John Elkann, 31 años, vicepresidente de Fiat y heredero del mítico grupo empresarial, se declara liberal sin ambages. Entrevistado recientemente por varios medios, Elkann descubre oportunidades en la globalización, defiende reglas claras para el mercado y se dispone a ejercer la empresarialidad durante largos años. Es inusual entre emprendedores palabras y hechos de esta índole. Por ejemplo, en nuestro país, la tercera generación al frente de grandes firmas no suele participar, al menos cara al público, del ideario que el descendiente de los Agnelli proclama.
Si Corea del Sur –pura montaña, lugar incómodo– se ha convertido en la décima economía del mundo, existen motivos más que suficientes, según el joven líder de Fiat, para el optimismo europeo. Elkann no cree en los "campeones nacionales": para él la italianidad no debe ser excusa que altere la calidad de servicio a los clientes. Su vocación es permanecer; no quiere involucrarse con los reguladores del mercado en operaciones tipo Alitalia o luz y gas estatales, sino con el mercado mismo.
John es hijo del escritor Alain Elkann y la pintora Margherita Agnelli, nieto por tanto del célebre Gianni, patriarca del clan. De Alain se sabe poco; de Margherita se conoce su litigio con el resto de la familia acerca del reparto de la fortuna. La llegada de John a la cúpula de Fiat es una historia rocambolesca digna de monarquía electiva al uso, pero parece incumplirse con él la ley de hierro del fin de saga familiar. Desde que en 1899 el fundador Giovanni implantara en Turín la línea de ensamblaje de Ford, la connivencia de Fiat con el poder de turno ha sido constante. Gianni, viejo zorro plateado, auténtico rey sin corona, que hizo de su vida una obra de arte, antes de su muerte enseñó al novicio John las mañas de gobernar a los hombres. Tras una década de capa caída, ahora levantan el vuelo con el modelo Fiat 500, del que guardan elevadas expectativas de éxito.
Dice el historiador David S. Landes que "cuando Fiat quiere algo, el Estado se lo cede a precio de ganga; y cuando a Fiat le sobran limones, el Estado desarrolla una predilección irresistible por el zumo de limón". ¿Qué hay de impostura o veracidad en el rumbo de Fiat? Lo veremos en los próximos tiempos. En cualquier caso, si Elkann, junto a Luca Cordero di Montezemolo, jefe máximo, pretenden consolidar Brasil y expandirse por el resto del globo, no parece que la mundialización les permita cometer demasiadas trapacerías. John fue operario durante un período en Detroit, conociendo las raíces del oficio; prefiere tener una visión más panorámica que profunda de los temas, fue valiente en su afirmación liberal. Quiere hacer cosas, no buscar rentas. Falta, desafortunadamente, mucha gente así.
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