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¿La guerra del mundo nuevo?

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Quede claro que un posible derrocamiento del Coronel Gadafi no merece ni una sola lágrima. Para quienes se asoman a los acontecimientos de la política internacional con aspiraciones de objetividad, el tinglado llamado Yamahiria montado por ese militar libio después de su golpe de estado de 1969 siguiendo la estela de los regímenes comunistas a las órdenes de Moscú, siempre fue una banda de criminales.

Como especialmente execrable cabe recordar el atentado contra el avión de la PAN-AM (vuelo 103 Londres-Nueva York) cuando el 28 de diciembre de 1988 sobrevolaba Lockerbie, donde fueron masacradas doscientas setenta personas, incluyendo a todos los tripulantes y algunos vecinos de ese pueblo escocés que tuvo la desgracia de sufrir la caída de los restos de la aeronave. Un par de años antes el presidente norteamericano Ronald Reagan había lanzado a la poderosa aviación norteamericana contra distintos objetivos militares en Trípoli y Bengasi, incluidas las residencias de este tirano histriónico, después de que el 5 de abril de 1986 se produjera un atentado en una discoteca de Berlín Occidental, frecuentada por soldados norteamericanos, que segó la vida de tres personas.

A pesar de las diatribas contra el imperialismo norteamericano por hacer lo mismo que él está haciendo ahora, lo cierto es que este bandido sobrevivió al ataque norteamericano. Tras la demolición del Muro de Berlín, buscó un barniz islámico, redujo sus intervenciones para dominar a sus vecinos africanos y su apoyo a grupos terroristas occidentales entró en una fase de letargo. Por el contrario, se concentró en apuntalar un pintoresco régimen posrevolucionario para convertirlo en una especie de monarquía despótica y sanguinaria, al modo sirio, por ejemplo. Gracias a los grandes yacimientos petrolíferos que se encuentran en las costas y el territorio libio, él y los suyos probablemente deben gran parte de su fortuna a las comisiones por las concesiones de explotación de esos pozos y la adjudicación de grandes proyectos de obras públicas a empresas italianas, francesas, británicas, españolas…

Sorprendente y significativo fue el episodio de las enfermeras búlgaras liberadas por la intervención del presidente francés Sarkozy, que recordó tanto los rescates de rehenes desamparados en manos de los piratas berberiscos del siglo XVI. A ello siguió una visita a Libia, en julio de 2007, para sellar unos acuerdos de venta de material militar y un reactor nuclear para "desalinizar agua". Hace apenas un año, no obstante, este rufián amenazó a las autoridades helvéticas con la "yihad" por el hecho de que los suizos aprobaran en referéndum prohibir la construcción de nuevos minaretes en las mezquitas, lo cual se añadía a la supuesta afrenta que había sufrido su familia cuando la policía de ese país tuvo la prosaica idea de detener en julio de 2008 a su primogénito, Hannibal (¡ojo al homenaje al caudillo cartaginés!) y su esposa por haber infligido malos tratos a sus criados en una de sus estancias en Ginebra.

Dentro de las recientes revueltas en distintos países árabes ocurrió que le llegó el turno a la satrapía libia, la cual había sobrevivido a la caída de antiguos mentores en la Unión Soviética. Por el momento, la información disponible sobre cuál sea la orientación de esos rebeldes dista mucho de ser completa. ¿Miembros de tribus distintas a la de Gadafi? Cuarenta años de dictadura sanguinaria implacable permiten suponer que habrá un número relativamente importante de exiliados. Probablemente un primer gobierno que se hiciera con el control de todo el país quedaría profundamente agradecido por la colaboración de los países que han decidido intervenir. Pero nadie desde fuera puede asegurar su estabilidad y cuál será su evolución posterior. Tampoco cabe descartar que haya sucesivos golpes de mano y que, al final, los extremistas islámicos se alcen con el poder político.

En todo caso, el factor que se ha presentado como crucial en todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para establecer una zona de exclusión aérea en el territorio libio ha venido determinado por las agresiones militares a la población civil, aunque sea allí, precisamente, donde se han hecho más fuertes los rebeldes. La última resolución [1973/2011] autoriza a los gobiernos involucrados (EEUU y países europeos miembros de la OTAN como Reino Unido, Francia, España) a "adoptar todas las medidas necesarias (…) para proteger a los civiles amenazados de agresiones militares dentro del territorio libio, incluyendo Bengasi". De momento, sin embargo, no se autoriza la intervención de ninguna "fuerza de ocupación extranjera de cualquier clase sobre cualquier parte del territorio". Asimismo, se prohíben todos los vuelos sobre Libia para proteger a esa población civil, salvo aquellos que transporten alimentos y medicinas o personal de ayuda para esa población civil, y se autoriza a aquellos países que hayan notificado a los Secretarios Generales de la ONU y de la Liga Árabe su participación para que adopten todas las medidas necesarias para hacer cumplir la prohibición de vuelos. Otras medidas complementarias contra el gobierno de Gadafi vienen dadas por el embargo de armas y la congelación de todo tipo de fondos y activos del gobierno libio y de una lista de personas y agencias que actúan en su nombre en todos los bancos e instituciones financieras del mundo.

No obstante la fragilidad del acuerdo en el seno del gobierno interestatal mundial embrionario que constituye el Consejo de Seguridad (Alemania, Rusia, India y China se abstuvieron), la resolución permite emprender la guerra más allá del marco perfilado originalmente en el tratado de las Naciones Unidas "para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales" (Capítulo VII del Tratado de las Naciones Unidas). Se arguye que el coronel Gadafi ha vulnerado principios de Derecho Internacional Humanitario e, incluso, se recuerda una denuncia ante el Fiscal de Tribunal Penal Internacional para que investigue los hechos acontecidos en Libia desde el 15 de febrero de este año, principalmente con objeto de hallar a los responsables de las agresiones aéreas y navales dirigidas a la población civil. Obviamente es muy probable que, en efecto, Gadafi sea responsable de crímenes contra la humanidad, pero esto ha ocurrido en otras partes del mundo (Chechenia, Tibet o países dominados por dictaduras sanguinarias como Corea del Norte, Cuba y otras dictaduras emergentes) sin que se hayan dado siquiera los pasos para condenar esas acciones.

Aparte de cuestiones como el doble rasero de la ONU para abordar situaciones similares de manera muy diferente, y la falta de legitimidad de la mayoría de los estados del planeta para exigir a otro el respeto de derechos humanos pisoteados, estas guerras plantean el dilema de si resulta plausible para los países occidentales emprenderlas cuando también pueden suponer en principio una vulneración de los principios de no intervención en los asuntos internos de otro estado, a no ser que éste haya agredido a otro. Sus políticos parecen muy interesados en alcanzar un perfil internacional demostrando su dedicación a estos asuntos de una manera selectiva, pero los individuos que sufragan las aventuras de esos líderes tienen ya suficientes problemas. Pueden invocarse razones humanitarias y cualesquiera otras, pero, para empezar, habría que exigir a los políticos de los mal llamados países capitalistas libres que no compadreen con criminales de baja estofa. La llama de la libertad, si alguna vez ha de prender en todos esos lugares, vendrá acompañada de una difusión más amplia de los ideales y las prácticas que sirven para cultivarla; de la propagación del libre comercio sin mediatizaciones mercantilistas y corruptas y de la asimilación de las libertades fundamentales proclamadas por el liberalismo clásico. Mientras tanto, las intervenciones puntuales solo quedarán justificadas en caso de que las vidas y las propiedades de personas de los países concernidos sean atropelladas.

El mando de la RAF estacionado en Italia ha informado de que las fuerzas aéreas libias y sus sistemas de control aéreo han dejado de ser operativos debido a los ataques de la aviación aliada. Ante la ausencia de una habilitación para tomar posiciones en tierra, esperemos que la situación no se prolongue hasta convertirse en un avispero.

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