas de nada. Romper con ese relato es la única forma de liberarnos de la maldición que nos aflige desde hace demasiado tiempo.
Nuestra civilización ha inventado la crítica de uno mismo en nombre de un cuerpo de principios válido para todos los hombres y del que deben, pues, depender todas las civilizaciones con verdadera igualdad. Pierde su razón de ser si abandona ese punto de vista. Los persas de Heródoto pensaban que todo el mundo se equivocaba menos ellos; nosotros, occidentales modernos, no estamos lejos de pensar que todo el mundo tiene razón, salvo nosotros. Esto no es un desarrollo del espíritu crítico, siempre deseable; esto es su abandono total.
Jean François Revel
1 Comentario
Y eso ahora ha sido tomado por la extrema derecha como «evidencia» del plan internacional «para destruir al hombre blanco»… que ahora es «víctima».
Véase «el gran reemplazo».