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Integración del pilar obrero en el nuevo mundo del capitalismo industrial

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Europa durante siglos fue una sociedad tradicional en la que la inmensa mayoría de la población vivía en régimen de servidumbre agrícola, y la riqueza y el poder eran privilegio de la nobleza terrateniente. Las ciudades, escasas y más bien pequeñas, eran islas comerciales y manufactureras. La manufactura estaba controlada por gremios. La historia de la aparición del pilar obrero en Europa se remonta a la época de los gremios, a la sociedad precapitalista basada en la protección y el control de los mercados.

Los gremios

Durante su largo periodo de existencia, el sistema gremial consolidó el estrato estamental de trabajadores masculinos cualificados. El sistema gremial les proporcionaba un monopolio de tipo cártel sobre sus puestos de trabajo, lo que les garantizaba seguridad, un ritmo de trabajo tradicional, un estilo de vida honorable y seguridad intergeneracional en la medida en que sus hijos varones podían continuar en el mismo oficio como aprendices. Esta consolidación en un estrato asentado no estuvo exenta de conflictos ocasionales con los patronos. Así, a partir de mediados del siglo XV podemos encontrar documentos sobre la «conspiración» de miembros de los gremios por cuestiones relacionadas con sus quejas hacia los patrones.

Los gremios no solo eran organizaciones protectoras, sino que tenían funciones de ayuda mutua en una época en la que no existía el Estado del bienestar. Los miembros de los gremios ingresaban regularmente en fondos mutuos para prestarse ayuda en caso de enfermedad y muerte.

Sociedades de ayuda mutua

Los inicios de la modernidad, y su corolario necesario, la crisis del sistema gremial, así como la aparición de mercados más libres y sus consecuencias, comenzaron a extenderse en el siglo XVII-XVIII. Esto trajo consigo la libertad de los mercados y significó en la práctica el fin de la protección legal de las asociaciones proteccionistas de productores y sus trabajadores. Este profundo cambio se produjo cuando el Estado del bienestar y sus disposiciones aún no existían y tampoco había una amplia regulación de empleo, como actualmente.

Tras la disolución de los gremios, surgieron las asociaciones voluntarias de trabajadores cualificados de los antiguos gremios. Las primeras sociedades de ayuda mutua solían estar formadas por antiguos miembros de los gremios, trabajadores cualificados relativamente bien pagados, para seguir dotándose de un fondo que les permitiera cubrir sus periodos de enfermedad, desempleo y cuidar de sus viudas y huérfanos en caso de fallecimiento. Los límites organizativos de las sociedades de ayuda mutua seguían en gran medida la demarcación tradicional de oficios de sus gremios anteriores. Los trabajadores de cada oficio creaban una sociedad independiente. Cubrían el coste de estos subsidios con las cuotas de los socios.

Comunidades muy unidas

En las sociedades de ayuda mutuos florece la vida asociativa. Se formaron diversos comités sociales, que se ocupaban de cuestiones específicas relacionadas con la organización de actos y programas culturales para los miembros.

Eran comunidades muy unidas, en las que los miembros se conocían personalmente e intercambiaban información sobre las condiciones de empleo en los distintos talleres y sobre las peculiaridades de los maestros, así como sobre asuntos personales, como se hace en una comunidad cara a cara y muy unida. Las asociaciones de ayuda mutua tenían una vida organizativa regular. Las reuniones se celebraban semanalmente o con bastante frecuencia en bares, normalmente los sábados o domingos por la mañana, para gestionar las tareas administrativas y tratar los problemas cotidianos de los socios.

Transformación en sindicatos

Al tiempo que mantenían las ayudas tradicionales heredadas del sistema gremial, las asociaciones de ayuda mutua, los miembros también debatían cuestiones salariales y laborales, iniciaban negociaciones de convenios y establecían fondos de huelga para preparar una posible lucha por mejores salarios y condiciones de trabajo. Con el tiempo, estas asociaciones de ayuda mutua se transformaron en sindicatos organizados localmente.

Una característica peculiar de estos primeros sindicatos era que pretendían establecer un control estricto sobre el mercado laboral local para garantizar la estabilidad y la seguridad de sus miembros, algo parecido a lo que ocurría en el periodo gremial anterior.

Estos sindicatos se organizaban por oficios: cada trabajador organizado pertenecía a un sindicato gremial relativamente homogéneo y delimitado. El principal objetivo de los sindicatos era garantizar una vida relativamente segura y regulada a sus miembros en una economía de mercado liberal, en gran medida libre de regulación estatal y sin instituciones del Estado del bienestar.

Garantizaban esta estabilidad relativa mediante el control del mercado laboral y la regulación conjunta de las normas de trabajo con los empresarios. Lo consiguieron mediante la adaptación de las prácticas gremiales proteccionistas al entorno del capitalismo del laissez faire y la libertad de asociación.

El poder de los sindicatos

Una de las herramientas clave de los primeros sindicatos era el control de la contratación de trabajadores en su oficio. Los primeros sindicatos pretendían que los empresarios solo contrataran a trabajadores sindicados. Por este motivo, crearon oficinas de contratación y exigieron a los empresarios que contrataran únicamente a trabajadores cualificados a través de estas oficinas del sindicato, y que fijaran los salarios según los criterios establecidos por el sindicato.

Normalmente, el orden de colocación se basaba en el tiempo que el afiliado llevaba desempleado. Los desempleados de larga duración eran los que tenían más probabilidades de recibir una oferta de trabajo. Las excepciones se producían en caso de que hubiera requisitos especiales de cualificación. Los trabajadores no pueden aceptar un empleo que esté por debajo de su nivel de cualificación y formación. El sindicato ordena a sus afiliados que no trabajen para un empresario que incumpla las normas sindicales.

Los sindicatos también bloqueaban al trabajador cualificado que incumplía las normas sindicales. Si un trabajador aceptaba un trabajo sin el consentimiento del sindicato, o con un salario inferior, se le bloqueaba y los miembros del sindicato se negaban a trabajar con él. De esta forma, los primeros sindicatos se convirtieron en una especie de propietarios informales de los puestos de trabajo de sus respectivos oficios.

Los sindicatos no solo controlaban los lugares de trabajo, sino que pretendían controlar la futura oferta de trabajadores cualificados. Para ello, regulaban el número de aprendices en relación con el número de trabajadores cualificados empleados en una empresa.

El estricto control del empleo garantizaba no solo un nivel salarial relativamente alto y la seguridad, sino también la seguridad intergeneracional: los hijos de los trabajadores cualificados podían continuar, casi con toda seguridad, la profesión de sus padres.

Ayuda mutua y programas culturales

Los sindicatos también proporcionaban asistencia mutua a sus miembros, financiada con las cotizaciones pagadas con los salarios relativamente altos de sus afiliados. Por lo general, ofrecen subsidios en caso de enfermedad y desempleo. También proporcionaban subsidios para ayudar a la movilidad geográfica de sus miembros. Utilizaban esta forma de asistencia como una manera de controlar los mercados laborales locales. En tiempos de crisis, concedían ayudas de viaje a sus afiliados para el traslado a otras ciudades en busca de trabajo. Los sindicatos también apoyaban a las viudas y huérfanos de los antiguos afiliados.

Los sindicatos también trataban de establecer el control del propio proceso de trabajo, de modo que la supervisión del trabajo quedara en parte bajo la jurisdicción del sindicato. Controlaban el ritmo y las normas de trabajo para garantizar cierto nivel de empleo y mantener un ritmo de trabajo tradicional.

Los conflictos ocasionales por las normas sindicales, por el nivel salarial o por otros motivos provocaban bloqueos y huelgas. Las huelgas se financiaban con fondos sindicales especiales cubiertos por las cotizaciones de los afiliados. Los bloqueos y las huelgas conducían a la contratación de convenios colectivos, que regulaban las cuestiones entre empresarios y sindicatos para mantener la paz y evitar costosos conflictos.

Los sindicatos también eran sedes de programas y asociaciones culturales de trabajadores, como coros, grupos de teatro, bibliotecas y grupos de lectura, clubes deportivos, y organizaban eventos de baile.

Red asociativa comunitaria

Las instituciones, sus prestaciones y programas se basaban en la existencia de comunidades muy unidas y en las fuertes redes personales, que reforzaban los lazos locales y las identidades particularistas y que distinguían a la comunidad de trabajadores de otros grupos sociales. Así, los sindicatos consolidaron una cultura obrera, heredada de la época gremial, que valoraba las competencias, la diligencia, el alto rendimiento laboral y la formación. Además, los sindicatos garantizaban a sus afiliados una estabilidad similar a la de la era gremial en la nueva era de la economía de mercado.

Esta emergente red asociativa comunitaria de base sindical también contribuyó a la integración de los trabajadores cualificados, urbanos, en su mayoría varones, y de sus familias en las nuevas clases medias emergentes, caracterizadas por el conocimiento profesional, el trabajo duro, el alto rendimiento, la meritocracia, la estabilidad y el sólido progreso material y la observancia de los valores tradicionales de honor, prestigio y familia.

Convenios colectivos

Una de las consecuencias más importantes de los convenios colectivos fue que ampliaron cada vez más la esfera regulada de las relaciones laborales de un estrecho grupo de trabajadores cualificados de un mismo oficio a círculos cada vez más amplios de trabajadores manuales, incluida la mano de obra semi cualificada o no cualificada y las trabajadoras.

Este desarrollo se vio favorecido por los cierres patronales, cuando en respuesta a una huelga de un grupo relativamente pequeño de trabajadores cualificados, los patrones despedían a todos los empleados. Así, estos enfrentamientos locales en los que participaban todos los empleados dieron lugar a convenios que cubrían a todos los trabajadores afectados, lo que obligó a los sindicatos artesanales a negociar entre sí e incluir a los grupos de empleados no cualificados en sus convenios de tarifas salariales y escalas salariales negociadas, y a extender su disposición de ayuda mutua a franjas cada vez más amplias de trabajadores.

De esta manera, del patrimonio de los gremios ha surgido el pilar obrero durante los siglos XVIII y XIX en Europa. Su organización vertebradora fue la red de sindicatos de trabajadores cualificados. Los sindicatos, a través del control del empleo, las huelgas y la negociación, garantizaban una especie de posición respetada para los estratos de trabajadores cualificados mediante controles protectores del mercado laboral.

Antes del Estado del Bienestar

Los sindicatos comunitarios también funcionaban como sociedades de ayuda mutua en una época en la que aún no existía el Estado del bienestar. De este modo, también garantizaban prestaciones sociales en tiempos de necesidad. La existencia de comunidades estrechamente unidas aseguró la consolidación de una cultura obrera aparte de otros estratos de la sociedad. Esta cultura obrera se centraba, como ya fue analizado, en el prestigio del buen trabajo, la honradez, el esfuerzo, la diligencia y el rendimiento laboral basado en la meritocracia.

Los sindicatos no eran, ni mucho menos, organizaciones voluntarias: imponían sus normas y obligaban a los no afiliados a afiliarse al sindicato y a aceptar las reglas de la vida sindical. No obstante, se trataba de comunidades estrechamente unidas, que permitían cierta flexibilidad a las necesidades individuales y el cambio de las reglas según las exigencias de su entorno y los deseos de sus miembros. Eran una adaptación a los mercados más flexibles por parte de obreros cualificados.

La consolidación de una cultura obrera centrada en el trabajo también benefició en cierta medida a los empresarios, en una época en la que los trabajadores cualificados desempeñaban un papel fundamental para garantizar la producción continua, y representaban una cultura de trabajó diligente y correcto.

Una institución espontánea

De este modo, surgió una formación espontánea de instituciones en toda Europa para crear una red comunitaria de protección para los trabajadores cualificados, que perdieron las protecciones reguladoras que tenían bajo el sistema gremial. Esta nueva red comunitaria de instituciones permitió una adaptación más flexible del libre mercado, al tiempo que garantizaba la supervivencia de dichas prácticas comunitarias, como la ayuda mutua en caso de penuria y la garantía de estabilidad y de unos ingresos relativamente estables y buenos en el nuevo entorno de la economía de mercado del laissez faire, que no conocía la amplia regulación estatal, y del Estado del bienestar.

El pilar obrero emergente, aunque mantuvo su peculiar cultura obrera, también ayudó a la entrada de trabajadores cualificados en los estratos cada vez más amplios de las clases medias durante el siglo XIX. La estabilidad, unos ingresos relativamente altos y una posición respetable basada en la cualificación y el buen trabajo crearon una nueva clase media obrera, que se convirtió en parte integrante de las nuevas sociedades urbanas burguesas de toda Europa. La extensión gradual del derecho de voto a los trabajadores cualificados significó que pasaban a formar parte de la nueva nación burguesa y que llegaban a ser miembros de la nueva sociedad política.

Integración de los trabajadores

De este modo, la aparición del pilar obrero allanó el camino hacia la integración social de los trabajadores en las nuevas sociedades industriales de Europa.

Este proceso de integración del pilar obrero se vio interrumpido por dos factores; por una parte, la aparición del marxismo revolucionario, y la toma del control del pilar obrero por parte de los partidos socialdemócratas marxistas; por otro lado, la creación del Estado del bienestar establecido por los conservadores para interrumpir el desarrollo de la socialdemocracia revolucionaria.

En el próximo artículo examinaré cómo se produjo este giro en Europa y en las últimas décadas del siglo XIX.

Serie sobre el pilar obrero

I La formación del ‘pilar obrero’ y la creación de la clase obrera

II Integración del pilar obrero en el nuevo mundo del capitalismo industrial

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