En estas páginas se ha abordado por mejores plumas las regulaciones derivadas de ese esperpento de moldeamiento de mentes infantiles que la perversidad habitual de sus mentores dio en llamar Educación para la Ciudadanía.
Sin embargo, los efectos destructivos (constructivos, evidentemente, para aquellos que quieren forjar un ser humano autómata que obedezca sin rechistar al poder establecido) de una sola asignatura obligatoria de doctrina quedarían muy atenuados si no fuera acompañada en todos los grados de la enseñanza y los medios de comunicación de un discurso ideológico que se ha colado transversalmente en todas las materias imaginables.
El ejemplo de la monserga del "calentamiento global" –nótese que convertido en escaso tiempo al mantra del "cambio climático"– nos ha demostrado hasta qué punto estas tendencias de manipulación grosera de la realidad se proyectan, incluso, sobre campos científicos donde la cautela y las advertencias sobre las limitaciones del conocimiento humano impiden llegar a conclusiones precipitadas. Menos aún, emprender un sistema de planificación a escala mundial para controlar la emisión de determinados gases. Tarde o temprano, los efectos contraproducentes del Protocolo de Kioto conducirán a su abrogación de facto.
A pesar de la preeminencia en el mundo cultural y académico de ideas socialistas y liberticidas, no resulta difícil desmontar la implacabilidad de las machaconas técnicas proselitistas de sus turiferarios. Una de ellas, muy utilizada por el diario El País y allegados, consiste en la sistemática purga de hechos y datos que desluzcan los precocinados ideológicos que sirven a sus lectores. Solo proceden a sus famosas campañas de persecución y linchamiento cuando perciben a un rival peligroso para su tambaleante influencia. Como se sabe, este diario de referencia para los "progres" españoles comenzó su existencia blandiendo el espíritu de la ilustración y teniendo cierta calidad formal. Sin embargo, lleva mucho tiempo convertido en una caricatura autocomplaciente de si mismo, gracias a los ímprobos esfuerzos de una hornada de semialfabetos que lo han despeñado por la mediocridad, a mayor gloria de los poderes fácticos proclives al PSOE.
Otro ámbito en el que se descubren improbables casualidades es el de los manuales de enseñanza de idiomas. Va ya para demasiado tiempo que los estragos causados por la corrección política nacida en Estados Unidos se esparcen entre las principales lenguas del globo. Pero, en concreto, cuando, observamos los manuales más utilizados en la enseñanza del español para extranjeros encontramos los mimbres de esa recreación ideológica y de ese moldeamiento potencial de los futuros hablantes de nuestra lengua. Siguiendo las contraindicaciones para el mantenimiento de la salud mental y la búsqueda del conocimiento, nos podemos quedar perplejos con las selecciones de textos y los asuntos de actualidad escogidos. Afiliarse a Greenpeace o a una ONG es lo que un joven español medio está pensando en hacer. El reciclaje de basuras y la lucha contra el cambio climático pavimentan el camino a la perfección de todo ser humano. La "lucha contra las desigualdades" en su versión pajinesca lleva bastante tiempo anunciada en muchos manuales.
No puede sino mover al pasmo que un libro de escasas páginas reduzca el pensamiento y la literatura españoles y latinoamericanos a autores como Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Gabriel García Márquez o Ernesto Cardenal, con alguna concesión a Octavio Paz y Arturo Pérez Reverte. No cabe duda de que los perfectos idiotas latinoamericanos … y españoles, como bautizaran de forma sublime los autores del gran manual dedicado a ellos (entre ellos, Carlos Alberto Montaner, ganador del premio Juan de Mariana 2010), que pululan por la facultades de filología española y las editoriales al uso priman el adoctrinamiento a través del aprendizaje del español como lengua extranjera.
Un observador imparcial no puede dejar de reconocer la grandeza artística de la literatura de García Márquez, pero, si además de no mencionarse a otros autores tan relevantes al menos –como el reciente Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa– se atribuye mérito al primero por haber impulsado la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, la sospecha de tendenciosidad se convierte en certeza.
No sería justo dejar de reconocer la cantidad y, en algunos aspectos, la calidad del material didáctico para aprender español que puede encontrarse en el mercado. En general, sirve para el fin propuesto, en la medida que conjuga el enfoque comunicativo con múltiples tareas para estimular la adquisición de las destrezas necesarias para dominar el idioma. Se aprecia, sin embargo, un claro sectarismo en la selección de los temas para incitar a hablar a los alumnos, así como cuando ofrecen información sobre la cultura, la sociedad y las costumbres españolas y latinoamericanas. Por cierto que el mantenimiento de una medida contra la libertad de comercio de libros en España, como es la imposición de precios semifijos a los editores (Arts. 9 y 10 de la Ley 10/2007, de 22 de junio, de la lectura, del libro y de las bibliotecas), permite conseguir estos manuales más baratos en librerías localizadas en el extranjero.
Obviamente, los atractivos diseños e ilustraciones a todo color no mitigan esos vicios, sino que ponen de manifiesto el terrible desfase que existe entre los medios técnicos de que dispone el hombre actual y la amalgama de supersticiones e ideas falsas que tanto predicamento tienen entre las élites supuestamente cultas.
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