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Ética y convencimiento

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La ética es un conjunto de normas sociales de comportamiento universales, simétricas y funcionales. Una vez conocidos sus principios básicos, el derecho de propiedad y los contratos (equivalentes al principio de no agresión) cabe preguntarse por las motivaciones para su cumplimiento. ¿Por qué respetar la propiedad ajena y cumplir con los compromisos contractuales? ¿Por qué no robar, asesinar, violar, estafar?

"Por tu propio bien", responderán algunos; una respuesta paternalista, simple y problemática. El subjetivismo indica que el bien es percibido individualmente, no hay recetas objetivas detalladas que garanticen la satisfacción de todos y es el propio actor quien mejor conoce sus deseos y capacidades. Un sabio puede indicarle a otra persona que le conviene cumplir alguna norma para no arrepentirse en el futuro de su incumplimiento, pero nunca podrá asegurar dicho arrepentimiento. Tal vez el delincuente no teme a la justicia, o al ejército enemigo o al repudio de los demás porque se cree más astuto, más fuerte o más independiente (y tal vez lo sea) y no hay que recordarle las posibles consecuencias y represalias porque ya las ha tenido en cuenta. Hay personas o grupos organizados más fuertes que los demás, y puede merecerles la pena agredir, depredar o parasitar a los débiles desorganizados: la historia de la humanidad está repleta de situaciones de dominación. Tal vez soy mejor guerrero o estafador que productor o comerciante, y no me interesan las normas universales y simétricas, yo quiero estar por encima, y la cosa puede funcionar mientras que no me quede sin riquezas ajenas que saquear.

"Por el bien de los otros" es otra respuesta insatisfactoria. Tal vez los otros no me importan, o tal vez no sé cómo hacerles el bien. Quizás me interesen unos pocos y conozca bien a los más próximos, pero esto no es en absoluto universal. "Para no hacer el mal a otros" es algo más satisfactorio, ya que el principio básico de la ética es éste, y es posible y fácil no agredir a nadie, pero de nuevo tal vez carezco de escrúpulos y el mal ajeno me es indiferente o no me atañe lo suficiente si con ello consigo mi bienestar.

La ética no es lo mismo que la moral, la cual manipula los sentimientos íntimos personales para influir sobre la conducta, tanto para la felicidad individual (evita las tentaciones, piensa a largo plazo) como para la coordinación social (recuerda que vives en un grupo, que a los demás les afectan tus acciones, que la imagen que tienen de ti es importante). La moral es una herramienta de manipulación (lo cual no implica que sea necesariamente nociva), no un ejercicio de racionalización, y no suele ser universal ni simétrica (a menudo se usa para camuflar la opresión); a veces es funcional pero a menudo es disfuncional.

El conocimiento ético permite al menos razonar, argumentar y desmontar múltiples patrañas políticamente correctas cuya difusión y aceptación permiten el mantenimiento de privilegios de unos a costa de otros: la fachada de respetabilidad democrática de la coacción política se desmorona; los grupos de interés parasitarios quedan expuestos como hipócritas que insisten en que todo es por el bien ajeno; las víctimas descubren que defenderse es perfectamente legítimo, y que no deben a nada a nadie; los presuntos e intocables derechos humanos (interpretados en clave socialista) aparecen como supercherías colectivistas para mayor gloria del estado.

Quienes no respetan el derecho de propiedad pueden ser personas que no están dispuestos a tratar a todos en pie de igualdad (quieren leyes especiales para ellos, impuestas mediante la violencia o el engaño), o ignorantes bienintencionados de quienes conviene alejarse y protegerse si se niegan a aprender. Las personas honestas y productivas que comprenden la ética pueden utilizar sus normas para organizarse socialmente de forma justa y eficiente, evitando parásitos y agresores, con sistemas de policía, justicia y defensa merecedores de esos nombres, que disuadan a potenciales criminales y no se utilicen para mantener sistemas de dominación o utopías irrealizables.

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