Skip to content

La inocencia perdida

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

¿Se aprende a ser héroe o a ser villano? El famoso trabajo de Phillip Zimbardo, The Lucifer Effect: Understanding How Good People Turn Evil, demuestra que las situaciones sociales tienen un poder muy sutil para influir en el comportamiento de las personas, mucho más de lo que las propias personas somos capaces de imaginar. El libro de Zimbardo está basado en la investigación de toda una vida. Él realizó en 1971, junto con su compañero de colegio, universidad e investigación, Stanley Milgram, un experimento terrorífico (el experimento de la prisión de Stanford) en el que se dividía a los participantes entre guardianes y prisioneros. El resultado es que personas aparentemente "normales", sensatas y cabales, eran capaces de cometer atrocidades a sus compañeros una vez asumido el rol de guardián.

El experimento fue extraordinariamente enriquecedor para Phillip Zimbardo, tal y como él mismo relata:

El quinto día del experimento, una estudiante recién doctorada de Stanford, Christina Maslach, vio cómo los guardas colocaban bolsas en las cabezas de los prisioneros y les hacían desfilar con las piernas encadenadas, como zombies, mientras los guardas les gritaban barbaridades. Maslach salió llorando. Había empezado a salir con ella, y me gritó: "No estoy segura querer tener algo que ver contigo si esta es la clase de persona que eres. Es horrible lo que estás haciendo a esos chicos." Esa doble bofetada en la cara fue la catálisis para que me diera cuenta de que el estudio había funcionado demasiado bien y de que esa poderosa situación me había corrompido también a mí. Paramos el estudio al día siguiente.

La razón por la que cualquiera puede ser martillo en vez de yunque (que diría Gregorio Luri) la denomina el autor del libro el "efecto Lucifer", y viene a decir que los seres humanos en un entorno social determinado somos capaces de asumir grados crecientes de maldad e integrarla en nuestro comportamiento; simplemente nos vamos des-sensibilizando paulatinamente de manera que nuestro "umbral de maldad" es cada vez mayor y llegado un momento dejamos de ser inocentes corderitos para transformarnos en sanguinarios verdugos.

Zimbardo ha aplicado las conclusiones de este estudio a explicar el comportamiento de los soldados norteamericanos en la prisión de Abu Ghraib. Pero hay más posibilidades: el ciber-acoso, los pandilleros, el apoyo al terrorismo… son algunos ejemplos. Sin embargo, el autor le da la vuelta al estudio y analiza también las otras opciones, ante una situación nueva en la que aparece un comportamiento dañino para otros uno tiene varias alternativas: mirar al techo, unirse al mal, o ser un héroe. Y de ahí que la próxima publicación de Zimbardo se refiera a la "banalidad del heroísmo". Cualquiera puede ser un héroe si se acostumbra a un entorno propicio e instructivo.

En mi opinión queda por estudiar el "efecto Lucifer" respecto a la libertad. Es decir, creo que las personas somos capaces de rechazar de lleno una situación en la que claramente se pisoteen las libertades de las persona, en la que se atente física o materialmente contra la libertad de los demás. Pero administradas en pequeñas dosis, las medidas liberticidas no chocan a nadie y somos capaces de "tragarnos esa píldora", en especial si nos la adornan de paternalismo estatal, del bienestar de todos, de tu propio interés, que tú no conoces pero otros sí: un colectivo, un ministro o un Parlamento.

La auto defensa es un peligro para usted, la educación de los hijos por los padres es un peligro para los hijos, la decisión sobre cómo repartir las tareas del hogar es un asunto que concierne al legislador. Recuérdelo, es usted un bicho peligroso. Y una vez que cedes en un aspecto, cedes en lo demás poco a poco.

Los gobernantes y los medios de comunicación, en perfecta simbiosis, emplean como herramienta de manipulación el pánico moral para convencer al individuo de que no sabe qué tiene que elegir y aborregar a la sociedad. El pánico moral, tal y como lo definió Stanley Cohen, consiste en dar publicidad extraordinaria a un hecho aislado para convencer a la población de que detrás de ello hay una conspiración contra los valores o esencia de la sociedad. En este caso, si usted se defiende de un agresor es un violento y un peligro para la democracia; si expresa su rechazo hacia determinadas prácticas promovidas por el Islam, es usted un intolerante y pone en peligro la alianza de civilizaciones; si defiende la despenalización del uso del propio cuerpo por cada cual, está fomentando la prostitución y es un degenerado. Y de esta forma, resulta mucho más fácil entregar nuestra libertad/responsabilidad en manos de quien sí sabe qué necesitamos. Estamos perdidos.

¿Cómo volver atrás y recuperar la responsabilidad individual? Si seguimos a Zimbardo podemos sacar alguna conclusión. En un entorno hostil se desarrolla más fácilmente una imaginación hostil. En un entorno en el que se reacciona ante una catástrofe o un peligro para los demás, se desarrolla la imaginación heroica. En un entorno en el que las decisiones son individuales, cada cual asume las consecuencias de sus actos y no hay cesión de las libertades revestidas de falsa protección, se desarrollará con más facilidad la imaginación liberal y responsable, y no la contraria.

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

Populismo fiscal

Cómo la política impositiva del gobierno de Pedro Sánchez divide y empobrece a la sociedad española El nuevo informe del Instituto Juan de Mariana evalúa la deriva de la política