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Escribiendo sobre lo que no sé un pimiento: revisionismo estratégico libertario

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En ocasiones escucho que Gustavo Petro es un hombre de una gran inteligencia. Esto me sorprende, porque lo escucho de personas que respeto y en cuyo juicio en general confío. Yo no lo creo así. Creo que Gustavo Petro, el presidente de Colombia, es un gran imbécil. Cuando escucho sus peroratas sobre economía –al menos lo que el gran ignaro cree que es economía-, no puedo sino sentir escozor y gran pena ajena. Cuando lo escucho -o leo algo sobre lo que haya dicho en algún discurso- agrediendo la libertad individual, lo que es siempre que abre la boca, solo me puede arder el alma. Y deseo que se abra el cielo y que caiga sobre él la ira santa de Dios como un magma misericordioso.

La inteligencia criminal de Gustavo Petro

Sin embargo, sí creo que hay una forma en la que hay que dar crédito a Petro, en lo que a una forma de inteligencia se refiere. La inteligencia de Petro, no siendo la de un escolástico, sí es la de un criminal. La de quien dentro de la organización criminal se encarga de la estrategia. Y me refiero a la estrategia de llegar al poder. Por lo menos, por los resultados vistos hasta ahora en Colombia. No es la inteligencia de preservarlo, ni mucho menos la de sostener cierto grado de popularidad.

Petro siempre ha querido todo el poder. En los inicios de su carrera criminal optó por un camino más tradicional, perteneciendo a la guerrilla del M-19. Participando de esta organización criminal, su idea, así como la de sus secuaces, no fue nunca eliminar el Estado con su monopolio sobre la violencia. No. Fue tomarlo, agrandarlo para ellos y dirigirlo a los cursos de acción de su elección.

De las armas al voto

Después de unos años se dio cuenta de que la estrategia de tomarse el Estado por medio de las armas resultaba más costosa de lo anticipado. Así, en vez de derrocar al sistema y volverse él el sistema, aprendió de la competencia, de otros criminales. Se dio cuenta de que podía trabajar desde el sistema, aprovechando un importante presupuesto de las democracias contemporáneas: elegir y ser elegido. Llegó -algo tarde- a comprender, que el Estado es el productor monopolista del derecho, a través de la legislación. Y que, por medio de promesas de lo que sería esa legislación, podía ganarse el favor de los que votan. No ya elegir a otros, sino ser elegido.

Se dio cuenta, de que, apelando a la envidia de las personas, podría dirigir la fuerza del Estado a quitar a aquellos que hayan producido riqueza en el pasado, para pasárselas a sus prometidos. Tomaría más tiempo, pero lo lograría invirtiendo el tiempo y la paciencia necesarios y terminaría elegido.

Populismo sin medida

Así lo hizo. Con propuestas propias de manual de la izquierda durante toda su carrera como agente del Estado. Tanto como alcalde, como siendo senador, fue ganando popularidad. Las personas, cuya creencia profundamente arraigada de ser el Estado la solución a cualquier problema -sobre todo al de la pobreza, encontraron eco en sus promesas de redistribución gratuita de riqueza una opción política perfecta. Lo compararon con otros aspirantes que proponían tan solo medias tintas de lo que Gustavo Petro ha siempre propuesto.

Que quede claro. Al momento de presentarse la alternativa entre la versión original de algo y una versión diluida de lo mismo, se suele escoger aquello. Para los electores de Gustavo Petro, desde los más entusiastas hasta los más resignados, mucho mejor la promesa de llevar el argumento estatal a sus últimas conclusiones, que cualquier otra propuesta que sugiriera un punto medio, alguna tercera vía. ¿A qué costo? Al que sea…

Camino del estatismo

Como presidente, Petro no está haciendo nada revolucionario. Hay que decirlo. En realidad, lo que ha hecho hasta ahora es continuar el proceso de llevar a la sociedad colombiana por el camino de servidumbre hasta el estatismo total. Este es el fin al que el Estado colombiano debe propender por mandato constitucional, al estar diseñado como uno social de derecho. La planificación central está en el seno de la constitución como uno de los principios más caros dentro de ella. La conclusión lógica de la premisa es el crecimiento progresivo del Estado. Y cuanto más grande sea, más constitucional. Otro es el arrebato de funciones a la economía de mercado.

Su presidencia, hasta hoy, no ha sido sino consistente con esa estrategia. Elementos esenciales de ésta han sido los esperados. Un enconado, risueño y constante ataque a la riqueza creada por medio de la producción empresarial. Un odio vociferante a los empresarios y la función empresarial. Y un sistemático intento de muchísima redistribución de riqueza, particularmente de a la clase media trabajadora, hacia los acomodados bolsillos de varios grupos de interés. Estos grupos son los más pobres, los ideólogos, la burocracia y varios empresarios que no quieren tener nada que ver con la competencia propia de un sistema capitalista de libre mercado.

El gobierno de Petro no es esencialmente, en lo fundamental, diferente a los gobiernos de los presidentes pasados durante las últimas tres décadas. Los supuestos partidos de derecha -partidos cuyas propuestas programáticas son bastante similares a la izquierda moderada en Alemania con el SPD o die Linke– subieron impuestos y crearon nuevos. Nunca propuso la libertad individual como el principio para crear bienestar. Ninguno de ellos tuvo como elemento importante dentro de sus discursos, ni siquiera tímidamente, la expresión libertad económica.

Intereses detrás del Estado

Petro no está haciendo nada distinto. Tan solo lo está haciendo con una vertiginosa aceleración. De nuevo, Petro es la versión original del socialismo, mientras que los supuestos partidos de derecha son la copia barata de ello. El resultado de ese acelerado proceso es un país donde los pagadores netos de impuestos están sometidos a una coalición conformada por el aparato estatal, ejército de políticos y burócratas, aliados con diferentes grupos de interés, que a su vez utilizan al Estado como un revolver.

Los gremios empresariales hacen lobby para impedir la competencia de empresarios extranjeros, que amenazan con vender a menores precios y con mayor innovación a los consumidores colombianos. Para ellos el desarrollo de ventajas comparativas geográficas es una peste que hay que aniquilar. Otros grupos de empresarios, odiosos de la libre competencia, utilizan al Estado para erigir altísimas barreras institucionales, como impuestos y demás regulaciones. De tal manera que, la salud, la educación y demás servicios solo puedan ser producidos (porque son bienes económicos) por un par de ellos. ¿Los perjudicados? Los consumidores de unos y de otros servicios.

Otro grupo de interés son los intelectuales que están al servicio de la coalición. Sus ingresos dependen de los impuestos que arrebatan la riqueza. Su labor consiste en la perpetuación de la creencia de que el Estado es la única salida de los muchos problemas que enfrenta la sociedad. Así, científicos sociales y muchos -demasiados- periodistas son apologistas de la clase dominante.

Revisionismo de estrategia libertaria

El presente es negro, desesperanzador, así como lo es el futuro cuando la promesa es el crecimiento en tamaño y en rango de acción de una asociación criminal como lo es el Estado colombiano, estando al timón de ese navío de muerte Gustavo Petro. Antes de finalizar el 2023, el crecimiento de este país es negativo. Las manufacturas “crecieron” en -6,2%, en -8,0% la construcción y -3,5% el comercio en general. Este camino de servidumbre debe ser detenido. Dicho esto, la cuestión de ser detenido es una de estrategia. Aquí estoy por fuera de mis aguas escribiendo de esto, haciéndolo sin autoridad alguna. Sin embargo, lo intentaré.

Los libertarios hemos entendido, según creemos, bien el problema. El Estado es injustificable, éticamente indefendible y económicamente ineficiente. A pesar de estar convencidos de esto, muchos de nosotros, los que elegimos una vida académica, no hemos sido efectivos al momento de frenar su avance con la estrategia que sugiere tal camino de vida. Gira ésta alrededor de las ideas de la libertad y su propagación. Es relativamente sencillo: exponemos tales ideas, sobre hombros de gigantes, asegurándonos de su consistencia y rigurosidad, de tal manera que se forme una élite intelectual, en la cual terminamos participando nosotros mismos. Otros productores, en el proceso de mercado de las ideas, se encargan de hacer tales ideas inteligibles para el resto de las personas, sin entrenamiento de complejas cadenas de razonamientos.

Diseminar las ideas

Hemos considerado, y seguimos haciéndolo, que ésta es la mejor estrategia en el largo plazo, la que mayores y mejores resultados promete en el futuro. La opinión pública se moldeará de tal manera que se desarraigue la creencia de que el Estado sea necesario; de que sea la única vía. Es una estrategia de largo aliento, que precisa mucha paciencia, pero que, con el paso de las décadas veremos el resultado. Aquella creencia cretina se reemplazará por la esta: la única forma de superar la pobreza, de aumentar en grados de civilización, es ¡capitalismo, ahorro y trabajo duro!

Este elemento estratégico, que resulta ser la más importante dentro de una estrategia general de avance libertario, si bien correcta, tiene un fatal error. El obstáculo para el avance de la libertad y la eliminación del Estado no es únicamente de índole intelectual. Si la estrategia se centra en convencer a las élites intelectuales, hay que tener en cuenta de que esas élites intelectuales se benefician de la coalición que es el Estado, formando parte de ella. Profesores, periodistas e intelectualoides son ejército ideológico del Estado.

El proceso a través del cual se busca esparcir las ideas correctas y lentamente lograr moldear a la opinión pública asume que cada intelectual está fundamentalmente interesado en la búsqueda de la verdad. Y que su propio interés económico no es un obstáculo para buscarla. Lo cierto es que los intelectuales no solo están expuestos al error intelectual. Son parte del problema, porque su propio interés está íntimamente relacionado con el sistema de gobierno, que redistribuye riqueza, también, su favor. Así que, por ese lado, los resultados no se verán pronto.

La receta probada: el populismo de derecha

El domingo 19 de noviembre de 2023 los votantes en Argentina elegirán un nuevo presidente. Después de la primera vuelta en ese país, los candidatos son dos. Javier Milei, libertario, con un plan de gobierno que buscaría reducir significativamente el Estado, sus muchísimos subsidios e impuestos que han asfixiado cualquier esfuerzo de creación de riqueza. Y Sergio Massa, un confundido economista, que forma parte de la élite gobernante.

La estrategia que ha diseñado y seguido Milei no puede dejar de llamarnos la atención y enseñarnos un par de cosas. Se trata de cambiar las cosas desde adentro, desde dentro del Estado. Cómo lo hizo el imberbe de Petro. Hacerse elegir presidente y, una vez adentro, oprimir el botón. No es mi estilo. Tengo muchísimos reparos hacia esa estrategia.

Sin embargo, cuando de estrategia se trata, no solo me declaro un ignorante absoluto, sino que, siendo una cuestión empírica, y estando desesperado con Petro y sus retrocesos, estoy dispuesto a dejarme sorprender. No se eliminará el Estado. De hecho, se le entregarían un par más de agentes que lo conformen -empezando con Milei-. Pero es probable que se reduzca y que en algo avance la libertad. Como dicen en Hamburgo: Das nehme ich in Kauf! Así pierda la presidencia Javier Milei, en el fondo, ya ha ganado él y la libertad.

Un fuerte componente libertario

Creo que se comienza por identificar a algunos políticos profesionales, que los votantes tengan identificados para, eventualmente, darles el voto. Que se consideren de derecha, pero que a su vez estén cansados de la derecha tímida, soberbia e ignorante que se encuentra en la taberna del campo de golf. Identificados con una derecha conservadora, que quiera arrebatar el poder a la izquierda, francamente socialista, pero demandando una ideología contraria al estatismo. Que tome como fuente de prosperidad no el Estado, los impuestos, los subsidios, ni las regulaciones, sino la propiedad privada, la función empresarial, la libertad individual y la familia.

Si la derecha va a arrebatar el poder a la izquierda socialista en Colombia, y en el resto del continente, será por medio de un populismo de derecha con un alto componente libertario. Creo que es la estrategia que mejor podría describir a la de Milei, y que se esparcirá, con algo de suerte, por el continente.

Desenmascarar a las élites

La clave reside en forjar una estrategia audaz y comprometida. Tanto para los libertarios originales como para la derecha conservadora que anhela un Estado reducido, la vía no se limita a diseminar ideas correctas. Va más allá. Hay que exponer incansablemente la corrupción en la clase dirigente y su aprovechamiento del sistema en detrimento de los individuos libres. De los ciudadanos, que solo quieren ponerse al servicio de los demás, como único medio moralmente aceptable de superar el estado natural de pobreza.

Hay que desenmascarar a estas élites gobernantes se convierte en la piedra angular. Hay que realizar una campaña negativa para desvelar su verdadera naturaleza y cómo se benefician a expensas del resto de la sociedad. Los objetivos son claros: construir una masa de pensadores crítica y partidarios de un Estado mínimo, fundamentados en la rectitud de las ideas. Y movilizar a las masas para que cuestionen a las élites intelectuales y los medios tradicionales que las manipulan.

El mensaje se compondría de afirmaciones tales como: eliminar impuestos; eliminar el estado de bienestar, desmontando tantos subsidios como sea posible;, sobre todo a los vagos. Abolir privilegios de grupos sociales y raciales. Tomar de nuevo las calles, castigando severamente a los criminales comunes. Dar blindaje a la fuerza pública para que lo puedan hacer -¡Perdóname, Dios mío! Romper de entrada relaciones con regímenes extranjeros con una infame inclinación socialista, incluyendo a Cuba y a Venezuela. Sacar al Estado de la familia, que se case cualquiera con quien quiera Y legalización de todas las drogas, así se infarte a punta cocaína el que quiera.

La clase que trabaja

¿A quién va dirigido este mensaje? El sistema actual no es más que una alianza entre los políticos, grandes grupos económicos de interés y presión y la élite mediática. Esta diabólica coalición privilegia a los más pobres, exaltando su sentimiento de venganza y de envidia hacia la libertad individual, que conforman una especie de clase parasitaria mientras oprime y despoja a la clase media trabajadora. Según lo veo, el grupo de la sociedad a la que debe ir dirigido el mensaje es uno que se encuentra en el medio de esas fauces temibles.

La clase trabajadora de la clase media, conocedora de cómo se escapa de la pobreza, pero asediada constantemente por el saqueo, constituye un pilar central; y es ella a la que debe ir dirigido el mensaje, vociferado a los cuatro vientos, tanto en las calendas, como en los idus. La auténtica estrategia libertaria emerge como un populismo de derecha, poniendo al descubierto esta alianza y exigiendo que respeten y dejen prosperar a la clase media trabajadora.

Este enfoque busca un cambio radical, apelando a la justicia y la igualdad ante la ley para liberar a la sociedad de las cadenas impuestas por una élite corrupta. Es hora de encaminarse hacia un nuevo sendero, uno que ponga a la sociedad libre en el centro y desafíe el statu quo establecido. Sin medias tintas, denunciando al Estado, al Estado colombiano, como la organización criminal vergonzante que es -y que siempre ha sido.

Creo que quien entienda esto en Colombia será el próximo -o la próxima, con un guiño de ojo- presidente del país.

Ver también

Gustavo Petro busca el voto de los incautos atacando a Nicolás Maduro. (Antonio José Chinchetru).

Caos en Colombia. (Edgar Beltrán).

El agotamiento de la nueva ola populista. (Mateo Rosales).

El retorno del populismo en América Latina. (Mateo Rosales).

3 Comentarios

  1. Estimado articulista, dice Vd.:
    1)»»Y deseo que se abra el cielo y que caiga sobre él la ira santa de Dios como un magma misericordioso»».
    2)»»Los libertarios hemos entendido, según creemos, bien el problema. El Estado es injustificable, éticamente indefendible y económicamente ineficiente»».
    3) «»Se trata de cambiar las cosas desde adentro, desde dentro del Estado.»»
    4) «»No se eliminará el Estado. De hecho, se le entregarían un par más de agentes que lo conformen -empezando con Milei»».

    Debo confesarle que todo esto me aburre; pero como yo soy un «tocahuevos» como decimos en mi Nación Española (y lo es, con Estado o sin el, incluido el catolicismo con su enorme carga antijudia; y sino que se lo digan a Vds. que hasta les transferimos la Inquisición) pues resulta que a veces soy incorregible; en fin veamos :
    1) si lo primero que ha dicho Vd., lo dice un judio en Colombia, pues que quiere que le diga.
    2, 3 y 4) Pero no se da Vd. cuenta del cumulo de incongruencias en las que incurre?
    ¿que pasa, no ve Vd. que no basta con ser un catolico ferviente?; dejese de razonar en circulo, porque no van a ningun lado; en eso acaban las sectas, incluidas las catolicas y algunas judias; el Islam es otra cosa completamente diferente y sin solución porque en sentido estricto no es una religion; según ellos, no es una creación humana como el Tanaj o el Antiguo testamento del cristianismao; segun ellos la «revelación» se la entrego directamente «allah» a su profeta Mahoma.
    Ya va siendo hora de que los catolicos sigan el camino de Lord Acton, cuando señalo el gravisimo error de conferirle al «vicario de cristo» el don de la infalibilidad incluso cuando habla «ex cathedra»; en consecuencia, ya esta bien de sectarismos inadmisibles y absurdos.
    Ruego contestación, si no es mucho pedir; ¿o resulta que aqui ya no hay debates? antes los habia.

    En fin un cordial saludo.

  2. Por supuesto, su presiente es un Tirano y todo lo que ello implica; pero yo para que desaparezcan los tiranos prefiero la doctrina del «kidon » del mossad; es mucho mas efectiva.


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