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La economía del bien común y los fallos de mercado (I)

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Tirole no es contrario al libre mercado, pero detecta seis puntos en los que el Estado debe velar por el buen funcionamiento de este.

En el movimiento liberal-libertario destaca para bien el escepticismo ante los dogmas de fe, generalmente solemos preocuparnos por alcanzar el conocimiento verdadero contrastando información y posiciones tanto de un lado como de otro. Sin embargo, este sano ejercicio de pensar fuera de la caja a veces es olvidado, sobre todo en lo relativo a la economía, dando por hecho que el libre mercado es lo mejor que nos ha podido pasar y creyendo en la pureza de los mercados por encima del intervencionismo estatal.

Pero también en el caso de la economía es necesario leer y aprender sobre las virtudes y defectos del libre mercado, a saber, sería ingenioso pensar que no existen los fallos de mercado, pero también lo sería pensar que una regulación estatal los resolvería —los fallos de Estado existen, aunque el mainstream económico no los publicite tanto como los de mercado—. Generalmente, todo error que se produzca en la economía gracias a (i) los incentivos —recordemos aquello que decía Adam Smith de que no es por la benevolencia del carnicero o del cervecero que cenemos si no por su propio interés—; y (ii) a la información que se va descubriendo con el paso del tiempo —oferta, demanda y precios—; es posible que se acabe corrigiendo sin necesidad de un ente externo que se preocupe por subsanarlo.

En este sentido, Jean Tirole —premio Nobel de economía en el año 2014— acaba de publicar hace un par de meses en España un libro que trata precisamente de los beneficios del mercado y sus límites con el nombre de La economía del bien común. Un libro altamente recomendable para todo aquel que le apasione la economía y desee introducirse en numerosos temas —desde el papel del economista como investigador a la crisis de deuda en Europa—.

Lógicamente, Jean Tirole no es un economista libertario, pero tampoco se posiciona como un intervencionista extremo, en el mismo libro el economista francés critica aquellos compañeros de profesión que se encuentran en los extremos mediante dogmas y no tienen en cuenta toda la escala de grises, algo que para los medios de comunicación puede funcionar, pero para la actividad científica suele ser perjudicial:

Lo propio del científico, su ADN, es la duda. La propensión a dar argumentos y contraargumentos, eso que un científico hace sistemáticamente en un artículo para una revista especializada, en un seminario o en un curso, no siempre es bien tolerado por los responsables públicos o privados que necesitan formarse rápidamente una opinión. “¡Buscadme a un manco!”, gritó el presidente Truman, que no aguantaba más a esos economistas que le decían “por un lado puede pasar esto, pero, por otro lado, también puede pasar otro”. (…) Entiéndaseme bien: un científico no debe parapetarse tras su falta de certezas y sus dudas científicas, sino que, en la medida de lo posible, debe emitir un juicio; con este fin, debe vencer su tendencia natural y tener en cuenta las contingencias, convencerse de que algunos mecanismos son más probables que otros en las circunstancias contempladas: “Dado el estado actual de nuestro conocimiento científico, mi criterio me lleva a recomendar…”. Debe actuar como un médico cuando decide que un tratamiento es mejor que otro, aunque albergue alguna duda científica sobre el tema.

En La economía del bien común, Tirole plantea cuestiones interesantes sobre los beneficios del mercado, sobre todo en lo relativo al comercio; critica a los lobbies que se acercan al poder público para extraer rentas de toda la sociedad; habla de la necesidad de modernizar y flexibilizar el mercado laboral francés —el cual tiene similitudes con el español— buscando proteger al asalariado en vez de al empleo; es crítico con las políticas industriales y con el derecho de la competencia, las cuales deben adaptarse a las nuevas tecnologías, de hecho aborda el conflicto de Uber contra los taxistas, defendiendo a la primera y posicionándose en contra de los segundos y de las Administraciones Públicas, debido a la falta de innovación y a los límites arbitrarios en el reparto de licencias.

En definitiva, Tirole habla de modernizar el Estado y el papel que juega en la economía, tratando de que este se convierta en árbitro, sin que participe en el mercado; indicando seis fallos de mercado en los que se debe producir una intervención para corregirlos:

  1. Externalidades: son uno de los fallos de mercado más común, que se producen cuando un agente económico al realizar una actividad no internaliza los costes o beneficios que se derivan de dicha actividad, como es el caso de la contaminación.
  2. Asimetría de información: se refiere a la diferencia en el grado de información entre comprador y vendedor cuando se efectúa un intercambio, por ejemplo, aquellos que compraron participaciones preferentes ¿eran conscientes de los riesgos que conllevaban? Para Tirole, es necesario que exista una autoridad que “regule el consumo y reprima los fraudes”.
  3. El comprador puede convertirse en su propia víctima: nuestro comportamiento en muchas ocasiones se aleja de lo racional —el libro Pensar rápido, pensar despacio de Daniel Kahneman es un buen ejemplo de ello—, por eso, en muchas ocasiones nos comportamos de tal forma que nos podemos causar un daño —fumar, beber alcohol, endeudarnos de forma excesiva o no ahorrar para nuestra jubilación—.
  4. La realización práctica de un intercambio puede superar la capacidad del individuo: Tirole pone el ejemplo de una persona que deposita en un banco una cantidad de dinero y pasado unos meses se dispone a retirar su depósito y el banco ha quebrado y no puede hacer frente a sus pasivos; por ello, cree que es necesario un supervisor bancario o un regulador de seguros que ahorre a los consumidores una vigilancia que consuma excesivos recursos y que precise de grandes conocimientos técnicos.
  5. Poder de mercado: aunque es crítico con el derecho de la competencia —pone el ejemplo de Google como mal uso del poder público contra la libertad de empresa—, es necesario vigilar que aquellas empresas que tengan un poder elevado de mercado no hagan “pagar a los consumidores precios muy superiores a los costes y ofrecer productos de mediocre calidad”.
  6. Falta de equidad: en cuanto al último fallo de mercado, el premio nobel habla por un lado de ciertas circunstancias que se dan en el mercado que perjudican a los menos favorecidos, como es el caso de los seguros médicos que elevarían las primas a aquellas personas con problemas de salud graves. Debemos recordar que el seguro es una socialización de pérdidas entre todos los asegurados en caso de producirse un acontecimiento objeto del contrato de seguro, por tanto, las aseguradoras evitarán o cobrarán primas más elevadas a aquellos clientes con riesgos excesivos, pero no siempre cuentan con la información necesaria para realizar una discriminación de precios, por lo que imponen sobrecostes a aquellos usuarios que no cuentan con tantos riesgos. La información mata al seguro… En este punto Tirole también comenta el problema de la distribución de recursos entre la sociedad y la desigualdad, usando los argumentos de Rawls sobre el velo de la ignorancia que sirven para defender una mayor igualdad en dicha distribución de recursos.

Jean Tirole, en definitiva, nos muestra una obra muy completa y abierta a todos los públicos que muestren interés en la economía. No se muestra contrario al libre mercado, pero si detecta seis puntos en los que el Estado debe velar por el buen funcionamiento de este. Con afán de no hacer un artículo excesivamente largo, dejo para una segunda parte la crítica a estos fallos de mercado que Tirole ofrece en su libro.

6 Comentarios

  1. De todos los artículos
    De todos los artículos vergonzosos del tibio IJM… este es el más vergonzoso de todos. ¿Pero como se atreve usted a publicar semejante artículo, hablando en primera persona del plural cuando nombra al movimiento liberal-«libertario», poniendo firma y foto? Es que ni siquiera libertario, simplemente liberal….

    Los fallos de mercado no existen, ni pueden existir, no es una entidad… es el conjunto de transacciones voluntarias. Y al ser no ser entidad no tiene objetivo respecto del cual predicar fallo. Los fallos lo tienen las personas que interactuan y, precisamente, en un contexto de mercado los fallos son menos extensibles por incentivos y responsabilidad que en una organización de unidad de acción como es el Estado.

    1. Externalidades. Si el agua y el aire son propiedad del Estado ¿De quien es la culpa? ¿Quien emite licencias y permisos para contaminar?¿Quien regula la propiedad? Es el Estado el que lo permite todo.

    2. Asimetría de la información. Los que firmaron preferentes lo hicieron sin leer y sin saber, aun cuando les hubieras puesto toda la información no lo hubieran leído. Es el cuento de personas que cuando no daban ni un 5% por deposito se creían los clientes especiales a los que les iban a dar rentabilidades de 7 o más sin riesgo alguno.
    Y firmaron con los ojos como platos. Mas allá de casos concretos de verdadero fraude. ¿Pero en que mundo se cree que vive? ¿Cuanta gente conoces que lea antes de firmar? Precisamente la sociedad confiada de que existen organismos que velaran por los «derechos de los consumidores» han dejado de velar por ellos mismos. ¿Acaso no existían reguladores y vigilantes antes? Esa es una medida ya estaba en practica. ¿De verdad no tenia otro ejemplo?

    3. El comprador propia victima. ¿Fallo del mercado? Esto para usted y el premio nobel es un fallo del mercado. La mafia, que no es muy pro mercado, no se droga, ni bebe, ni fuma, ni tampoco pasaba eso en la URSS, ni en el antiguo régimen, ni en las sociedades precolombinas. ¿Sabe usted lo que implica llevar a termino coherente esa visión? ¿Así que liberal-libertario decía usted?

    Sobre el ahorro, esta claro que el problema de la jubilacion es de mercado, lo ha clavado. Tenemos un sistema publico que ha quebrado varias veces y una regulación que desincentiva e impide un ahorro genuino pero el problema es el anecdótico fulanito que no fue previsor.

    4. Sobre este punto me remito al 2.

    5. Poder de mercado. Si un empresario tiene una tasa de retorno muy alta y vende productos malos, debe ser muy esencial ese bien para poder hacerlo, en caso contrario nadie lo compraría. En cualquier caso, si aun así lo compran es decisión del consumidor. Pero sucede una cosa ¿Como sabe el consumidor que es de mala calidad? Por comparación, no hay otra forma, ergo, ya existe otro producto que puede comprar. Y de otro lado, si alguien vende un producto de mierda con una rentabilidad asombrosa significa que aun así la gente lo compra en masa, lo que supone una mensaje a los demás productores para que entren a competir. Felicidades, acaba de descubrir como funciona la competencia y como se desvían capitales para nuevas lineas productivas en el mercado.

    Por ultimo en este punto, la competencia es natural y surge sola no hace falta regularla, basta con garantizar el derecho de propiedad. Todo ese entramado jurídico denominado «derecho de la competencia» no es más que un compendio de facultades estatales para eliminar la competencia de las corporaciones aliadas del Estado.

    6. Equidad. De una lado afirma que el mercado crearía clases de riesgo, y a los que más riesgo presente mas prima le cobrarian, y eso le parece mal. De otro lado señala «pero no siempre cuentan con la información necesaria para realizar una discriminación de precios, por lo que imponen sobrecostes a aquellos usuarios que no cuentan con tantos riesgos». Es decir, como la compañía no puede obtener toda la información no divide las clases de riesgo y cobra a unos de más y a otros de menos por si acaso… jajajajajaja es usted un genio.

    Este tema se resuelve con dos cuestiones: ¿Es poco equitativo cobrar más al que fuma? Aunque lo cierto es que en su Estado Tirolesco nadie fumaria. La segunda, existiendo exámenes genéticos y pruebas medicas de todo tipo, si la compañía no obtiene la información no es por que no le gustaría. No es la información necesaria para calcular lo que mata al seguro, es la falta de ella, la cual resuelven con sobrecostes para unos, dando lugar a esa distribución «equitativa» a la que usted se refiere.

    Solo espero, al menos, que le hayan cobrado por publicar esto.

    • Creo que no me ha entendido o
      Creo que no me ha entendido o no me ha querido entender con el artículo. Se trata de hacer una reseña de un libro por lo que se refiere a los fallos de mercado me remito a explicar lo que comenta Tirole en su libro, de hecho, al final pongo: «Con afán de no hacer un artículo excesivamente largo, dejo para una segunda parte la crítica a estos fallos de mercado que Tirole ofrece en su libro», vamos, que si espera a la segunda parte tendrá mi opinión a cerca de los seis fallos de mercado que Tirole detecta.

      En cuanto a lo de los fallos de mercado, logicamente no existe una identidad como tal, es un conjunto de transacciones de individuos como bien dice usted, pero eso no quiere decir que en ese mercado se cometan fallos y malas decisiones, que pueden perjudicar a terceros o en los que se trate de estafar a la otra parte. Pero también digo que gracias a los incentivos y a las señales que ofrece el mercado (precios, oferta y demanda) esos fallos se corrigen, quizás no me ha querido entender o no me ha entendido directamente en esa parte. De todas formas, debo decirle que nunca encontrará un equilibrio en el mercado, porque precisamente en la Escuela Asutríaca de Economía se tiene en cuenta el tiempo más allá del momento t y t+1, por lo que en el momento thabrá unos desequilibrios x, y en t+1 probablemente habrá unos desequilibrios z. Lo que es innegable es que el Estado queriendo intervenir en el mercado probablemente dilate en el tiempo algunos fallos de mercado e introduzca nuevos fallos. La segunda parte de este artículo irá por ahí.

      Agradezco que se haya molestado en leer mi artículo. Saludos.

    • Apoyo el comentario de Ander
      Apoyo el comentario de Ander: no se puede hablar con propiedad de fallos del Mercado. Supone un contrasentido similar a referirse a la maldad de la bondad, algo tan sólo aceptable como licencia expresiva para advertir que lo que se entiende convencionalmente por mercado o bondad no lo es en realidad.

      El artículo promete una futura crítica, sí, pero parece que sin repudiar o cuestionar radicalmente el desafortunado concepto de “fallo del mercado”. El Mercado, por definición, no puede cometer ningún tipo de fallo. Apodíctico, señores. Si hay estafas impunes o indefinición de propiedad, no existe mercado, y en éste las malas decisiones sólo perjudican propiamente a quienes las toman (porque dejar de beneficiarse no es exactamente perjudicarse). No se trata de que los presuntos fallos derivados de la libertad se corrijan o constituyan un mal menor: la libertad no yerra, se equivocan las personas y ¿dónde está el fallo social en un sistema de mercado o estricta responsabilidad individual?

      Si un artículo quitando hierro al quinto lado de los cuadriláteros nos chocaría bastante, no entiendo cómo no nos extraña que se admita que el mercado pueda tener fallitos so capa de defenderlo.

    • Bien Berdonio y Ander.
      Bien Berdonio y Ander.
      Vostros alivias un poco el malestar que me causan estas tibiezas nada libertarias. Me preocupan analisis criticos – no tan criticos- de autores como el aqui comentado. Si nos ponemos a analizar temas sobre el mercado, encontraremos que mas de 50% de ellos son tan gatopardistas como este Jean Tirole Hay una gran ignorancia academica de la mecanica de las transacciones comerciales. En las burbujas asepticas (no contaminadas) por el mundo real de los pasillos de la Eve League, transitan infinidad de academicos que escriben a diario solo para mantener su curricula.- Esto ocurre cuando las ediroriales de las universidades estan dirigidas por subvencionados por el erario publico. Daniel Lattier, dice que se escribe un «monton de basura que nadie lee» » el 82% de los articulos en humanidades (cs sociales ) no son citadas por la literatura siquiera una vez. La mitad de los papeles academicos no son leidos mas que por sus autores, correctores y editores. Y lo mas tragico, se publican anualmente casi 2 millones de articulos academicos en las revistas especializadas. La mayoria son mero plagirismo de previos articulos de investigacion. https://fee.org/articles/academics-write-rubbish-nobody-reads/
      Saludos.

  2. No son fallos, son límites.
    No son fallos, son límites. La acción de contaminar no creo que tenga mucho que ver con la de intercambiar sino más bien con la responsabilidad, el propio vendedor en muchas ocasiones tampoco está informado del producto que vende, el poder para fijar precios al alza o a la baja es una capacidad no una acción, etc.

    Se confunden términos siempre que se hablan de estos temas.

    Lo que tiene el mercado es que hay una infinidad de valoraciones entre agentes que pueden parecer absurdas desde fuera de él. Pueden existir terceros supervisores que no cobren impuestos. No estoy negando la necesidad de algo de Estado para cierto número de población sobretodo, pero más para temas de orden social o seguridad personal debido a que su producción puede no depender tanto de recursos económicos limitados como ocurre con la redistribución de estos.

  3. Ya se han explayado con holgura los opinantes pretéritos. Sólo acotar, desde la lógica, que lo que enumera como «fallos de mercado» (que sería lo mismo que decir fallos DEL mercado particular del análisis) son en realidad falencias de sus elementos. En ningún momento la velocidad de los corredores o su estado físico, puede representar un fallo de la carrera en la que corren. Simplemente está mal planteada la pertenencia de los elementos en el sistema que se intenta analizar. Una búsqueda online de teoría de conjuntos y métodos de agrupación no le vendrían nada mal al Sr Calvo, también así la exploración del maravilloso mundo de su representación en los diagramas de Venn.


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