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Gabriel Calzada: «Europa está en declive»

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Entrevista realizada por Ronnie Grob para la revista mensual suiza Schweitzer Monat a Gabriel Calzada, presidente del Instituto Juan de Mariana, y presidente de la Universidad de las Hespérides.

El viejo continente está excesivamente regulado y carece de innovación, afirma el economista Gabriel Calzada. Él lucha contra ello fundando una nueva universidad.

Ronnie Grob: Han fundado una nueva universidad, que por fin ha abierto sus puertas tras una larga lucha: la Universidad de las Hespérides, en Canarias. ¿Cómo funciona?

Gabriel Calzada: Es una universidad híbrida. Aunque tenemos campus físicos con muchas actividades en ellos, también puedes seguir todo lo que necesitas para tu titulación online. Damos a nuestros estudiantes la flexibilidad de venir al campus o quedarse en casa.

¿De cuántos estudiantes estamos hablando?

Para este primer año, serán unos 180 estudiantes. El 12% de ellos son canarios. En nuestra primera cohorte, tenemos estudiantes de veintiún países. Principalmente son de España y Latinoamérica, porque tenemos programas en español. Pero hace poco conseguimos acreditar nuestro primer programa en inglés, un máster en economía. Se pondrá en marcha el año que viene.

«Nuestra universidad se inspira en las artes liberales, el currículo básico de la tradición liberal clásica, y no acepta fondos públicos. Cuando hablamos a políticos y burócratas de estas cualidades, no les gustó».

Gabriel Calzada

Tardaron dieciséis años en abrir la universidad, debido a la masiva resistencia del gobierno. ¿Cómo fue esa resistencia?

En España hay que aprobar una ley para abrir una nueva universidad. Por lo tanto, si los políticos se oponen a tu proyecto, te enfrentas a un problema. Nuestro objetivo era crear una universidad bastante original, que prestara más atención al aprendizaje que a la enseñanza y ofreciera lo que un académico curioso tendría el privilegio de experimentar.

Nuestra universidad se inspira en las artes liberales, el currículo básico de la tradición liberal clásica, y no acepta fondos públicos. Cuando hablamos a políticos y burócratas de estas cualidades, que aún hoy forman parte de nuestra universidad, no les gustó. Dieron todo tipo de respuestas, desde reacciones escépticas hasta una oposición total.

¿Por ejemplo?

Cuando enviamos nuestros programas a las autoridades públicas para su aprobación, teníamos algunos cursos sobre la teoría de la elección pública en economía. Nos lo devolvieron y se negaron a permitirlo, argumentando que la elección pública no es algo que deban aprender los estudiantes universitarios. Lo mismo decían del Derecho y la Economía.

O decían: «Oh, ¿está en línea? ¿Cómo puede ser online? Porque seguro que necesitaréis un polideportivo». Cuando les contestábamos que podíamos dar una Nintendo Wii a nuestros alumnos y un entrenador personal, se echaban a reír delante de nosotros. Incluso nos advirtieron de que no tendríamos a nadie que nos recogiera la basura si nos atrevíamos a abrir la universidad.

Pero finalmente ocurrió…

Hace cuatro años, el Parlamento de Canarias aprobó la universidad. Desde ese día pasaron tres años y medio hasta que recibimos el permiso definitivo. Entre medias, tuvimos que pasar por la acreditación y ponerlo todo en marcha, montar los edificios, los campus, las plataformas, los contratos de sistemas, los contratos de los profesores…

Todo eso debe de suponer un enorme papeleo y mucho dinero gastado en abogados, ¿me equivoco?

La cantidad de papel que gastamos para satisfacer a las autoridades fue obviamente tan grande que, en algún momento del año pasado, decidimos determinar cuántos papeles habíamos enviado a la administración. Descubrimos que sumaban aproximadamente 105.000 páginas con 42 millones de palabras escritas en ellas. Si las apilábamos unas encima de otras, un papel cada vez, acabábamos teniendo una torre de veintiún metros de altura, hecha enteramente de papel. Andrew Morriss, antiguo Decano de la Escuela de Innovación de Texas A&M, sugirió que hiciéramos una escultura con esos 105.000 papeles, para representar abstractamente la burocracia, y la colocáramos frente a nuestro campus.

¿No debería la universidad ser acogida por el gobierno como una iniciativa privada socialmente beneficiosa?

En nuestro caso, la cuestión de si la universidad debe existir debería ser una obviedad, ya que no requiere fondos públicos, ni subvenciones ni nada por el estilo. Sin embargo, las universidades se han convertido en una herramienta de control de la sociedad por parte de los gobiernos. Cada vez más gobiernos empiezan a comprender que las universidades son parte de lo que genera cultura en la sociedad, y quieren controlar qué grupos acaban estableciéndolas.

Luego está el problema de los que están establecidos; es decir, el capitalismo de amiguetes. Así que los que ya gestionan una universidad se alían con el gobierno para erigir barreras de entrada muy altas que son casi imposibles de superar.

¿Tuvo algún apoyo a pesar de la oposición?

En España hay que presentar firmas de quienes respaldan los programas y proyectos que planteas. Entre nuestros apoyos contábamos con premios Nobel como Vernon Smith, o Mario Vargas Llosa, personalidades del ámbito político como George Shultz, Ruth Richardson, Leszek Balcerowicz o Václav Klaus, también muchos empresarios e inversores como Steve Forbes o Peter Schiff, y académicos de alto nivel como Barbara Oakley o Jerry L. Jordan.

Pero para los políticos no era suficiente. Era increíble ver cómo las normas a las que nos sometían eran completamente arbitrarias y subjetivas; cómo se puede ampliar tanto la regulación para permitirles concluir a su antojo sus evaluaciones de una universidad propuesta.

El lema de la universidad es «libre de aprender a ser libre». ¿Por qué eligió ese lema?

Efectivamente, el lema es un juego de palabras en español que dice que eres libre de aprender, y que puedes aprender a vivir libremente. Combina las dos cosas que queríamos destacar: el hecho de que esta universidad es para mentes curiosas que albergan curiosidad académica, y la misión de la universidad, que es explorar el papel de la libertad en el desarrollo personal y social. Creo que también se hace eco de nuestra atención al espíritu empresarial, que, junto con las finanzas y la economía, forma parte del plan de estudios básico. Por tanto, todos nuestros alumnos estudiarán iniciativa empresarial.

¿Qué esperan conseguir?

Nuestro sueño es contribuir a una sociedad más libre y próspera creando una institución de enseñanza superior en línea arraigada en la tradición educativa liberal, de la que Liberty Fund, la Universidad Francisco Marroquín y la Mont Pelerin Society son brillantes ejemplos. Nuestro objetivo es ofrecer cursos diseñados para estudiantes intelectualmente curiosos, garantizando el rigor académico y fomentando al mismo tiempo una vibrante vida estudiantil tanto en nuestro metaverso como en entornos presenciales. Queremos promover la responsabilidad individual en una comunidad de aprendizaje abierta a la libre investigación.

¿Son sus grados aceptados por el Espacio Europeo de Educación Superior, tienen reconocimiento internacional?

Sí, nuestros BAs y MAs son todos estudios acreditados en la UE. La universidad y nuestros programas han sido aceptados por las agencias de acreditación españolas y europeas, por lo que la Unión Europea los reconoce. El precio anual ronda los 3500 euros para los estudiantes de grado y, dependiendo del programa, entre 6000 y 9000 euros para los de posgrado.

Hoy en día se oye hablar de los estudiantes de las universidades estatales tradicionales a causa de toda la cultura de la cancelación, las ideas woke, el activismo climático, etcétera, que tiene lugar en ellas. ¿Podría convertirse esto en un problema con el que tengan que lidiar?

En 2012 abrimos una escuela de negocios en Madrid, que fue mucho más fácil de montar que la universidad. Nuestros alumnos han estado muy comprometidos, lejos de practicar la cultura de la cancelación, lejos de exigir espacios seguros y muy lejos de reclamar el derecho a no sentirse ofendidos. Al contrario, se han desafiado unos a otros y han disfrutado de ese aspecto de desafiar y ser desafiados. Confiamos en que la universidad sea similar.

«La universidad se ha convertido en una especie de organización parlamentaria sobre la que los profesores se han hecho con el control. En ese ambiente, los profesores creen que pueden imponer sus propias ideas políticas».

Gabriel Calzada

¿Por qué hay estudiantes que no quieren ser desafiados?

Los estudiantes que se oponen al debate abierto y quieren imponer sus puntos de vista a otros estudiantes existen desde hace muchas décadas. Ellos no cambiaron, pero la universidad sí: esos estudiantes y sus actitudes autoritarias no eran aceptables en los viejos tiempos. Hoy, por desgracia, demasiadas universidades aceptan esas actitudes que son contrarias a la indagación y a la exploración intelectual rigurosa de las ideas. Algunas universidades incluso fomentan esas ideas censuradoras y las protegen contra quienes son curiosos y verdaderamente académicos.

¿Cuáles son las razones de estos cambios?

La universidad se ha convertido en una especie de organización parlamentaria sobre la que los profesores se han hecho con el control. Una vez que los profesores tienen el control pero no la propiedad, actúan racionalmente, utilizando las instituciones en su propio beneficio. Se mantienen relativamente alejados de las aulas, reduciendo el tiempo lectivo. Extraen recursos para sus propias aficiones investigadoras. Y establecen «acuerdos de no agresión» tácitos con los estudiantes que conducen a un bajo rigor académico y a inflar las buenas notas.

«América Latina, aun con todos sus problemas sociales, es mucho más dinámica que Europa. También veo a varios países africanos empleando fructíferamente el dinamismo que proviene de sus grandes aspiraciones y esperanzas. En cambio, Europa está decayendo».

Gabriel Calzada

En ese ambiente, los profesores creen que pueden imponer sus propias ideas políticas a todos los que están por debajo de ellos en la jerarquía de la universidad y hacer lo que quieran. Los profesores no ven a los estudiantes como clientes con sus derechos y responsabilidades. Es un desastre. Si echamos la vista atrás a través de los siglos e incluso décadas hasta principios del siglo pasado, las universidades nunca estuvieron controladas por profesores sino por patronatos o por propietarios.

Usted ha vivido muchos años en Ciudad de Guatemala, al frente de la Universidad Francisco Marroquín, y ahora ha vuelto a Europa gracias a esta universidad. ¿Cuáles son las principales diferencias entre Sudamérica y Europa en la actualidad?

América Latina, aun con todos sus problemas sociales, es mucho más dinámica que Europa. También veo a varios países africanos empleando fructíferamente el dinamismo que proviene de sus grandes aspiraciones y esperanzas, de sus actitudes positivas hacia el futuro y lo que se puede conseguir. En cambio, Europa está en declive. Cuando se acordó la Agenda de Lisboa, los políticos declararon que en diez años transformarían Europa en la parte más innovadora del mundo. Veintitrés años después, Europa es una de las partes menos innovadoras, más rígidas, inflexibles y altamente reguladas del mundo. Se guía de arriba abajo en lugar de abajo arriba, y si no vemos un gran cambio en los próximos años, Europa seguirá decayendo mientras la innovación y la prosperidad florecen en otros lugares.

Veo sobre todo una actitud coherente con la gente que no cree que el futuro vaya a ser mejor que el presente: no se puede cambiar nada. Y hacer algo nuevo cuesta mucho. Requiere mucha energía, no será reconocido como un logro y puede hacer que te etiqueten como un disruptor de cómo se hacen las cosas habitualmente. En realidad, los emprendedores disruptores son muy valiosos, por supuesto. Esto se reconoce en América Latina: como emprendedor allí, eres respetado por casi todos en la sociedad. Si eres emprendedor en Europa, te miran con recelo.

¿Qué consejo le daría a un empresario en Alemania al que los medios de comunicación y las personas con influencia social acosan y faltan al respeto con frecuencia?

Es un caso muy complicado, porque una persona que tiene un capital inamovible y se encuentra en esa situación sólo puede vender ese capital o ponerse en contacto con organizaciones que forman parte de la tradición liberal clásica para intentar cambiar la situación, la mentalidad de la gente, así como la idea de responsabilidad en la gente en general.

Lo que Europa ha perdido en última instancia es la idea de responsabilidad, es decir, que uno debe ser responsable de sus actos y de sus consecuencias. Nos hemos convertido en pequeños bebés que piensan que lo merecemos todo de una especie de lobo mitológico que nos dará todo tipo de comida y cobijo. Si no conseguimos cambiar eso, no veo ningún futuro para Europa. La falta de un concepto de ser responsable y estar orgulloso de lo que haces, es el núcleo del problema de Europa. Estamos a tiempo de revivir esa poderosa idea positiva.

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