En España hay una confluencia política entre la izquierda y los nacionalismos. Mirado desde un punto de vista liberal, parece en cierto modo lógico porque son dos colectivismos. Y ese motivo no está ausente en esa alianza. Pero hay más razones para ello.
En principio, izquierda y nacionalismo son dos mundos ideológicos distintos. La base de partida de la izquierda, incluso la que se erige sobre las ruinas del socialismo real, es la clase social, mientras que la del nacionalismo es la nación. Pero si profundizamos un poco más, esas diferencias, que parecen muy claras, empiezan a borrarse y, en ocasiones, parecen incluso desaparecer.
Comencemos por decir, muy sucintamente, qué es la izquierda. Es una ideología que se plantea cómo debe ser una sociedad ideal. Traza las líneas de una sociedad perfectamente justa y próspera. Como la realidad no se acomoda a ese ideal, la izquierda es muy crítica con la realidad y con las instituciones tradicionales. Las ve como anclas que se oponen al avance necesario hacia esa sociedad perfecta, y por eso se plantea destruirlas para, una vez liberada de esos frenos, llevar a la sociedad hacia aquel ideal. Hay una institución, empero, que no sólo no critica sino que utiliza por su enorme poder coercitivo, que es el Estado.
El nacionalismo es también una ideología que tiene como base y como objetivo la nación, un concepto moderno y totalizante del país. Ese concepto es moderno y tanto él como el nacionalismo son un subproducto de la Revolución Francesa. Esa nación no se presenta simplemente como una realidad histórica, sino como encarnación de ciertos ideales que supuestamente siempre han acompañado al pueblo, y que suelen confluir en la homogeneidad, un poder total del Estado, y una independencia del mismo frente al resto de Estados. La superación del individuo por una colectividad que, bien dirigida, es muchísimo más poderosa. Y la confluencia de un conjunto de objetivos comunes en manos de los líderes políticos.
Como esa ideología no encaja bien con la historia del propio país (no puede ser así dado que la realidad es siempre más variada y rica), el nacionalismo tiende a rescribir el pasado. Ocurrió con el nacionalismo alemán de los años 30 y en España ocurre lo mismo. Y esa identificación de la visión del país y de los objetivos comunes impuestos con el propio país hace que haya ciudadanos virtuosos, que se identifican con ese movimiento, y otros que son indignos, porque no los comparten.
Vamos a ver ahora el caso de España. Comencemos por el nacionalismo. En nuestro país, es separatista. No ha habido, propiamente, un nacionalismo español. Y es así porque en nuestro país no serviría ningún propósito; España no ha tenido que luchar por afirmarse frente a otro país, su realidad histórica está fuera de toda duda. Y lo propio de la defensa de la unidad de España no es el nacionalismo, sino el patriotismo. No son lo mismo. La patria es un concepto histórico, compatible con la diversidad, con la asunción de éxitos pero también de fracasos comunes, y compatible también con la libertad de los ciudadanos. No trasciende a unos ideales ulteriores, como es el nacionalismo. En España, tiene un relato de nuestra historia negativo y victimista.
Sobre la izquierda en nuestro país diremos ahora poco. Se introduce en España, vía Francia, en las Cortes de Cádiz. También tiene una idea muy negativa de nuestra historia. No puede ser de otro modo. El epítome de esta visión es Manuel Azaña, que señala al Ejército y a la Iglesia como ejemplo de esas instituciones que se oponen al avance del país. Se ha señalado que Azaña dijo que su intención con la reforma del Ejército era «triturar» la institución. No hay una prueba fehaciente, pero lo cierto es que bien podría haberlo dicho.
Ya se ve cierto acercamiento entre las dos ideologías tanto en el plano de las ideas como en su implantación en España. Pero vamos a aproximarnos un poco más fijándonos en tres recientes períodos históricos. El primero es la Segunda República.
Los nacionalistas la aceptaron como un paso más hacia sus objetivos secesionistas. Pero al final acabaron por traicionarla. Por lo que se refiere a la Generalidad de Cataluña, durante la revolución de octubre de 1934 declaró el Estado catalán dentro de la República Federal Española. En primer lugar, no era una república federal. Y, en segundo lugar, la Generalidad declaraba que Cataluña estaba dentro, como podía declarar lo contrario. Y luego, en la Guerra Civil, fue independiente de hecho, desbordando en el ejercicio del poder los límites del Estatuto, y formando un Ejército propio. Por lo que se refiere al País Vasco, el Lehendakari Aguirre ejerció un poder soberano. Y el 24 de agosto de 1937 traicionó a la II República, entregándose a los nacionales.
El franquismo, grosso modo, es la vuelta de la España tradicional, aunque sea modernizada y estereotipada. Y la izquierda, que ya tenía una visión muy negativa de aquélla, acaba por identificarla con la derecha. Y por su oposición a la derecha acaba por oponerse a la idea de España, o a asumir la crítica a una visión unitaria del país.
Y por último la democracia. Se erige sobre el consenso, por el recuerdo de la guerra civil. Desde el comienzo, la izquierda mostró su comprensión, cuando no su apoyo, al nacionalismo. Pero la izquierda, o más bien el PSOE, que es el partido hegemónico en la izquierda, se ha encontrado con un grave problema político en los últimos años. Su última mayoría absoluta es del año 1989. Las dos últimas mayorías absolutas, de los años 2000 y 2011, son del Partido Popular. Ya no tiene la capacidad de concitar un apoyo tan mayoritario como para gobernar en solitario. Por descontado, esto podría cambiar en el futuro, aunque ese cambio está aún lejano. Necesitan aliarse con los nacionalistas para ejercer el poder.
Desde el punto de vista político, el problema de la libertad en España ya no es la izquierda, que no tiene ningún aprecio por ella. Es el nacionalismo, que en un contexto histórico diferente podría ser un aliado del liberalismo. Y es el partido hegemónico en la derecha, que sólo defiende la libertad en los discursos. Pero la alianza entre la izquierda y el nacionalismo sí es relevante para el futuro de la libertad en nuestro país.
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