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En el nombre de la derecha

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El próximo 7 de Noviembre los norteamericanos renovarán la Cámara de Representantes y consolidarán o pondrán fin con su voto a la actual hegemonía republicana. Las elecciones al Congreso dictaminarán además el cenit o el ocaso de la presidencia de George W. Bush. Sabremos si la guerra de Irak ha lisiado al GOP, si la hipocresía íntima (caso Foley) o la política económica errática de la era Bush tumbaron definitivamente al partido de Lincoln y Reagan. Extrapolando la iluminadora conclusión que reflejan John Micklethwait y Adrian Wooldridge, analistas de The Economist, en su último libro (Una nación conservadora. El poder de la derecha en Estados Unidos) no debería existir duda alguna acerca de lo que pasará en las legislativas: Norteamérica es y seguirá siendo conservadora. Lo cual no quiere decir, como aclaran los autores, que sea técnicamente republicana. Los candidatos demócratas transversales, con ganas de balón y sin desgaste, podrían heredar el legado de la derecha. Bill Clinton, sin ir más lejos, fue el precursor: torcido hijo dilecto de la causa moderada, sin radicalismos, al gusto de muchos; habría ganado en 2000 su segunda reelección si la ley no lo impidiese.

El poder del conservadurismo estadounidense procede, para Micklethwait y Wooldridge, de Dios, los negocios y la geografía. La libertad religiosa inyectó competitividad entre los clérigos e hizo de la religión un factor dinámico en la vida americana. La empresarialidad propició las economías de escala, la expansión tecnológica y la filantropía (Carnegie: "el hombre que muere rico, muere deshonrado") La holgura de Estados Unidos –el cuarto país más extenso del mundo, dos tercios habitables– animó el espíritu de frontera y los sueños particulares.

Hoy la derecha goza de buena salud y es propietaria de un poderoso mercado de ideas. El New Deal de Franklin Roosevelt –que arrinconó a la derecha durante décadas– queda lejos. Libertarios y conservadores sociales son las dos grandes tendencias que lideran el republicanismo; depuran entre sí sus exageraciones y ponen a raya a la izquierda. El equilibrio entre anarcos e intervencionistas no es fácil aunque prevalece el provecho de convivir juntos pero no revueltos. "Hacia la unión por la separación" sería su lema.

Para los autores, el futuro del partido republicano pasa por atender las expectativas de los profesionales independientes, dejarse de mangoneos tipo Enron, olvidarse para siempre de capitales como San Francisco –darlas por imposibles– y por el contrario cuidar a los contribuyentes que habitan en las urbanizaciones de las ciudades medias. El objetivo primordial es conquistar el interés de la madre negra que prefiere que el gobierno le ofrezca un cheque escolar para sus hijos, hastiada de la violencia en las escuelas de la acción afirmativa. Se trata de acercarse a las preocupaciones de la gente, sabedora ésta que los burócratas ya no lo pueden todo. Los riesgos de una derecha caviar ajena a la vida se vislumbran y la siguiente observación resulta significativa:

El otro gran peligro para la rive droite es la introversión. La gente que se pasa la vida entre grupos de expertos tiende a hacerse adicta al radicalismo por el radicalismo. Preguntarle a un miembro de tales equipos si necesitas o no una solución drástica para un problema es como preguntarle a un peluquero si te hace falta un corte de pelo. Estudios que preconizan llevar la libre empresa al espacio exterior, abolir los departamentos del gobierno o derrocar el régimen de Arabia Saudí atraen más atención que garantizar los servicios educativos, sanitarios y gubernamentales. La intelligentsia de izquierdas perdió su pegada en los años sesenta por quedarse anclada en Vietnam y no darse cuenta de lo que estaba ocurriendo en las calles estadounidenses. Lo mismo podría ocurrir con la actual fascinación de la intelligentsia de derechas con Oriente Próximo.

The Right Nation de Micklethwait y Wooldridge es una historia bien contada sobre el universo del republicanismo, sus logros y caídas, la mezcla de tradición y modernidad, los filósofos y la base social que le acompañan, la piedra de toque del 11-S y la generalizada incomprensión europea hacia Estados Unidos; una crónica sugerente que ofrece numerosas claves para entender los acontecimientos que están por llegar.

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