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La deshumanización de las masas

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En 1729, Jonathan Swift, el padrastro del viajero Gulliver de nuestra infancia, escribió un ensayo satírico en el que proponía, para resolver el problema social y económico de los campesinos irlandeses, que estos, incapaces de alimentar a sus hijos, los vendiesen a los terratenientes como parte de su dieta, solucionando, así, un problema social. Si bien muchos reprobaron el ensayo por su mal gusto, otros vieron en él una crítica, entre otras, a la deshumanización con que unas clases sociales trataban a otras. También a la forma en la que muchos elaboraban sus teorías a partir de desapasionados y fríos cálculos estadísticos. En ellos, los individuos, en este caso los pobres, se reducían a números.

Era una broma

No deja de llamar la atención la de hijos putativos que le están saliendo a Swift casi trescientos años después. Desde el “Eat Your Young” de Hozier, hasta el “The British Miracle Meat” presentado por Gregg Wallace, pasando por el “plato de embrión” de Aduriz, o la propuesta, para la noche de Reyes, de Maria Nicolao, “¿Por qué no nos comemos a los niños?”, en un artículo aparecido en El País el 5 de enero. El artículo se inspira, a lo que parece, en “¿Y si nos replanteamos el canibalismo?” de Pijuan, así como en un artículo de 2017 en el que se describe el valor calorífico de la carne humana del paleolítico (un artículo que puede verse en Nature y que es de libre acceso). Y dice: “La medida acabaría de raíz con la ingesta de azúcar”.

Lo llamativo no es ya sólo que, en una sociedad como la actual, en la que superabunda la información, la gente trate de utilizar imágenes cada vez más desconcertantes para captar la atención del público (eso ya, por desgracia, ni nos extraña). Lo llamativo es la nimiedad, la futilidad de los motivos que aparentemente justifican la utilización de reclamos tan llamativos, de tan mal gusto y que atentan directamente contra la propia dignidad del ser humano. Ante ellos, sin embargo, permanecemos, a lo que parece, insensibles. (“Comámonos a los niños para reducir la ingesta de azúcar en Navidad”).

Banalidades

En su libro Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt acuñó la frase “banalidad del mal” para referirse al mal producido por individuos que ni siquiera buscan ese mal, sino que se limitan a actuar dentro de las reglas del sistema al que pertenecen, sin preocuparse realmente por las consecuencias de sus actos, limitándose, tan sólo, a cumplir las órdenes que reciben (si son legales, se pueden hacer sin mayor problema, sin plantearse nada más, que diría un positivista jurídico).

En esta sociedad postmoderna en la que vivimos, le estamos dando una vuelta de tuerca a ese tipo de “banalidad” a la que se refería Arendt. Ya no es que la existencia de una orden de la autoridad blanquee cualquier tipo de actuación. Es que el bombardeo constante de imágenes aberrantes (canciones, chistes, películas, noticias, videoclips) están insensibilizándonos. Hay una deshumanización a unos niveles realmente llamativos. No ya respecto de acciones contra los enemigos, sino contra cualquiera.

Swift utilizó la idea, de pésimo gusto, del infanticidio para denunciar un grave problema social de su tiempo. Trescientos años después utilizamos la misma idea para denunciar la gran cantidad de azúcar que ingerimos la noche de reyes. En la época de Swift muchos se manifestaron en contra del mal gusto del autor del panfleto mencionado, que apareció como anónimo (algunos, quizás, porque se sintieron atacados con la crítica), hoy parece que a nadie le ha llamado la atención un artículo como el de El País de la noche de reyes.

Libertad, pero responsabilidad

A partir de los planteamientos de Joseph Overton, hay autores, como Joshua Treviño, que postulan una serie de pasos para que una política pública alcance legitimidad (pasando de impensable, a radical, aceptable, sensata, popular y, finalmente, política). Me llamarán loco, pero vamos hacia donde vamos. Que seamos libres no significa que no seamos moralmente responsables al permitirnos a nosotros mismos ver, leer u oír lo que vemos, leemos u oímos… o al decir lo que sea que digamos, aunque sea legal.

Deshumanizarnos o deshumanizar a quienes nos rodean es un mal moral que nos aleja del ideal humano y nos acerca al bruto, esté o no recogido en el Código penal. Y por muy endiosados que nos sintamos, creer que la recepción machacona de todos esos planteamientos aberrantes no nos insensibiliza es ser no ya ingenuos, sino estúpidos.

Se me dirá que yo estoy contribuyendo a todo ello al recordarlo con este artículo. Puede ser. No crean que no me lo he planteado.

Ver también

El efecto humanizador de los mercados. (Santiago Calvo).

Los pobres y Loach. (Carlos Rodríguez Braun).

Hombre-masa y hemiplejia moral. (Álvaro Martín).

5 Comentarios

  1. Observar que todas las sociedades totalitarias (socialismo, nazismo, corporativismo, feudalismo, anarquismo colectivizante…) se vienen a caracterizar por una destrucción diseñada (y coactiva) de todas y cada una de las instituciones espontáneas (voluntarias y descentralizadas: dinero, comercio, familia, intercambios voluntarios, lenguas naturales, asociaciones cívicas…) que habían emergido previa y espontáneamente en esa sociedad, y su sustitución o reemplazamiento por organizaciones coactivas monopólicas centralizadas y excluyentes.
    Un ejemplo se puede apreciar en el interesantísimo Documental de Gil Rabier (2021) «Los nazis y el dinero» (La Noche Temática, TVE2):
    https://www.rtve.es/play/videos/la-noche-tematica/nazis-dinero/6312198/

    Observar en este Documental –especialmente– el papel de la destrucción y sustitución de la institución espontánea DINERO emergida en forma de metales preciosos, sustituyéndola por el dinero fiat estatal, asociando el mismo a la Deuda pública (o a Deuda semiprivada garantizada por el monopolista de la coacción –el Estado–, que viene a ser lo mismo, con los Bonos MEFO), y el papel del Banco y el Banquero Central, Hjalmar Schacht [1] en esa sustitución, y la relación de interdependencia que se establece por necesidad entre este sistema de centralización financiera por un lado y, por el otro lado, los monopolios industriales y el «capitalismo» de amigotes (crony capitalism) y el estado denominado del bienestar. Y como a los dirigentes se les aparece delante (consecuencia de ver los resultados de su propia intervención coactiva en el mercado) como una necesidad imperiosa (inherente en esa dinámica, como única alternativa posible a la de «levantar» su bota o retirar la medida coactiva) la necesidad aparente de tener que expandir el ámbito de su coacción. Como justificación, la IDEA del ‘LEBESRAUM’ o aparente «necesidad» de un mayor ‘espacio vital’ de territorio dominado, que aparece como RESULTANTE necesario DE UNA ERRADA BASE a la hora de entender la TEORÍA ECONÓMICA –HISTORICISMO [2]– … Y DE OTRA ERRADA TEORÍA JURÍDICA –el POSITIVISMO JURÍDICO–, errores teóricos que vienen a justificar las prácticas tanto intervencionistas como imperialistas.

    Y como este sistema artificial al principio ocasiona un boom (que aumenta el empleo, y la producción de armas y mantequilla a la vez: «el triunfo del espíritu sobre la materia», le llaman en el minuto 41’30» al resultado a corto plazo de ese robo institucionalizado) pero que o bien habrá de revertir en el medio plazo, o bien por su propia naturaleza y resultados impulsa a sus propios propulsores a una escalada coactiva para intentar escapar de esos drásticos e inevitables efectos recesivos en el medio plazo, provocando de ese modo un aumento y extensión del alcance de las medidas intervencionistas coactivas (incluida la guerra… externa… «e interna» –minuto 53′ del Documental– … y más adelante, la guerra total –minuto 1h17»– ).

    Una realidad de causa-efecto que ocurre del mismo modo venga promovida por un señor con bigote y actitudes autoritarias o por una señora de aspecto delicado y sin bigote a través de directivas y reglamentos de una Unión Monetaria supra-nacional con supuestos objetivos ambientales (ambientalistas), sociales (socializadores) y de supuesto «buen gobierno» (estatistas), y otras bonitas palabras.

    Y asociado a todo ello las ideas erróneas de la tecnología (o la producción) entendida como un fin en sí mismo, la ‘racionalidad’ económica (idem), otra forma de cientifismo, la consideración del valor como una realidad objetiva, etc.

    ————————————-
    [1] Que se salió de rositas tras los juicios de Nurenberg. Y que luego además se convertirá en el prototipo y modelo de los actuales banqueros centrales.
    [2] Que niega la posibilidad de cualquier teoría económica.

    • Los fragmentos referenciados a los minutos 53′ (guerra externa, «e interna») y 1h17′ (guerra «total») comienzan un poco antes del minuto indicado…

      • El Nazismo (nacional-socialismo) se caracterizó por «inventar» su propio sistema económico en 1933 (se resume en los siguientes dos fragmentos: min. 6′:00»-12′:20» y min. 1:23′:25»-1:26′:30»)
        … en una Alemania que sufría los efectos de la Gran Depresión (que tuvo especial incidencia en EEUU y en aquella Alemania), con 6 millones de desempleados, la agricultura, los bancos, el comercio y la industria bajo mínimos, y donde el oro había desaparecido (Gran Depresión que, a su vez, ya en sí misma era resultante de «lo mismo», del mismo tipo de intervención ‘monetaria’).

        • Sin embargo, bien visto, no es «tan así»:
          Los nazis llevaron a cabo las políticas económicas de la ESCUELA HISTÓRICA ALEMANA, adaptadas a las condiciones de los años treinta y cuarenta:

          «Las ideas esenciales del nazismo fueron desarrolladas por los panalemanes y los socialistas de cátedra en los últimos treinta años del siglo XIX. El sistema se completó mucho antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. No faltaba nada y sólo se le añadió un nuevo nombre posteriormente. Los planes y la política de los nazis difieren de los de sus predecesores en la Alemania imperial sólo en el hecho de que están adaptados a una constelación diferente de condiciones políticas. El objetivo final, la hegemonía mundial alemana, y los medios para alcanzarla, la conquista, no han cambiado» –dice Mises–.

          En realidad, los nacional-socialistas solo vinieron a estrujar o «apurar mas» el tipo de intervencionismo incluido bajo el epígrafe de «políticas monetarias» con Hjalmar Schacht, los Bonos MEFO y el Banco Central a la cabeza.

  2. Una manera de entender cómo surgen las instituciones espontáneas en las diferentes áreas, no solo la Economía, pudiera ser la siguiente:
    James Otteson «The Enduring Significance of Theory of Moral Sentiments»:
    https://lawliberty.org/classic/the-enduring-significance-of-theory-of-moral-sentiments/

    En ralación a cómo ‘no valoramos’ esas instituciones emergidas espontáneamente (pues las vemos como «dadas»):
    Rachel Lu «A Nation of Ingrates?»:
    https://lawliberty.org/book-review/a-nation-of-ingrates/

    Una integración de la actualidad política (en relación indirecta a las anteriores cuestiones):
    Aaron A Zubia «Saving Ourselves from Party Rage» y «Towards a Politics of Truth»
    (en respuesta a Philip A. Wallach: https://lawliberty.org/do-we-need-a-politics-of-truth/ ):
    https://lawliberty.org/saving-ourselves-from-party-rage/
    https://lawliberty.org/towards-a-politics-of-truth/


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