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Inmigración (XXV): Punto de tránsito singapurense

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La apertura al mundo de Singapur durante décadas ha transformado una microciudad colonial de mediados de siglo XX en una boyante y cosmopolita ciudad-estado moderna.

“La jerarquía y la segregación son parte ineludible de la psique singapurense”. Leong Chan Hoong.

“Al igual que los dispensarios de marihuana médica fuertemente regulados, hay una alternativa reglamentada para la prohibición. En un ambiente político en el que la completa movilidad (laboral) es tan improbable como la completa legalización de las drogas, ese cambio gradual (reintroducir los programas de trabajadores-huéspedes) puede ser la única alternativa a la inmovilidad”. Kerry Howley.

“Cualquier país que tenga una reacción violenta contra los extranjeros acaba entrando en declive”. Jim Rogers.

La inmigración ha forjado el Singapur moderno que hoy conocemos. Su apertura al mundo durante décadas ha transformado una microciudad colonial de mediados de siglo XX en una boyante y cosmopolita ciudad-estado moderna. Con un mercado doméstico pequeño y escasos recursos hubiera sido imposible para Singapur crear una economía de escala tan grande como la actual sólo con sus propios ciudadanos.

El inversor Jim Rogers –que reside en ese país desde hace algunos años- piensa que una de las múltiples razones por la que dicha ciudad-estado ha sido tan exitosa ha sido porque ha favorecido desde siempre la inmigración (todo el mundo allí es inmigrante o desciende de ellos). Con sus bajos impuestos, bajas tasas de desempleo, altos salarios y una más que aceptable rule of law ha sido tradicionalmente un destino atractivo para todo tipo de trabajadores extranjeros.

Si hay alguna nación que pueda sentirse amenazada por la disparidad de riqueza entre países vecinos y, en consecuencia, sufrir una potencial “invasión” de inmigrantes, esa es Singapur. Es un oasis de prosperidad rodeado de otras naciones mucho más pobres que, pongamos por caso, México. Sin embargo, los empleadores y gobernantes de Singapur saben que no pueden contar únicamente con sus propios nativos para cubrir todos los puestos de trabajo que se necesitan y se van creando cada año.

Dos clases de residentes

El sistema de gobierno en Singapur es una mezcla de democracia y férreo autoritarismo. Desde hace años el partido predominante, el People’s Action Party (PAP), ha apostado decididamente por tener una economía abierta al mundo. Ha apoyado por eso una política de inmigración más expedita de lo usual. No tienen otra: sus bajas tasas de fertilidad y su próspera economía así lo requieren. Ha encontrado un modo peculiar de combinar su obsesión por el orden y un grado bastante elevado de movilidad laboral internacional dentro de su pequeño territorio.

La población de Singapur se divide claramente en dos categorías: la de residentes (es decir, ciudadanos y residentes permanentes) y la de los no residentes (trabajadores temporales y estudiantes).

Los residentes permanentes disfrutan de la mayor parte de los derechos de los ciudadanos (a votar siempre que no sea en elecciones generales, a ser candidato electo, a vivienda protegida) y también son requeridos a cumplir con las obligaciones (i.e. servicio militar) propias del país.

Por su parte, la legislación singapurense no otorga al trabajador extranjero sin residencia permanente ningún derecho político, ni tampoco beneficio social ninguno a costa del erario público. La empresa o empleador que le contrata temporalmente debe cubrir sus gastos médicos y de alojamiento.

Aumento sin precedentes de los no residentes

Existe un aumento constante y desproporcionado de inmigrantes temporales en comparación con el tímido crecimiento de los residentes permanentes o ya naturalizados debido a que sus necesidades básicas de salud y vivienda están ya cubiertas y a que la obtención de la ciudadanía o de la residencia permanente van acompañadas de nuevas obligaciones como el servicio militar obligatorio de dos años (es un buen incentivo para no solicitarlas).

La población actual de Singapur es de unos 5,3 millones de habitantes, de los cuales más de 2 millones son trabajadores extranjeros (la mayor parte de ellos, un millón y medio, son residentes temporales).

La acogida de trabajadores extranjeros que ha llevado a cabo Singapur desde hace más de 50 años se refleja en una política de inmigración muy activa. Existen numerosos cauces legales para que los trabajadores extranjeros entren legalmente en el país. Los diversos esquemas de visado de trabajo y permisos (o pases) para residir y los programas de trabajadores-huéspedes están diseñados para atraer a profesionales, empresarios, personal cualificado y también mano de obra no cualificada pero con deseo de trabajar duro. Los primeros proceden principalmente de India, China, Pakistán, Malasia, Taiwán, Hong Kong, Japón, Corea del Sur, Australia, EE UU o Europa y los segundos – de menor preparación- vienen por lo general de Birmania, India, Sri Lanka, China, Filipinas, Indonesia, Pakistán o Bangladesh.

La creciente proporción de nacidos en el extranjero entre la población de Singapur es una consecuencia directa de las políticas migratorias para atraer y contar fácilmente con una mano de obra extranjera, tanto en el alto como en el bajo extremo del espectro laboral para superar las limitaciones del capital humano local. No sorprendente, pues, que la realidad migratoria se haya convertido en algo más complejo que en otros países.

El número de residentes nacidos en el extranjero en las naciones de la OCDE alcanza una media del 7% de la población total. El porcentaje de los EE UU es de casi 13%. El de la ciudad-estado asiática alcanza el 43%. Parecidos porcentajes se dan en Hong Kong y en los Emiratos Árabes Unidos (no es casualidad que estas tres economías sean muy competitivas y globalizadas y atraigan desde hace tiempo capital e inmigrantes).

El lado oscuro de la política migratoria singapurense

Hasta ahí bien, no obstante, se prohíbe tajantemente a los trabajadores extranjeros temporales con bajos salarios (es decir, los menos cualificados) traer a sus familiares, trabajar en ciertos sectores o casarse con nativos. Si a través del proceso de revisión médica obligatoria se descubre que la mujer inmigrante de poca cualificación está encinta, es obligada a tomar una decisión entre abortar o abandonar el país antes de dar a luz. Para una mentalidad occidental estas limitaciones pueden resultar odiosas, pero esas son las reglas para tener acceso al mercado laboral singapurense y nadie es obligado a ir a trabajar allí.

El grueso de los residentes no permanentes son trabajadores de escasa cualificación. Desde los años 70 las políticas del gobierno han tratado que este tipo de inmigrante permanezca como fuerza de trabajo transeúnte, sujeta a repatriación en épocas de crisis económicas. Sólo se le permite trabajar para el empleador indicado en su permiso de trabajo y la terminación de su empleo implica la automática expiración de su permiso de trabajo, en cuyo caso el inmigrante debe abandonar Singapur en el plazo de siete días.

El gobierno necesita hacer encaje de bolillos

En torno a 2030 habrá ya más trabajadores extranjeros que propia población nativa. Es algo inédito. A diferencia de otros países, el sentimiento anti-inmigratorio -que indudablemente existe entre los nativos- no tiene todavía allí una voz política que lo represente ampliamente. No obstante es ya un tema sensible desde hace algunos años y sus dirigentes lo saben. Ese descontento hizo tal vez perder votos al PAP en las elecciones parlamentarias de 2011.

A principios de 2013 el parlamento de Singapur presentó el denominado White Paper que reflejaba los debates que se mantuvieron en torno a los desafíos a los que debe enfrentar la población del país en un futuro próximo. Se han propuesto políticas tendentes a un mayor equilibrio entre el crecimiento de la población autóctona y la inmigrada. Está por ver si se consigue. Mi impresión es que seguirá aumentando la población inmigrante temporal.

La economía de Singapur es compleja y muy productiva; a causa de ello se dan forzosamente desigualdades y ciertas tensiones que no se dan en otras sociedades. Los nativistas singapurenses tienden a señalar con el dedo a los inmigrantes por todas las dificultades de su vida sin recordar que la gran mayoría de ellos también son descendientes de inmigrantes.

El gobierno tiene que navegar entre dos aguas para contentar a su población nativa si quiere seguir ganando las elecciones y, al mismo tiempo, seguir acogiendo la necesaria afluencia de trabajadores extranjeros si desea mantener su crecimiento y competitividad en un entorno globalizado. A resultas de ello, ha tenido que endurecer algo más los requisitos de entrada sobre todo para los inmigrantes no cualificados. Pero el experimento de la punta de la península malaya sigue adelante con su amplia acogida reglamentada de la inmigración.

Hacia una nueva inmigración en el mundo

La historia de los EE UU como tierra de asentamiento permanente y asimilación de inmigrantes puede que haya dejado de tener sentido en la época de la presente globalización. Creo que es hora de abordar la inmigración desde otra perspectiva. Habría que desenterrar los antiguos programas temporales de trabajadores-huéspedes pero dotarlos de nuevas características tal y como comenté en otra ocasión anterior. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que se tenga que renunciar a la inmigración que conocemos hasta ahora (la que tiende a ser permanente y a naturalizarse en el país de acogida). Pero se han de ampliar los cauces legales y el abanico de las formas temporales de acoger a los inmigrantes deseosos de trabajar y prosperar.

Singapur es un ejemplo de cómo un pequeño país puede ofrecer empleo a cientos de miles de trabajadores extranjeros sin crear caos ni desorden. Ojalá hubiese muchos más enclaves similares en el mundo que hicieran lo mismo (a ser posible sin alguna de sus reglas más criticables). Nadie saldría más beneficiado de ello que los pobres que pueblan el mundo atrapados por las garras de sus propias élites extractivas. De esta manera, podrían tener acceso a más oportunidades laborales para mejorar su propia condición y la de sus familiares.

De paso beneficiaría también a la prosperidad del país receptor, como sucede en Singapur.


Este comentario es parte de una serie acerca de los beneficios de la libertad de inmigración. Para una lectura completa de la serie, ver también: I,IIIIIIVVVIVIIVIIIIXXXIXIIXIIIXIVXVXVIXVIIXVIIIXIXXXXXIXXIIXXIII y XXIV.

2 Comentarios

  1. Hubiese, hubiese, por favor,
    Hubiese, hubiese, por favor, que es una oración impersonal, todo el día repitiéndoselo a mis hijos y hasta aquí tengo que sufrirlo,

    Y gracias por estos artículos,

  2. Gracias, Pepín, por señalar
    Gracias, Pepín, por señalar el gazapo. Corregido el verbo impersonal.


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