Después del préstamo extendido de 100.000 millones de euros no hay ninguna duda que España ha sido finalmente rescatada. Se nos dice que esta cantidad, que equivale a 10% de la riqueza que produce España en un año, irá destinada únicamente al sistema bancario. El dinero, que recibirá el FROB en primera instancia, se destinará a las instituciones financieras españolas para cubrir las pérdidas derivadas de su exposición al ladrillo.
Evidentemente, el gobierno ha tratado de tergiversar, retorcer y pervertir el lenguaje para intentar erradicar la palabra ‘rescate’ de nuestra mente. ‘Apoyo financiero’ es el término que han escogido desde el gobierno para describir la situación española. Bien es verdad que 100.000 millones de euros son un gran apoyo financiero… pero destinado a rescatar. Rescatar a la banca porque el Estado español no puede cubrir por sí solo esa cantidad debido a la desconfianza enorme de los mercados, que le exigen (lógicamente) intereses muy altos para financiarse.
Es decir, realmente estamos hablando de un rescate soberano, no un rescate bancario.
Sin embargo, el que piense que el rescate ha empezado ahora está equivocado: el rescate comenzó hace meses, en el 2011, cuando el BCE empezó a comprar bonos españoles.
Y más tarde continuó cuando se llevó a cabo el carry trade. Éste consiste básicamente en lo siguiente: los bancos acuden el BCE, que les presta dinero al 1% para invertir en deuda soberana que les renta a un tipo bastante superior. De ahí la "facilidad" del Tesoro español en el pasado para colocar deuda. Ha venido siendo una monetización indirecta. Es decir, un rescate a la banca y al estado español.
Y es que un problema de deuda no se arregla con más deuda por mucho que se empeñen políticos e intelectuales. Sería como intentar curar una borrachera con todavía más alcohol. Una crisis de deuda sólo presenta una solución: amortizar y reducir la deuda. No tiene sentido incrementar la deuda de una economía fuertemente apalancada a tasas insostenibles.
La única solución que le queda al Estado es disminuir sus gastos. Pero ya hemos visto que nuestros arrogantes políticos se han preocupado más de culpar a los mercados que de sanear sus cuentas. Sin embargo, la realidad es que los mercados no atacan, sólo se protegen… de futuras tempestades.
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