Hay personas honradas, por lo tanto pueden existir los políticos honrados
No pueden existir políticos honrados, de la misma forma que no existen los ladrones honrados. Es un oxímoron. La confusión viene porque, a diferencia del término ladrón, que no deja lugar a dudas de su significado, existen muchas personas que creen que ejercer la política no conlleva realizar acciones éticamente incorrectas. Muchas de esas personas deciden dedicarse a la política y, hasta que consiguen una cuota de poder, se comportan de forma honrada. Pero claro, un político sin poder es como cualquier otra persona; se tiene que ganar la vida con labores ajenas al politiqueo y por tanto no se diferencia del resto de los mortales.
Siguiendo con el ejemplo; si yo decido dedicarme al robo pensando que es una forma de ayudar a los demás sin perjudicar a nadie, en cuanto me dé cuenta que para robar tengo que quitarle algo a una persona en contra de su voluntad, y sin tener ninguna justificación para ello, me tendré que enfrentar a una decisión: o perpetro el robo y me convierto en un ladrón, a sabiendas de lo que ello conlleva, o abandono la idea de convertirme en ladrón.
Del mismo modo para ser un político de verdad hay que tener poder y mantenerlo, y la única forma de conseguirlo es perjudicando a unos para beneficiar a otros de forma arbitraria. No hay otro camino. Todos los políticos se enfrentan a esa decisión el día que son conscientes de lo que implica dedicarse a la política (eso los que no lo sabían de antes, claro), por eso algunos abandonan asqueados, mientras otros asumen su destino de forma clara, o autojustificándose de la forma que imaginen.
Hay una forma justa de pagar impuestos
Los impuestos son la confiscación forzosa de la riqueza que ejerce el Estado para financiarse. No son justos por definición en cuanto a que no se basan en el acuerdo de ambas partes (contribuyente y Estado) sobre la razón de la confiscación. Por lo tanto su uso no se centra en la justicia social ni ninguna otra fórmula, sino simplemente en la capacidad del Estado, como agente, de confiscar los mismos. Dicho de otra forma, si el Estado puede recaudar 50€ a 100 contribuyentes del tipo A, a un coste de 1€ de gestión por cada uno, mientras que sólo puede recaudar 100€ a 5 contribuyentes del tipo B, a un coste de 40€ de gestión por cabeza, es obvio que decidirá centrar sus esfuerzos confiscatorios en el primer tipo de contribuyente. Si además los contribuyentes del tipo B tiene mayor facilidad de salir del país, y escapar así a la confiscación, enfocar la confiscación en ellos sería inviable a medio y largo plazo.
Por lo tanto lo que se vende como un sistema muy complejo que busca la paz social, no es más que un agente – el Estado – optimizando su capacidad de confiscar riqueza para mantenerse a sí mismo. De otro modo esa riqueza se evadiría del territorio que domina y su estructura se iría consumiendo hasta colapsar.
El Estado de derecho protege al más débil
En España impera en Estado de derecho desde 1978 y eso no ha evitado que varios gobiernos consecutivos hayan estado dispuestos a negociar con terroristas. Esto es muy sorprendente para cierta parte de la sociedad, que tienen esta falsedad muy arraigada en sus creencias, pero no es más que un rasgo más de la naturaleza del Estado.
El hecho de que las víctimas del terrorismo no se hayan defendido mayoritariamente con violencia de las agresiones que han sufrido es, desde el punto de vista del Estado, una muestra de debilidad y los invalida como estructura de poder a tener en cuenta en el conflicto.
Esto no quiere decir que el Estado favorezca la violencia ajena a su organización, al contrario, pero una vez que esta se desata, y si no la puede reprimir a corto plazo, la considera un competidor dentro del dominio de la fuerza en la sociedad, e intentará negociar con los agentes que la dirijan para integrarlos dentro de su estructura o apaciguarlos con cesiones de poder aceptables.
Por el contrario, el sujeto débil, especialmente el individuo sin intereses comunes con el Estado, es un agente sin ninguna capacidad de negociación con el mismo. Es un daño colateral entre en la lucha entre el Estado y el grupo violento, y por tanto, es considerado como tal en la negociación del alto el fuego y posterior paz, donde los agentes se reparten el poder.
El Estado de derecho no impide nada en toda esta lucha de poder y es anulado con las estructuras y subterfugios con los que el Estado lo ha dotado. Simplemente deja de aplicarse cuando se trata de los intereses generales, y lo débiles siguen siendo eso que siempre han sido: débiles.
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