Se vislumbra que en realidad, da lo mismo UPyD que PSOE, Ciudadanos, PP, Podemos o IU.
La noticia del baile de partidos de Irene Lozano me pilla en Indianápolis. Desde aquí todo se ve distinto. Hace pocos días el debate Hillary Clinton y Bernie Sanders ocupaba las portadas de los diarios. Esta mañana la noticia era la lucha de tuits entre Jeff Bush y Donald Trump a costa del atentado del 11M. Trump recordaba a Bush que sucedió bajo el mandato de su hermano George y apuntaba que quien había sacado el tema era el propio Jeff al asegurar que no había sucedido nada malo bajo el mandato presidencial de Bush, jr. No se andan con remilgos en Estados Unidos. Y en unos meses, el vencedor de las primarias luchará por la presidencia sabiendo que cuenta con el respaldo del compañero de partido que perdió en las primarias. Eso debe escocer bastante. Pero forma parte del juego democrático. O debería ser así.
Las «increíbles» primarias españolas
Cuando un perdedor de unas (supuestas) primarias en nuestro país mira a cámara y explica: «Hoy celebramos que los afiliados han elegido libremente» y deja claro que el partido está «en buenas manos», ofreciendo su apoyo total y absoluto al vencedor, no hay español con dos dedos de frente que le crea. O que la crea, porque esas fueron las palabras de Irene Lozano hace escasos meses cuando perdió por 54 votos frente a Andrés Herzog.
Y así ha sucedido en todas las primarias que se recuerdan. O bien «la seño me odia» o bien «hay una conspiración contra mí». El caso es que para quienes miramos con escepticismo el panorama político patrio el espectáculo es vergonzoso. Por supuesto que no es nuevo. Por supuesto que se da en todos los partidos (recuerdo aún el salto de Mayte Nolla desde Ciudadanos al PP). Por supuesto que cambiar de opinión, de chaqueta, de coche y de equipo de fútbol es completamente legítimo. Pero si se quiere alardear de democracia interna en los partidos y de madurez política este tipo de conductas no son lo mejor. Los políticos deberían ser diferentes a los futbolistas que fichan en función de la cifra que aparece en el contrato. Se diría que Irene Lozano ha sido seducida por el escaño, y busca cómo hacerse con uno a toda costa. Una pena. Las protestas de los miembros del PSOE (tierra de adopción) por las declaraciones tan agrias sobre su partido vertidas por la número 4 por Madrid son comprensibles. «Tendrá que disculparse», dice el veterano González. Mientras, ella afirma que en UPyD era la «experta» en regeneración democrática y que la han llamado del PSOE por ello. Sinceramente, no le aporta mucha credibilidad hacerlo desde un partido al que ha acusado de ser lo opuesto a la regeneración democrática. Supongo que los argumentos de los perdedores de las primarias respecto a la manipulación interna de las elecciones (como en el caso del PSOE de Madrid y en el de la propia Irene Lozano en UPyD) solamente ayudan a resquebrajar la unión de los partidos que se supone que esos mismos candidatos defienden, y a marchitar aún más el liderazgo político en nuestro país.
Las consecuencias de segundo orden
Para una no-votante como yo, este tema debería ser secundario. Sin embargo, el análisis de las consecuencias no inmediatas que tienen este tipo de comportamientos es notable y creo que merece ser señalado. Volviendo a Estados Unidos, el que el debate Clinton/Sanders fuera ganado por uno y otro es tanto más importante dependiendo de lo que suceda en las filas republicanas. Si Trump gana a Bush, lo que es probable a pesar de todo, dada la debilidad de Jeff Bush, entonces es muy improbable que el Partido Republicano gane la presidencia. Trump es capaz de lograr que los indecisos, los moderados y hasta algunos republicanos cierren filas. Así que, el candidato demócrata sería el vencedor. En ese caso es mejor Hillary que Sanders, mucho más intervencionista comparativamente. O si se presenta Joe Biden, segundo de Obama, que representa una opción continuista alejada de los escándalos de Hillary de las propuestas de Sanders, ganaría sin duda a Trump. Pero ¿y si gana Bush a pesar de todo? Pues cambia el panorama totalmente.
En el caso de España, la aparición de Lozano en el PSOE transmite varios mensajes. El primero, que España es bipartidista después de todo. Segundo, que los nuevos partidos son la cantera de los de toda la vida. Tercero, queda en cuestión la vocación política sustentada por ideales de verdad, por convicciones, y se vislumbra que en realidad, da lo mismo UPyD que PSOE, Ciudadanos, PP, Podemos o IU. Y finalmente, me parece una falta de respeto a los miembros de ambos partidos. No ha habido período de carencia. Han pasado apenas meses. Aunque sea por estética, podría haber esperado.
Personalmente, me reafirmo en mi rechazo a este sistema inmaduro en el que no me siento representada y reivindico mi derecho a quedarme en mi casa sin ni siquiera votar en blanco, aunque solamente sea por lo obsceno de la actuación de esta gente que usa y abusa de la palabra regeneración. En este país, la única regeneración que he observado es la capilar. Por trasplante.
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