En algo han medrado algunos de los regímenes más brutales de nuestra época. Y todavía lo son, más allá de su natural pretensión de perpetuarse en el poder a costa del atropello de los derechos humanos de los ciudadanos y la persecución constante contra la disidencia. Un éxito obtenido a partir del despliegue de una estrategia de propaganda y de diplomacia en beneficio propio.
Estamos en un contexto de polarización que se experimenta en el mundo occidental de forma generalizada. El camino hacia las elecciones presidenciales en Estados Unidos es un caso paradigmático actual. En ese terreno se debaten, todavía, cuestiones que hace algunos años se habían pensado superadas. Es el caso de la conservación de la democracia o el reconocimiento de su institucionalidad. Este es un principio sine qua non para la convivencia. Así, emergen motivaciones, objetivos comunes y personas que exponen una de las fuerzas naturales de la condición humana: el afán de supervivencia.
El expresidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, visitó Bolivia unos días atrás. El acto se encuadra en el marco del seminario internacional ‘Nueva arquitectura financiera regional, desafíos para una mejor integración en un mundo de cambios’. El seminario reunió a varios representantes del Grupo de Puebla, en su calidad de portavoces del socialismo del Siglo XXI. Fueron Luis Arce, presidente de Bolivia, Alberto Fernández, expresidente de Argentina o Delcy Rodríguez, ideóloga y mano derecha de Nicolás Maduro.
La diplomacia remunerada
En una de las varias entrevistas que sostuvo el expresidente español, manifestó su interés en mediar en la construcción de una alternativa viable para la unidad del Movimiento al Socialismo – MAS (partido de Evo y Luis Arce, ahora divididos). Sería una muestra de inevitable consenso entre ambos bandos, hoy en confrontación directa.
No es la primera vez que en tiempos de crisis asoma la oscura sombra del Grupo de Puebla o de portavoces como Rodríguez Zapatero para influir en el desenlace visible de un proyecto que se cae a pedazos y tratar de evitarlo. Hablamos de la separación del MAS y su inestabilidad interna. Puede convertirse en uno de los motivos de su posible derrota electoral en 2025.
La ‘diplomacia remunerada’ ha sido parte de un plan perfectamente diseñado y eficiente para el despliegue de la estrategia propagandística de los regímenes socialistas actuales. Lo vislumbró el mundo el siglo pasado cuando el régimen comunista ruso hacía uso de todo un aparato de inteligencia para generar un contra-discurso que seduzca a una parte del mundo occidental democrático hacia ese drama siniestro que fue el estalinismo. No obstante, ya se había diseñado parte de este apartado y estrategia antes de morir Lenin.
Rodríguez Zapatero obvia los atropellos a los Derechos Humanos
Estos representantes que forman parte de la diplomacia oportunista entran en franca contradicción cuando de análisis de la realidad se trata. Son conscientes, eso sí, de que la ‘revolución’ (llámese bolivariana, socialista, progresista) requiere algo más que ganarse a las masas. Esta revolución necesita de periodistas, clase media, artistas, etc. En síntesis: creadores de opinión. El expresidente español habló de los desafíos de Bolivia. De su economía, de su política y de su sociedad, omitiendo mención alguna de los más de 200 presos políticos y los más de 2000 exiliados como consecuencia de la persecución política impulsada por Evo primero y Arce después.
Tampoco hizo ninguna referencia al arresto ilegal del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho. Ni habló sobre la serie de irregularidades denunciadas a la comunidad internacional de los procesos judiciales contra la expresidenta de Bolivia, Jeanine Áñez. Áñez cumple tres años de ilegal reclusión tras una sentencia a diez años de privación de libertad por el régimen del MAS.
Una forma envilecida de reciclaje
En otro sentido, habla de consenso e integración regional; de democracia y de diálogo. Mientras, en España se dedica a defenestrar y acusar a los partidos de oposición desde el estrado del Partido Socialista, hoy empapado de casos de corrupción en las más altas esferas del poder ejecutivo.
Rodríguez Zapatero hoy no ocupa ningún cargo de relevancia en su país, ni institucional ni orgánico. Pero ha decidido ser el portavoz de las dictaduras latinoamericanas y uno de los principales cabecillas de la banda del Grupo de Puebla. En el fondo no defiende una ideología ni una idea política. Ni siquiera una amistad o cierta empatía política que pudiese existir. Se trata, sencillamente, de una forma envilecida de reciclaje a la que optan quienes no tienen otra forma de mantener cierta vigencia y subsistencia.
En el caos se puede crear y defender una mentira, pero la consecuencia más cara siempre será creérsela. En el caso del expresidente, esto último es posible que no ocurra. Vivir de la mentira no es lo mismo que perseguir un ideal, por más infame que este resulte.
Ver también
El agotamiento de la nueva ola populista. (Mateo Rosales).
La diplomacia de la vergüenza. (Mateo Rosales).
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