Algunos libertarios son empleados públicos, es decir, los contrata el Estado con dinero previamente obtenido mediante agresión y, por tanto, contrario al principio del libertarismo. ¿Es posible ser ambas? ¿Están siendo hipócritas los que se oponen al Estado y al robo a través del cual este nace y se nutre y del que ellos mismos viven? Con respecto a la primera pregunta, sí, obviamente es posible. No existe ninguna incompatibilidad lógica con defender que una filosofía política que se opone a la amenaza o inicio de fuerza contra la propiedad privada de otra persona y ser contratado por el Estado. Pero ¿están siendo hipócritas e inconsistentes al defender una ideología que implica terminar con el Estado y vivir de él? Depende, pero, en principio, no.
Una primera defensa de por qué no son necesariamente hipócritas es decir que el funcionario libertario está recuperando propiedad robada (el dinero recaudado a través de impuestos), solo está recogiendo parte de lo que le han expropiado anteriormente. También que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Pero sería comprensible que alguien continuase criticando a estos como hipócritas porque se llevan parte del dinero robado sin tener ellos mejor derecho a este que cualquier otro ciudadano, por lo tanto, también incurriendo en el crimen de estatismo o, lo que es lo mismo, robo de lo producido por otras personas para vivir a su costa,
Cuando nos disponemos a juzgar el crimen de estatismo existe una presunción de culpabilidad hacia los funcionarios. Si hubiese unos juicios de Núremberg libertarios cuando cayese el Estado en el que juzgásemos (el enjuiciamiento lo llevarían libertarios de pleno derecho con prestigio dentro del movimiento, como Jesús Huerta de Soto, Miguel Anxo Bastos o Philipp Bagus en el caso español) a todo el mundo por estatismo, podría haber distintos criterios para determinar la culpabilidad, y lo que es más importante, la punibilidad. Puedes decir que todo empleado estatal es culpable, al igual que todo empleado privado que haya promovido o ayudado al estatismo y sea de la clase opresora según el análisis de clase libertario, pero que a pesar de eso no son punibles porque solo lo son los altos cargos de las administraciones públicas. Para decidir si son hipócritas, usaremos el mismo estándar que para decidir si son culpables: si durante su empleo público le han quitado más al Estado de lo que le han dado.
Para saber si un funcionario libertario ha obtenido más del Estado de lo que el Estado ha obtenido de él, no nos vale con mirar el contrato. Entendemos que si el libertario aceptó el contrato es porque ex ante valoraba más su sueldo acordado que el uso alternativo que le hubiese dado a su cuerpo durante ese tiempo. Y que el Estado valoraba más contratarlo que el botín saqueado al contribuyente. Al no poder hacer comparaciones intersubjetivas de valor, nos es imposible calcular qué parte ha salido ganando de este contrato —al igual que de cualquier otro contrato voluntario (aceptando que este contrato sea voluntario, que se podría argumentar que, debido a la regulación estatal, no lo es porque de no existir esta el funcionario podría haber empleado su cuerpo en otro trabajo)—.
Por lo tanto, lo que tenemos que observar es si el funcionario libertario ha obtenido algo más del Estado mediante otros medios. La principal manera de hacer esto es defendiendo la libertad y promulgando sus ideas. Cuanta más gente libertaria haya, menos Estado tenderá a haber. Cuanto menos Estado, más libertad. Por lo que una forma de quitarle al Estado es promoviendo la libertad. El hecho de saber que el funcionario sobre el que recae la duda de su hipocresía es libertario es una primera muestra de que no es hipócrita, ya que solo con nombrarse como tal está publicitando una filosofía política contraria al Estado.
Cada funcionario libertario tendría la obligación de demostrar que ha promovido la causa de la libertad o que ha reducido el estatismo a través de su trabajo. Los profesores universitarios de ciertas áreas como política, derecho, economía o filosofía lo tendrían más fácil. Pero cualquier funcionario podría hacerlo mostrando que siempre ha actuado en contra del Estado, que ha promovido actividades libertarias, que ha intentado rechazar mayores subsidios en la universidad, por ejemplo.
No es un eximente el decir que solo trabajando bajo el Estado podrías llevar acabo un oficio. Por ejemplo, que la profesión de bombero solo se pueda ejercer como empleado público no es una causa suficiente para estar exento de posible culpabilidad por el crimen de estatismo o de juicio moral de hipocresía. Nadie tiene derecho a un trabajo concreto. Si mi trabajo soñado fuese de sicario y, por tanto, me metiese a policía porque es el oficio equivalente en un Estado, esto no me eximiría de responsabilidad porque siempre podría haber buscado otro trabajo, o ninguno.
No obstante, Walter Block siempre pone el ejemplo del guardia de un campo de concentración libertario. En este caso lo que tendría que hacer el guardia sería demostrar que ha salvado a ciertos individuos que de no ser por él hubiesen sido asesinados. Esto puede que sí que nos sirva para no categorizarlo como un hipócrita, pero puede no servir para no culparle y considerarlo no punible por el crimen. Quienes deben de decidir sobre esto serían los herederos de las víctimas que sí que mató y/o los árbitros que decidiesen el caso.
En conclusión, solo el funcionario libertario podrá ser declarado no culpable, o culpable con atenuantes, ante un juicio de Núremberg libertario. Opino que los funcionarios libertarios no solo no son hipócritas, sino que además son los únicos empleados estatales que no merecerían ser reconocidos culpables en unos juicios de Núremberg libertarios. Otros funcionarios sí que merecerían ser considerados culpables, pero no punibles, en mi opinión.
Bibliografía
Block, Walter E. 2009a. “Libertarian Punishment Theory: Working for, and Donating to, the State.” Libertarian Papers 1: 1–31.
—. 2009b. “Toward a Libertarian Theory of Guilt and Punishment for the Crime of Statism.” En Property, Freedom, and Society: Essays in Honor of Hans-Hermann Hoppe, editado por Jörg Guido Hülsmann y Stephan N. Kinsella, 137–48. Auburn, Estados Unidos: Ludwig von Mises Institute.
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