El Banco Central Europeo, una de las criaturas emblema de la UE, ha decidido mantener el tipo de interés en el 2%.
La existencia de este banco nos mantiene en un nivel de intervención estatal equiparable al de los países de la U.R.S.S. El tipo de interés, uno de los precios más importantes de la economía, que determina la estructura y extensión de las múltiples etapas productivas de una economía que cada vez es más compleja y productiva, está en manos de sabios que con rudimentarias herramientas y sin la información importante gobiernan el timón del progreso. De ahí que no sea de extrañar la sucesión de ciclos económicos provocados por la planificación central de este banco estatal.
Se dice que un banco central es el prestamista de última instancia. En momentos de crisis proporciona la liquidez necesaria para evitar quiebras bancarias. Pero, aparte de que con tales medidas lo único que se consigue es postergar el saneamiento y el reajuste privado y, en todo caso, agravar la crisis, un órgano de planificación central financiera adolece de una contradicción irreducible. Y es que, la principal herramienta con la que cuenta un Banco Central para ejercer su poder sobre los bancos privados es la amenaza de no proporcionar la liquidez que necesiten. Pero al mismo tiempo, precisamente es deber del banco emisor no negarse a ser el prestamista de última instancia en los momentos de crisis. Tal contradicción hace inevitable el surgimiento de expansiones y contracciones bancarias con nefastas repercusiones en la economía general. De ahí que, ante tal situación, los bancos centrales recurran, además, a la legislación administrativa, a más regulación y a presiones poco visibles para intentar controlar a la banca privada.
Asimismo, los funcionarios de este órgano planificador son completamente ignorantes. Pero no por sus conocimientos técnicos, sino por el tipo de información que manejan. Así, siguiendo el teorema de la imposibilidad del socialismo, este buró bruselita esta negado a disponer de la información útil necesaria para la coordinación económica en el ámbito financiero. Porque se trata de un conocimiento subjetivo, sólo perteneciente a los individuos que interactúan en este campo, que constantemente va cambiando, disperso entre todos los actores del mercado e imposible de trasladar en forma de informes y trabajos ya que se trata de información no articulable. Sin embargo, el banco central cree que con el desarrollo de innumerables estadísticas y datos puede aliviar su natural miopía, sin darse cuenta de que la información que intenta recopilar de manera objetiva pertenece exclusivamente a cada uno de los individuos que actúan libremente. Sin advertir que dicha miopía es irresoluble por tratarse del tipo de información de la que se trata, el banco intenta controlar las magnitudes monetarias sin poder evitar sus propios efectos distorsionadores.
El resultado final es que el banco central nunca conocerá la preferencia temporal por el presente de los individuos, base del tipo de interés de la economía, y por tanto, no sólo fracasará en ese intento coordinador desde arriba, sino que provocará distorsiones y recurrentes crisis económicas.
Se trata, pues, de otra parcela ocupada por el poder del estado que recientemente se ha independizado del gobierno. Aunque legislativa e incluso constitucionalmente pueda aparecer jurídicamente de este modo, es dudoso que constantemente resista las influencias de los políticos. Aun así, todavía arrastraría consigo la ineptitud práctica de cualquier órgano de planificación económica que pretenda coordinar a su voluntad la vida de los ciudadanos.
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