Hace casi tres años les escribía en estos Comentarios sobre el Centro Diego de Covarrubias, un joven think tank español dedicado a realizar estudios sobre economía, religión y libertad que toma su nombre del que fuera Obispo de Segovia en el siglo XVI. Vuelvo ahora a hablarles de Covarrubias por un homenaje celebrado en la catedral de esta ciudad el pasado mes de noviembre, recordando los quinientos años de su nacimiento.
Gracias al entusiasmo del Director del CDC, Vicente Boceta, y a la eficacia gestora del profesor Huerta de Soto, nos reunimos en la Sala Capitular de dicha catedral un buen número de personas, junto al Obispo y su cabildo. Les voy a resumir el Acto, siguiendo la crónica de Guillermo Herrero en El Adelantado de Segovia, que comenzó con una breve presentación de Vicente Boceta: explicaba cómo el CDC defiende un sistema económico de mercado; un sistema político democrático; y un sistema moral y cultural pluralista basado en los principios éticos y culturales de la civilización judeo-cristiana y grecorromana. Entre sus objetivos destaca la correcta comprensión de un liberalismo económico cristiano, que encuentra su inspiración en la Escolástica española, uno de cuyos principales representantes fue precisamente Diego de Covarrubias.
A continuación, el teólogo José Carlos Martín de la Hoz presentó una semblanza del homenajeado, recordando su primera etapa -nacimiento en Toledo y posterior marcha a la Universidad de Salamanca en 1527- para centrarse después en su obra, en especial en el papel que jugó en el Concilio de Trento, donde tuvo una decena de intervenciones de gran calado. Fue concretamente él quien se encargó de redactar los "Cánones de reforma" del Concilio. Nombrado obispo de Segovia en 1564, ejerció su magisterio en la diócesis durante casi 13 años, cargo que compaginó desde 1571 con el de Presidente del Consejo de Castilla hasta su fallecimiento en 1577. Martín de la Hoz insistió en que Diego de Covarrubias buscó unir el derecho, la teología y la economía, agregando que se convirtió en una figura clave en la reforma del pensamiento, tanto en España como en el resto del mundo.
Precisamente sobre esta última idea giró la conferencia del que suscribe, centrándome en la influencia de Diego de Covarrubias en el pensador holandés Hugo Grocio, a partir del estudio de las citas del Obispo segoviano en el Mare Liberum de Grocio (1609).
El tercer ponente fue Jesús Huerta de Soto. Expresaba la "profunda crisis" que atraviesa hoy la ciencia económica, asegurando a continuación que "si se hubieran tenido en cuenta los principios de los escolásticos del Siglo de Oro español nos hubiésemos ahorrado la recesión que estamos sufriendo". A Diego de Covarrubias le alabó por ser el primero que habló de la ‘teoría subjetiva del valor’. De igual forma, indicó que la paternidad de la ‘teoría del orden espontáneo del mercado’ o la defensa de comportamientos éticos en ejercicio de la banca es de los escolásticos. Huerta de Soto finalizó deseando que la crisis de la ciencia económica permita que las ideas de la que él denomina ‘Escuela Española’ sean las dominantes en el futuro. Debo añadir que trabaja en ello con gran tesón desde el Máster en Economía Austríaca que dirige en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, y del que asistieron muchos alumnos al Acto que les relato.
Pero no termina aquí mi crónica sobre el Centenario de Covarrubias, porque justo el día anterior tuvo lugar la entrega del I Premio de Ensayo Diego de Covarrubias convocada por el ya citado CDC en la sede de la Fundación Villar Mir de Madrid. Después de un difícil escrutinio, como señalaba Vicente Boceta en la presentación del Acto, resultó elegido ganador el texto del catedrático de Filosofía del Derecho en Sevilla, Francisco José Contreras: "¿Son compatibles el catolicismo y el liberalismo económico?" (si bien los miembros del Jurado propusieron otorgar un accésit a Juan Ramón Rallo, Director de nuestro Instituto, por su artículo "La economía del empobrecimiento común").
En su discurso de aceptación, el profesor Contreras explicaba el sentido de su trabajo porque "el mundo actual está muy necesitado de ambas cosas. El mundo necesita libertad económica porque, allí donde es aplicada con un mínimo de coherencia, genera siempre crecimiento material y ampliación de horizontes… Pero el mundo está también muy necesitado del cristianismo… porque llena la congénita necesidad de esperanza que define al ser humano".
También señaló que "el leitmotiv del ensayo premiado es la reivindicación de la compatibilidad y el vínculo genético entre cristianismo y liberalismo… Pero distingo entre liberalismo político y liberalismo económico porque se trata de evaluar las relaciones entre la Iglesia católica y el liberalismo, y creo que la actitud de la Iglesia frente a uno y otro aspecto del liberalismo no es la misma" (Contreras desarrolla también estas ideas en su reciente libro: Liberalismo, catolicismo y ley natural).
El catedrático sevillano expuso con detalle cómo "el proceso de reconciliación de la Iglesia con el liberalismo político (que duró un siglo: el que va desde las tremendas condenas antiliberales del Syllabus [1864] a la declaración Dignitatis Humanae sobre libertad religiosa [1965] y otros documentos del Vaticano II sobre derechos humanos) está completo en lo esencial". Por ello, continuaba, "una de las tesis que contiene mi trabajo es la idea según la cual la Iglesia está recorriendo un camino de aceptación de la libertad económica que quizás guarda un paralelismo con su proceso de aceptación de la libertad política, pero que va rezagado históricamente respecto a éste" Por eso concluye que "no debe sorprendernos que su reconciliación con la libertad económica esté resultando también laboriosa".
Tarea ésta en la que sin duda está comprometido el Centro que toma el nombre del obispo Diego de Covarrubias, al que recordábamos en su centenario. Quiero terminar anunciándoles que a raíz de esta conmemoración se van a preparar una serie de actos similares en memoria de otros ilustres escolásticos como Martín de Azpilcueta o Juan de Mariana. Sobre lo que ya les avisaremos convenientemente.
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