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La inutilidad de prohibir la negación del Holocausto

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En el Museo de los Horrores causados por los totalitarismos en el siglo XX ocupa un lugar destacado el Holocausto. La Shoah (como es conocido por su nombre en hebreo) tiene unas características concretas que, juntas, tan sólo se dan en este genocidio, haciendo de él algo único en la Historia del que, no obstante, se pueden sacar conclusiones de validez universal. Prohibir que se niegue que ocurrió es una reacción lógica ante el descubrimiento del horror de los campos de la muerte y demás mecanismos de asesinato masivo puestos en marcha por los nazis y sus aliados (como los extranjeros miembros de las Waffen SS o las organizaciones filo-nazis y gobiernos títeres de diversos países centroeuropeos).

Es cierto que lo terrible no es sólo la negación en sí misma. Al afirmar que no ocurrió se está fomentando el antisemitismo. Implica una acusación implícita (y en muchas ocasiones explícita) de que es una "mentira judía" y que, por tanto, los miembros del pueblo judío son mentirosos y deben ser combatidos. Este tipo de argumentaciones no sólo son propias de los neonazis, también son defendidas por los integristas islámicos y ciertos sectores de la extrema izquierda. Ejemplos de ello son los nefastos Norberto Cersole (autor argentino de obras negacionistas y cuya trayectoria vital incluye la militancia en el grupo terrorista Montoneros o el final de sus días como asesor de Hugo Chávez) y Roger Garaudy (que fuera miembro del Comité Central del Partido Comunista Francés y terminara convirtiéndose a un radical islamismo filonazi).

Sin embargo, todo ello no quita que prohibir el negacionismo –cuyos defensores denominan cínicamente "revisionismo"– es posiblemente un error. Los libros negacionistas no se fundamentan en investigación alguna, por mucho que pretendan que así es, y contienen argumentos inventados fácilmente rebatibles, pero con una apariencia de veracidad. Al proscribirlos y condenar legalmente tanto a sus autores como a quienes los distribuyen, se facilita que nazis y ultraderechistas cercanos a ellos, izquierdistas autodenominados "antisionistas" (forma políticamente correcta de declararse judeófobo) e islamistas digan que está "prohibido investigar el Holocausto" y que esto se debe a que es mentira.

Por muchos mecanismos que se traten de poner para impedir la difusión de las mentiras negacionistas, sus defensores y propagandistas siempre encontrarán maneras de divulgarlas. Si hace años se hacía mediante la publicación de estos materiales en países donde no estaban prohibidos para introducirlos después en los lugares donde sí lo estaban, ahora con internet es mucho más simple. Al tratar de poner coto a esto, tan sólo se consigue que los negacionistas tomen una pose victimista y reclamen cínicamente (pues no creen en ella) libertad de expresión. Y esto puede llegar a convencer a algún despistado y, sobre todo, refuerza a los convencidos. De hecho, estos adoptan una posición de "perseguidos" que les hace inmunes a los argumentos reales.

La negación del Holocausto resulta moralmente aberrante y debe de ser combatida. Pero la prohibición es una vía equivocada y contraproducente. La forma correcta es hacerle frente mediante la divulgación de la verdad del horror de la Shoah.

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