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La importancia de la Historia

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Muchas opiniones expresadas en los medios de comunicación y las redes sociales no se sustentan en una aproximación seria a la Historia.

Vuelvo a repasar durante estos días al gran ensayista francés Jean François Revel (El conocimiento inútil) y a Karl R. Popper (La miseria del historicismo) para comprender lo que sucede en España. No se trata solo de la secuencia de acontecimientos relacionados con el proceso de secesión de Cataluña (en el que la inacción durante años del gobierno central cabe calificarse ya como complicidad retráctil) sino también la propia existencia de un Estado de derecho y una democracia, que, en palabras de Revel, no pueden existir sin una cierta dosis de verdad.

Y ese nivel mínimo de verdad se ha horadado progresivamente en España, durante muchos años y desde muy diferentes ámbitos, hasta un punto difícilmente reversible. Siguiendo a Revel, el régimen democrático, basado en la libre determinación de las grandes opciones por la mayoría, se condena a sí mismo a muerte si casi todos los ciudadanos que efectúan tales opciones se pronuncian ignorando las realidades, obcecándose en una pasión o engañándose por impresiones pasajeras.

Las críticas a la democracia desde el campo liberal son tratadas en extenso por muchos de los colaboradores de este Instituto, recogiendo las ideas elaboradas por la Escuela de elección pública y otras valiosas aportaciones. Ahora bien, creo que coincidimos en que una gran parte de sus problemas vienen dados por el apabullante número de decisiones que han acaparado los representantes democráticos y la burocracia, debido al ordenancismo que preside la legislación en todas las administraciones públicas.

Es obvio que conocer las cuestiones sobre las que esos delegados toman decisiones requiere un gran esfuerzo para un ciudadano de una comunidad cualquiera, incluso cuando es pequeña. Siendo imposible conocer todos sus detalles, unos mínimos conocimientos políticos, económicos e históricos -relacionados  también con un proceso de maduración intelectual que considere la experiencia anterior, contrastándola con modelos teóricos que tienden a limitar la realidad- se revelan cruciales e indispensables para mantener un espíritu crítico frente a los gobernantes. En última instancia, como recuerda Popper, la democracia debe servir para destituirlos sin violencia y derramamientos de sangre.

Se objetará que los conocimientos de Historia son necesariamente incompletos y revisables. Que establecer la verdad histórica constituye una tarea interminable por la propia naturaleza de la reconstrucción y la selección de los hechos relevantes para explicar el devenir histórico. Esto no significa que no quepa buscar la verdad histórica, partiendo de no falsear groseramente los hechos y el reconocimiento de que no existen leyes inexorables del destino que expliquen y predigan el futuro. Siguiendo asimismo a Popper, nunca se podrá escribir una historia completa de la humanidad. Se puede admitir que la idea de nación se ha forjado en todas partes sobre la base de mitos que explican o justifican a posteriori su propia existencia, al mismo tiempo que sus gobiernos y políticos recurren a menudo a interpretaciones historicistas.

En el caso del régimen político español surgido de la Transición y la Constitución de 1978, junto a un relativo progreso político, social y cultural, pues el económico se remontaba al plan de estabilización de 1959[i], se produjo una curiosa sustitución de las falsedades amalgamadas por el régimen franquista durante décadas de distintas fuentes. Paulatinamente, incluso en los estertores de la dictadura, esa hagiografía fue dando paso a un paradigma, todavía más falso y maniqueo, en el que las tornas cambiaron radicalmente. Uno de los puntales de esa nueva narración histórica en los medios de comunicación, el mundo académico y los intelectuales más influyentes convirtió a las heterogéneas fuerzas políticas derrotadas por el ejército encabezado por Franco en defensoras de la libertad y la democracia. Así, los socialistas revolucionarios del PSOE, los comunistas, los nacionalistas catalanes de la Esquerra y los nacionalistas vascos del PNV, así como, incluso, los anarco-colectivistas de la CNT-FAI, quienes se rebelaron en distintos momentos contra la II República, pasaron, además, a gozar de una mitología exculpatoria de sus responsabilidades en la sangrienta contienda civil. Ese proceso no consiguió establecer un canon en los primeros momentos de ebullición de la Transición, entre otras razones porque muchos exiliados retornados mantenían tantas cuentas pendientes entre ellos que les impedía presentar una versión lineal de aquellos desgraciados acontecimientos.

Por la proyección que podría tener hoy entre sus herederos de Podemos, debe recordarse, no obstante, que, a partir de 1956, el partido comunista ya había proclamado la política de reconciliación nacional: “Crece en España una nueva generación que no vivió la guerra civil, que no comparte los odios y las pasiones de quienes en ella participamos. Y no podemos, sin incurrir en tremenda responsabilidad ante España y ante el futuro, hacer pesar sobre esta generación las consecuencias de hechos en los que no tomó parte”.

Asimismo, por las buscadas reminiscencias de aquel episodio en la actualidad, los exaltados nacionalistas catalanes deberían recordar los numerosos testimonios que dejó Josep Tarradellas Joan -él mismo militante de la Esquerra durante la Guerra- contra el dislate de la sublevación del gobierno de Lluís Companys contra la II República y la declaración del “Estat Catalá” (incluso dentro de una onírica República Federal Española) en octubre de 1934:

Siempre recordaré que el 6 de octubre del año 1934, a las 5 de la tarde, acompañado del diputado señor Juan Casanelles, fui a la Generalitat a visitar al presidente Companys para manifestarle nuestra disconformidad con la política que una vez más se realizaba, rogándole que evitara todo lo que indicaba que iba a suceder aquella misma noche, es decir: la ruptura por la violencia de las relaciones con el Gobierno. No se nos escuchó, la demagogia y la exaltación de un nacionalismo exacerbado pesó más que la opinión de aquellos que preveíamos, como así ocurrió, un fracaso rotundo. (…) La demagogia había hecho su obra y el desastre se produjo”.

Aun con todas esas sensatas exhortaciones, los estrambotes de ese consenso de fábula histórica, para dar una mayor legitimidad a partidos en el presente, prevalecieron. Por el lado de los partidos de izquierda españoles, el paroxismo llegó de la mano del gobierno de Rodríguez Zapatero, que promovió la llamada Ley de memoria histórica, una aberración legislativa que pretende blindar legalmente una versión oficial de la historia de la guerra civil y la posguerra, condenando sin más a las personas que lucharon en el bando vencedor. Por cierto, formalmente en vigor y que provoca, después de utilizarse para subvencionar unos morbosos desenterramientos, la periódica eliminación de nombres de calles que se asocien con la dictadura de Franco a juicio de una nueva policía del pensamiento.

Por el lado de los nacionalistas catalanes, siguiendo una línea que procede de la Renaixença y los albores románticos del movimiento -los abertzales vascos no se quedaron a la zaga– éstos se emplearon a fondo para difundir en todos los ámbitos falsedades flagrantes en cuanto alcanzaron el poder en 1981. Se trataba de “recatalanizar” la sociedad según se exponía en un plan estratégico de Jordi Pujol de 1990, negar la historia compartida por catalanes y el resto de los españoles o presentarles como comunidades enfrentadas durante siglos. Desde remontar el nacimiento de “la nación catalana” al Conde Wifredo el Velloso (840-897), del linaje visigodo de los unificadores de la Hispania posterior a la caída del Imperio Romano, obviando la dependencia de los condados catalanes al Reino de Aragón a la presentación Rafael de Casanova como un presunto héroe en una guerra contra los españoles, cuando, en realidad, su famoso bando para luchar contra las tropas de Felipe de Borbón en la Guerra de Sucesión (que tiñe la Diada del 11 de septiembre de 1714) se dirigió a los “hijos de la Patria, amantes de la libertad (…) a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España”. Desde la negación del español como lengua propia de Cataluña, como demuestra la existencia de poetas catalanes como Juan Boscán que escribieron principalmente en ese idioma, al igual que su amigo castellano Garcilaso de la Vega, ya en el siglo XV; a la presentación de la guerra civil como una guerra de España contra Cataluña, en contra de toda la evidencia histórica y la probada participación de catalanes en ambos bandos. Todo ha servido para inventar “diferencias” y “conflictos” históricos que justificaran a los ojos de unos seguidores suficientemente sugestionados, la fundación de un estado independiente. La lista resulta inagotable. Curiosamente, la última alteración relativamente importante de las fronteras españolas en la Península Ibérica se produjo cuando Felipe IV cedió a Luís XIV de Francia el condado del Rosellón, mediante el Tratado de los Pirineos en 1659 (art. 42) que dio término a la particular guerra que ambos reyes libraron después de la Paz de Westfalia, justificando que estos montes sirvieran de frontera entre los dos reinos, dado “que habían dividido antiguamente las Galias de las Españas”.

Esas imposturas planificadas suscitaron, ciertamente, alguna reacción, pero esa hiper legitimidad de los perdedores de la ya no tan reciente guerra civil (o al menos quienes se proclamaban sus herederos) al tiempo que el astuto Pujol sabía intercambiar apoyos en las Cortes para los gobiernos centrales por la desactivación de controles legales de su administración permitieron barbaridades como la Ley de Normalización (¡!) lingüística de 1983. Un tipo de reglamentación que encontraría graves acusaciones de violación de derechos de los padres contra aquellos estados que impusieran el uso exclusivo de una determinada lengua a las minorías de un país, no solo ha sobrevivido con diferentes versiones en Cataluña, sino que se ha convertido en modelo para otras comunidades autónomas.

De este modo, no puede sorprender que en el debate sobre el proceso de secesión emprendido por el actual gobierno de la Generalidad, tantos elementos de hecho sean completamente desconocidos o, simplemente, se dé pábulo a mentiras de grueso calibre. Más allá de la evolución de los acontecimientos, muchas opiniones expresadas en los medios de comunicación (y en las redes sociales) no se sustentan en una aproximación seria a la Historia (remota y reciente) sino en ideas y modelos preconcebidos, que, además, prescinden del Derecho aplicable.

 


[i] ¿Sabrá alguno de los actuales militantes de la Esquerra, por ejemplo, que uno de los principales inspiradores de ese plan de liberalización económica en el régimen de Franco fue Joan Sardá Dexeus, asesor de la Generalidad y antiguo militante de ERC durante la guerra civil ?

 

6 Comentarios

  1. La Historia está muy bien,
    La Historia está muy bien, pero ¿qué pasa con el futuro?

    ¿Queremos que en el futuro los españoles sigan padeciendo un ordenamiento jurídico tan malo o peor que el que padecemos?

    ¿Qué hacer? ¿Cómo desmontamos esta monstruosidad sin que ningún inocente padezca injusticias?

    La historia de España no nos permite saber qué debemos hacer, porque es demasiado complicada y extravagante. Quizás podamos encontrar inspiración en la historia de Suiza, o en la historia de Taiwan, o en la historia de Irlanda según la explica el profesor Gerard Casey del University College de Dublin.

    ¿Cuál es el nivel de impuestos a las empresas en Irlanda? ¿Por qué no lo quieren bajar, a pesar de que el ultra-neo-liberal Presidente de Francia explica que Europa debe caminar decididamente a la armonización fiscal? ¿Cómo se atreven esos palurdos católicos irlandeses a contradecir a la Razón?

    ¿Qué haremos los españoles en este tiempo en el que toca cambiar de régimen político? ¿Haremos caso a la Razón o haremos caso a la Verdad? ¿La teoría económica o la realidad económica? ¿Las buenas intenciones o los buenos ejemplos?

    Hay que pensar en el futuro. España es hoy despilfarro y heridas autoinfligidas. Podemos vivir mejor si escogemos la realidad y no el odio.

    España debe independizarse de Cataluña y la corrupción y el atraso histórico que representa. Cuanto antes mejor.

    • “Fiat iustitia, ruat caelum”,
      “Fiat iustitia, ruat caelum”, claman irónicos los colaboracionistas y traidores de siempre para ignorar impunes el desafuero. Pero el firmamento nunca se desploma, y menos por hacer justicia. La falacia es simple: nos aseguran que como a veces la virtud acarrea desgracias, convendrá entonces optar por el vicio, conclusión lógica si la premisa no fuera por completo falsa. Y lo es, porque por definición la virtud jamás puede implicar mal alguno en sí misma, siendo los criminales quienes imponen arbitrariamente tan fatídica relación mediante intolerable chantaje al que nunca debemos someternos. Son los criminales los culpables del mal, no nosotros por haber desoído sus amenazas. Sin embargo, tan injusto reproche moral se ha convertido en cantinela habitual.

      Que no se puede hacer tortilla sin romper huevos es otra perorata falaz. Desmontar monstruosidades sin cuartel ni contemplaciones se llama guerra total, y para romper huevos antes hay que tenerlos. La contrapartida de romper huevos es que te puedan romper la cabeza; pero que nadie pretenda jugar con dos barajas –ir de buenos tipos razonables mientras te la clavan- porque no todo el mundo es idiota. De manera que o encontráis la forma de hacer tortilla sin romper ni un huevo o podemos acabar comiendo tortilla de indepes.

      No existe dicotomía entre buenos medios y buenos resultados, ni entre razón y verdad, teoría económica o realidad, intenciones o ejemplos. Virtud o paz. Hecatombe o vicio. Falsas disyuntivas, encerronas miserables

      Ni un solo justo hay entre vosotros y por ello vuestra ciudad sucumbirá (Ramones, 17)

  2. Estudié bachillerato, donde
    Estudié bachillerato, donde se impartía la asignatura de Historia, desaparecida hoy en día, por acción de una clase política mezquina y entregada totalmente a sus intereses endogámicos. Y efectivamente, aquellos pueblos que voluntariamente la olvidan o tergiversan, acaban por volver a repetirla. Este país, todavía llamado España, parece que siempre va a estar condenado a repetir, una y mil veces, viejos errores del pasado nuestro mas nefasto, principalmente por la ignorancia de nuestra Historia reciente y la ruindad y mezquindad de casi toda nuestra clase política. En cuanto al tema Catalán, estoy ya hasta las mismas narices de soportar tanta estupidez, tanta mala baba, y sobre todo de tener que oir la defensa de ese golpe de estado nacionalista (porque eso es lo que es) por parte de algunos liberales, con los que no estoy para nada de acuerdo. Soy liberal, pero no gilipollas, y aquí de lo que se trata es de impedir que cuatro fascistas (eso es lo que son), junto a un puñado de comunistas, acaben implantando una dictadura nacionalista en Cataluña. Y cuando digo impedir, es impedir, utilizando las armas que la ley nos brinda en nuestro Estado de Derecho. ¿ O vamos a dejar que esta minoría fanática se imponga por la fuerza y los hechos consumados al resto de Catalanes ?. ¿ Qué coño tiene eso de liberal?. ¿Somos liberales o anarquistas?. Yo lo tengo bien claro.

    • Reyes : Tu no eres ni liberal
      Reyes : Tu no eres ni liberal ni anarquista. Eres un vulgar timorato, servidor voluntario del gran Estado.
      Un saludo

    • A mí me sorprende que tanta
      A mí me sorprende que tanta gente insista en que lo que ha ocurrido es un golpe de estado. Yo tenía entendido que los golpes de estado suelen ir acompañados de amenazas de muerte y violencia corporal grave, que suele acabar en repentinos entierros o cremaciones masivas. Además, los golpes de estado no se suelen dar a cámara lenta, con un gobierno y un parlamento deshojando la margarita, y con jueces y policías sesteando civilizadamente o durmiendo la juma (esto los traviesos, que los hay). Ha sido y está siendo un golpe de estado muy raro, inusualmente pacífico, lleno de palabrotas y falacias pero carente de leyes y demostraciones de fuerza marcial. Esta rareza me hace creer que exageramos mucho al llamarlo golpe de estado. Yo no creo que el día uno, ni el diez, ni ningún otro día haya habido ningún golpe de estado. Pero sea.

      Para mí usted puede ser liberal sin ser anarquista de ningún tipo. Faltaría más. Tiene usted muy buen gusto. No hay problema en vivir en la utopía del estado de derecho siendo liberal, mucha gente admirable lo hace. Y ciertamente hay muchas ramas del anarquismo que son antiliberales. Entiendo bien lo desagradable que es mezclar ambas palabras.

      Mi opinión, que vale más vien poco aunque cueste mucho, es que la fuerza de la ley que usted reclama ahora para acabar con los abusos de los supuestos golpistas contra el pueblo catalán primeramente y contra todo el pueblo español también, proviene del mismo sitio y tiene la misma legitimidad que todos los actos legislativos que hemos recibido los españoles en este régimen democrático (o pseudodemocrático, como diría Don Trevijano), incluyendo actos legislativos tan deleznables como la inmersión lingüística que ahora, a estas alturas, todo el mundo recién ha descubierto con horror. No hay legitimidad política para nada de lo que se hace. A no ser que se me conteste que en Madrid no sabían nada de lo que se hacía en Cataluña (y en Vascongadas, y en Galiza, y en Andalussia, etc.) contra los derechos de los ciudadanos. En Madrid es que son tontos o santos. Nunca han colaborado con los nacionalistas nunca porque no les llegaba la sangre al cerebro, o porque siempre estaban extáticos en meditación vipasana o contemplando los siete misterios del Rosario de San Domingo de Guzmán. Eso será. No puede ser que los próceres del Estado español hayan estado traicionando sistemáticamente al pueblo soberano desde 1977. Y como es imposible, es falso. Nunca pasó.

      ¡Uf, qué alivio!

      ¡Ahora estoy mucho más tranquilo!

      ¡La culpa siempre es de los malutos periféricos que quebrantan las leyes a traición y sin avisar!

      Felices aquellos que todavía se creen las mentiras que les contaron en el colegio y en la universidad. Quién pudiera tomar la capsulita azul.

    • Lo que pasa es que este es un
      Anónimo:

      Lo que pasa es que este es un golpe incruento, como de la Srta. Pepis. Ahora sólo Piolín reparte galletas, y además de Cuétara, pues el empleo de la fuerza está muy mal visto. Con lo cual basta, digo yo, con no hacer ni puñetero caso para sustraerse del mandato político. ¿Nos estaremos acercando a Ancapia? Cuando te multen por rotular en castellano, no pagas y punto; te niegas a ingresar en prisión y sanseacabó, que la compulsión física está descartada. ¿Qué declaran la independencia? A mí, plin. Y así sucesivamente. No sería mala cosa siempre que distinguiéramos con nitidez lo político de lo judicial. Y las leyes políticas de las naturales, por supuesto.

      Porque el delincuente natural emplea violencia y es imposible no defenderse de él sin que se arme la de Dios es Cristo. Sin respeto a la ley natural y subsiguientes resoluciones judiciales la convivencia se torna insostenible. Los mundos de Yuppi tienen un claro límite.

      No vivimos en un Estado de Derecho -menudo oxímoron- ni por el forro, y en eso los periféricos no son los únicos responsables ni mucho menos, pero la solución no puede ser que se pisotee más el concepto de ley todavía, ¿o usted cree que sí?


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